¡Qué lindo es reunirnos con nuestra familia en Cristo! La reunión como iglesia nos da la oportunidad de adorar a Dios juntos, alabar y animarnos los unos a los otros en nuestro andar con el Señor. Esta lista de versículos y palabras para iniciar el culto te ayudarán a animar a tus hermanos en la fe.
¡Cuán bueno es alabarte, Señor!
Bueno es, Altísimo, cantar salmos a tu nombre,
anunciar tu misericordia por la mañana,
y tu fidelidad todas las noches,
en el decacordio y en el salterio,
y con tono suave en el arpa.
(Salmo 92:1-3)
¡Es bueno estar en la presencia del Señor! ¡Es bueno alabar a nuestro Señor! Cantemos juntos y alabemos a nuestro Dios de todo corazón en este día. Abramos nuestros corazones a su presencia, ¡Dios es bueno!
¡Qué bueno es, y qué agradable,
que los hermanos convivan en armonía!
Es como el buen perfume
que resbala por la cabeza de Aarón,
y llega hasta su barba
y hasta el borde de sus vestiduras.
Es como el rocío del monte Hermón,
que cae sobre los montes de Sión.
Allí el Señor ha decretado para su pueblo
bendición y vida para siempre.
(Salmo 133)
¡Qué gozo más grande reunirnos en este momento para adorar a nuestro Dios! Alabemos a Dios con todo nuestro ser. Recordemos todas las maravillas que ha hecho por nosotros y deleitémonos juntos ante la presencia de nuestro Salvador. Recibamos con corazones gozosos y agradecidos, las bendiciones que él nos quiere dar.
¡Vengan y con alegría aclamemos al Señor!
¡Cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación!
¡Lleguemos ante su presencia con alabanza!
¡Aclamémosle con cánticos!
¡Grande es el Señor, nuestro Dios!
(Salmo 95:1-3a)
¡Hoy es día de alegría y júbilo! Levantemos nuestras voces con gozo en alabanza a nuestro Dios todopoderoso. Expresemos ante él el gozo que sentimos al ser sus hijos y nuestra gratitud por la salvación que nos ha dado. Adoremos de todo corazón a Dios, nuestro Señor.
Yo me alegro con los que me dicen:
«Vamos a la casa del Señor.»
(Salmo 122:1)
¡Hoy es un día de alegría! ¿Por qué? Por qué es un gran privilegio estar en la presencia del Señor. ¡Nuestros corazones se llenan de esperanza cuando entramos a la casa de Dios! Alegrémonos en este día mientras adoramos a nuestro Dios.
Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca a tales que lo adoren. Dios es espíritu; y es necesario que los que le adoran, lo adoren en espíritu y en verdad.
(Juan 4:23-24)
¡Nuestro Padre busca verdaderos adoradores! Trae tu corazón ante el altar y derrama toda tu alabanza como una suave ofrenda a Dios. Adoremos a nuestro Señor en espíritu y en verdad.
Mi corazón ha dicho:
“Busquen su rostro”.
¡Tu rostro buscaré, oh SEÑOR!
(Salmo 27:8)
¡Entra en la presencia de Dios con un corazón reverente! El Señor te llama ahora a entrar en su presencia. ¡Abre tu corazón y deja que el Padre celestial haga su hogar en ti! Mantente atento a lo que Dios desea decirte en este día, busca su rostro de todo corazón.
Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar.
(Mateo 11:28)
Si te sientes cansado y agotado, Cristo quiere aliviar tu dolor. Él quiere llenar tu corazón de esperanza, dándote una nueva perspectiva. Aprovecha este momento y la oportunidad de entrar en su presencia para recibir el descanso que necesitas.
¡Aclamen al Señor, porque él es bueno;
porque su misericordia es eterna.
(1 Crónicas 16:34)
¡Dios es bueno! ¡Él es el motivo de nuestra alabanza y gratitud! Su amor es inmenso e inexplicable. Demósle gracias y adorémosle de todo corazón. Él es el único digno de nuestra adoración.
Tú cambias mis lágrimas en danza;
me quitas la tristeza y me rodeas de alegría,
para que cante salmos a tu gloria.
Señor, mi Dios: ¡no puedo quedarme callado!
¡siempre te daré gracias!
(Salmo 30:11-12)
Gracias a Dios, nuestra tristeza se convirtió en alegría y nuestro dolor en esperanza. ¡Que nuestra boca sea instrumento de alabanza y agradecimiento a él en este servicio! ¡Demos gracias al Señor y alabémoslo porque él realmente nos ha transformado!
¡Alaben al SEÑOR, naciones todas!
¡Pueblos todos, alábenle!
Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia,
y la verdad del SEÑOR es para siempre. ¡Aleluya!
(Salmo 117)
Alabemos hoy a Dios reconociendo su grandeza, su amor y su misericordia. No hay nadie como nuestro Dios, adoremos su nombre con todo nuestro ser. Deja de lado tus preocupaciones y concéntrate en la misericordia de Dios sobre ti. Canta aleluya al Señor en este día.
¡Vengan y volvámonos al SEÑOR! Porque él arrebató pero nos sanará; él hirió pero nos vendará. Él nos dará vida después de dos días; al tercer día nos levantará y viviremos delante de él.
(Oseas 6:1-2)
Dios nos corrige para nuestro bien. Gracias a su misericordia, recibimos corrección y perdón. Que este momento sea para nosotros la oportunidad de reconciliarnos con Dios. ¡Él quiere restaurarnos en este tiempo!
Espera en el SEÑOR.
Esfuérzate y aliéntese tu corazón. ¡Sí, espera en el SEÑOR!
(Salmo 27:14)
¡Dios es la razón de nuestra esperanza! Nuestro corazón alaba y exulta al Señor. Este servicio es el momento perfecto para alabar a Dios, porque él ciertamente actuará. Y si Dios es por nosotros, ¿quién podrá estar contra nosotros? Abre tu corazón, adora al Señor y espera en él, porque él obrará.
Te exaltaré, mi Dios y Rey;
por siempre bendeciré tu nombre.
Todos los días te bendeciré;
por siempre alabaré tu nombre.
(Salmo 145:1-2)
Exaltemos al Señor, adoremos a nuestro Dios de todo corazón. Que nuestras alabanzas lleguen a su trono como olor fragante. Abre tu corazón a Dios en este día y alábale con todo tu ser.
¡Aleluya!
¡Alaben a Dios en su santuario!
¡Alábenle en su poderoso firmamento!
¡Alábenle por sus proezas!
¡Alábenle por su inmensa grandeza!
¡Alábenle con toque de corneta! ¡Alábenle con lira y arpa!
¡Alábenle con panderos y danza! ¡Alábenle con instrumentos
de cuerda y flauta!
¡Alábenle con címbalos resonantes! ¡Alábenle con címbalos de júbilo!
¡Todo lo que respira alabe al SEÑOR! ¡Aleluya!
(Salmo 150)
¡Vamos todos, alabemos al Señor! Dios ha hecho maravillas entre nosotros. Vamos a darle las gracias con gozo. Nuestro Dios merece todo nuestro agradecimiento. ¡Demos gracias al Señor todos juntos a una sola voz!
Entren por sus puertas con acción
de gracias,
por sus atrios con alabanza.
Denle gracias; bendigan su nombre
porque el SEÑOR es bueno.
Para siempre es su misericordia,
y su fidelidad por todas
las generaciones.
(Salmo 100:4-5)
¡Hoy es día de celebración y de alabanza a Dios! Levantemos nuestras voces como instrumentos de alabanza, mostrándole a Dios nuestro agradecimiento sincero y reconociéndolo como nuestro Rey y Señor.
Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para el oportuno socorro.
(Hebreos 4:16)
La misericordia de Dios es el motivo de nuestra alabanza. Cuando estábamos débiles y abatidos, él nos levantó. Nuestro Dios exhorta, pero también restaura. Alabémosle, porque su misericordia nos ha alcanzado.
Alaba, alma mía, al Señor;
alabe todo mi ser su santo nombre.
Alaba, alma mía, al Señor,
y no olvides ninguno de sus beneficios.
(Salmo 103:1-2)
Recordemos hoy todas las bendiciones que hemos recibido del Señor y elevemos cánticos y oraciones de gratitud y alabanza a Dios. Solo él es digno de recibir nuestra adoración.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna.
(Juan 3:16)
¡Somos fruto del amor del Padre, somos resultado del precio pagado por el Hijo! Que esta verdad de Juan 3:16 quede grabada en nuestros corazones. Adoremos al Señor con corazones llenos de gratitud por su gran amor y la vida eterna que tenemos en él.
Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente.
(Romanos 12:10)
Que este sea un tiempo de amor y comunión. Cuando nos amamos unos a otros, nos alcanza de forma especial el amor sublime de Dios. Alabemos a Dios con corazones llenos de amor por él y por nuestros hermanos.
En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti.
¡Bendito seas tú, oh SEÑOR!
Enséñame tus leyes.
(Salmo 119:11-12)
Nuestro Dios es maravilloso. En este momento de meditación de la Palabra, Dios se nos revela en cada versículo. La Palabra de Dios es buena y eficaz, exhorta, enseña, corrige, pero también dirige. ¡Sigamos todos los preceptos del Señor!
Adoren al SEÑOR en la hermosura
de la santidad;
tiemble ante su presencia
toda la tierra.
(Salmo 96:9)
¡Que toda la tierra escuche a través de nuestras vidas que Jesucristo es el Señor! ¡Adoremos con todo nuestro ser! Dios es el motivo de nuestro canto y de nuestra alegría.
Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús.
(1 Tesalonicenses 5:18)
Estar agradecido con Dios es reconocer de corazón lo que él ha hecho por nosotros. Cuanto más damos gracias, más nos gozamos en Dios. Este es el motivo de nuestra alabanza y gratitud: ¡Dios ha hecho más de lo que le pedimos!
¡Canten al SEÑOR un cántico nuevo! ¡Canten al SEÑOR, toda la tierra!
Canten al SEÑOR; bendigan su nombre.
Anuncien de día en día su salvación.
Cuenten entre las naciones su gloria, entre todos los pueblos sus maravillas;
porque grande es el SEÑOR
y digno de suprema alabanza.
(Salmo 96:1-4a)
¡Proclamemos las maravillas del Señor! ¡Todos necesitan saber que el que estaba en la cruz está vivo! ¡Cristo vive! Él resucitó, está vivo y vive en nosotros.
A estos, Dios ha querido dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre las naciones, el cual es: Cristo en ustedes, la esperanza de gloria. A él anunciamos nosotros, amonestando a todo hombre y enseñando a todo hombre con toda sabiduría, a fin de que presentemos a todo hombre perfecto en Cristo Jesús.
(Colosenses 1:27-28)
Dios derramó salvación para todos y así fuimos alcanzados. ¡Proclamemos a Cristo, para que todos puedan tener la extraordinaria oportunidad de ser transformados por el Salvador!
Vengan, postrémonos reverentes, doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor. Porque él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo de su prado; ¡somos un rebaño bajo su cuidado!
(Salmo 95:6-7)
Adoremos hoy a Dios con actitud reverente y con corazones llenos de gozo. Dios ha hecho mucho a nuestro favor y, gracias a él, tenemos dirección en esta vida y somos salvos por la eternidad. Elevemos cánticos de júbilo a nuestro Señor.
El Señor es mi fuerza y mi escudo;
mi corazón en él confía;
de él recibo ayuda.
Mi corazón salta de alegría,
y con cánticos le daré gracias.
(Salmo 28:7)
Demos gracias a Dios por su cuidado sobre cada uno de nosotros. Recordemos hoy todo lo que Dios ha hecho por nosotros y adoremos su nombre con corazones llenos de gozo y de gratitud.
Que te alaben, oh Dios, los pueblos;
que todos los pueblos te alaben.
Alégrense y canten con júbilo las naciones,
porque tú las gobiernas con rectitud;
¡tú guías a las naciones de la tierra! Selah
Que te alaben, oh Dios, los pueblos;
que todos los pueblos te alaben.
(Salmo 67:3-5)
Desde nuestro pueblo levantamos cánticos de adoración a Dios. Cantemos con júbilo a nuestro Señor, demos testimonio a este pueblo y a este país, de todo lo que Dios ha hecho por nosotros.
Tributen al Señor la gloria que merece su nombre; póstrense ante el Señor en su santuario majestuoso.
(Salmo 29:2)
No hay nadie como nuestro Dios, él es el único digno de nuestra adoración. Demos gloria al Señor en este día, alabemos a nuestro Padre celestial con todo nuestro ser.
Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas.
(Apocalipsis 4:11)
Nuestro Dios es el único digno de recibir toda la gloria, la honra y el poder. Demos gloria a nuestro Señor, adoremos su nombre con todo nuestro ser.
Quiero alabarte, Señor, con todo el corazón,
y contar todas tus maravillas.
Quiero alegrarme y regocijarme en ti,
y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo.
(Salmo 9:1-2)
¿Quieres alabar al Señor con todo el corazón? ¿Quieres contar a todo el mundo las maravillas que él ha hecho en tu vida? Levanta hoy tu voz con gozo y alaba el nombre de Dios, nuestro Salvador.
Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta.
(Salmo 63:1)
¿Tienes sed de Dios? ¿Anhelas intensamente sentir su presencia y ver cómo él sacia tu sed? Abre hoy tu corazón para recibir todo lo que Dios te quiere dar. Concéntrate en el Señor, él está aquí y quiere bendecirte.
Tuyos son, oh SEÑOR, la grandeza, el poder, la gloria, el esplendor y la majestad; porque tuyas son todas las cosas que están en los cielos y en la tierra. Tuyo es el reino, oh SEÑOR, y tú te enalteces como cabeza sobre todo.
(1 Crónicas 29:11)
Dios es nuestro Creador. Él es nuestro Rey y solo él merece ser exaltado y glorificado. Elevemos a Dios alabanzas, reconociendo su grandeza, su poder, su gloria, su esplendor y su majestad. ¡Exaltemos a nuestro Dios!
¡Aclamen alegres a Dios,
habitantes de toda la tierra!
Canten salmos a su glorioso nombre;
¡ríndanle gloriosas alabanzas!
(Salmo 66:1-2)
Adoremos a Dios con alegría. Cantemos salmos de alabanza a nuestro Dios todopoderoso. Solo él merece nuestra adoración. Recordemos hoy todas las bendiciones que hemos recibido de Dios y alabemos su nombre con gozo.
¡Alaba, alma mía, al Señor!
Señor mi Dios, tú eres grandioso;
te has revestido de gloria y majestad.
(Salmo 104:1)
Dios es grande, es glorioso y majestuoso. Pensemos hoy en la grandeza de Dios y en su amor por nosotros. Aun siendo tan grande y poderoso, nos ama eternamente y nos ha hecho sus hijos. Adoremos a Dios con gratitud en este día.
Culto de Santa Cena
Yo recibí del Señor lo mismo que les he enseñado a ustedes: Que la noche que fue entregado, el Señor Jesús tomó pan, y que luego de dar gracias, lo partió y dijo: «Tomen y coman. Esto es mi cuerpo, que por ustedes es partido; hagan esto en mi memoria.» Asimismo, después de cenar tomó la copa y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; hagan esto, cada vez que la beban, en mi memoria.» Por lo tanto, siempre que coman este pan, y beban esta copa, proclaman la muerte del Señor, hasta que él venga.
Así que cualquiera que coma este pan o beba esta copa del Señor de manera indigna, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, cada uno de ustedes debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan y de beber de la copa. Porque el que come y bebe de manera indigna, y sin discernir el cuerpo del Señor, come y bebe para su propio castigo.
(1 Corintios 11:23-29)
En este momento recordamos la victoria de Cristo sobre la muerte. Hacemos esto con un corazón alegre, reverente y evaluando nuestras vidas. ¡El sacrificio del Cordero nos salvó! Saber esto nos llena de gran alegría, pero también nos llama al arrepentimiento y a examinarnos profundamente. Participa en este momento con conciencia y gratitud.
Mientras comían, Jesús tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y se lo dio, al tiempo que decía: «Tomen, esto es mi cuerpo.» Después tomó la copa, y luego de dar gracias, se la dio, y todos bebieron de ella. Les dijo entonces: «Esto es mi sangre del pacto, que por muchos es derramada. De cierto les digo que no volveré a beber del fruto de la vid, hasta el día en que beba el vino nuevo en el reino de Dios.»
(Marcos 14:22-25)
Hagamos esto en memoria de Cristo: comamos el pan y bebamos el vino. ¡Participemos de la Cena del Señor! Él derramó su sangre por nosotros.
Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa, y los apóstoles se sentaron con él. Entonces les dijo: «¡Cómo he deseado comer con ustedes esta pascua, antes de que padezca! Porque yo les digo que no volveré a comerla hasta su cumplimiento en el reino de Dios.»
(Lucas 22:14-16)
¡Celebramos la Cena del Señor hasta que él venga! Participar de la Cena es reafirmar en nosotros la victoria de Cristo, es compromiso y comunión con él. ¡Comamos y bebamos en su memoria porque fiel es el que prometió y volverá!
Será despreciado y desechado
por la humanidad entera.
Será el hombre más sufrido,
el más experimentado en el sufrimiento.
¡Y nosotros no le daremos la cara!
¡Será menospreciado! ¡No lo apreciaremos!
Con todo, él llevará sobre sí nuestros males,
y sufrirá nuestros dolores,
mientras nosotros creeremos que Dios
lo ha azotado, lo ha herido y humillado.
Pero él será herido por nuestros pecados;
¡molido por nuestras rebeliones!
Sobre él vendrá el castigo de nuestra paz,
y por su llaga seremos sanados.
Todos perderemos el rumbo, como ovejas,
y cada uno tomará su propio camino;
pero el Señor descargará sobre él
todo el peso de nuestros pecados.
Se verá angustiado y afligido,
pero jamás emitirá una queja;
será llevado al matadero, como un cordero;
y como oveja delante de sus trasquiladores
se callará y no abrirá su boca.
(Isaías 55:3-7)
Jesús soportó todo en silencio: el dolor, la humillación y la incredulidad. Soportó la traición, el desprecio y su propia muerte en la cruz. Jesús cargó con todo el peso del mundo, porque tenía un objetivo claro: salvarnos. ¡Y lo hizo! ¿Quién podría soportar todo esto, sino Dios mismo? ¡Démosle gracias y alabemos su nombre!
Mientras comían, Jesús tomó el pan y lo bendijo; luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, y les dijo: «Tomen, coman; esto es mi cuerpo.» Después tomó la copa, y luego de dar gracias, la entregó a sus discípulos y les dijo: «Beban de ella todos, porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos, para perdón de los pecados. Yo les digo que, desde ahora, no volveré a beber de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre.»
Luego de cantar el himno, fueron al monte de los Olivos.
(Mateo 26:26-30)
¡Participar en la Cena del Señor es un privilegio! Cuando comemos el pan y bebemos el vino, estamos reafirmando al mundo que Jesucristo ha vencido. Este no es un momento de tristeza: Jesús murió en la cruz - murió por nosotros - ¡pero al tercer día resucitó!
De cierto, de cierto les digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Los padres de ustedes comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que coma de él, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual daré por la vida del mundo.
(Juan 6:47-51)
¡Jesús es el pan de vida! Él se entregó para satisfacernos eternamente. En este momento, el mismo Cristo nos invita a participar en la mesa y cenar con él. Quien beba su sangre ya no tendrá sed y quien coma su carne ya no tendrá hambre. Solo Jesús puede satisfacernos completamente.
Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Así como el Padre viviente me envió, y yo vivo por el Padre, así también el que me come también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo. No es como el pan que comieron los padres de ustedes, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.
(Juan 6:55-58)
Permanezcamos en Cristo: comamos el pan y bebamos la copa. Hagamos esto en memoria de él. ¡Si permanecemos en el Señor, él permanecerá en nosotros!
Culto de oración
Oren sin cesar.
(1 Tesalonicenses 5:17)
¡Como una llama que nunca se apaga, oremos sin cesar! Busquemos que la fe sea el combustible para que esta llama siga encendida. ¡Que nuestra mente esté siempre conectada con Dios!
Si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra.
(2 Crónicas 7:14)
Dios está buscando verdaderos adoradores. Ahora, para adorar a Dios de verdad, debemos entrar completamente en su presencia, dejar atrás las distracciones y concentrarnos en él. El reino de Dios se toma con esfuerzo. Por eso pueblo de Dios, no escatimemos esfuerzos para entrar en su presencia.
Por eso, ustedes deben orar así:
“Padre nuestro, que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
No nos metas en tentación,
sino líbranos del mal.”
[Porque tuyo es el reino,
el poder, y la gloria,
por todos los siglos. Amén.]
(Mateo 6:9-13)
La oración del "Padre nuestro" es inspiradora. Jesús nos instruye día tras día, él es el pan que nos alimenta y sacia. Permitamos que esta oración nos anime a tener mayor comunión con nuestro Padre celestial.
Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, y los tenemos presentes en nuestras oraciones. Constantemente los recordamos delante de nuestro Dios y Padre por sus actos de fe; por su trabajo, que es fruto de su amor, y por su sufrida esperanza en nuestro Señor Jesucristo.
(1 Tesalonicenses 1:2-3)
¡Oremos unos por otros! Nuestra dedicación en oración por los demás es una demostración de amor. Cuando sabemos que alguien está orando por nosotros, sentimos el consuelo del amor de Dios.
Bendigan a quienes los maldicen, y oren por quienes los calumnian.
(Lucas 6:28)
La oración es una poderosa arma espiritual. ¡Que nuestra oración mueva los cielos y quienes nos maltratan sean tocados por Dios!
Manténganse despiertos, y oren, para que no caigan en tentación. A decir verdad, el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.
(Marcos 14:38)
Cuando oramos, entramos en un estado de alerta. Cuando cerramos los ojos para orar, estamos listos para buscar a Dios. Orar es la mejor manera de estar atentos y reducir la influencia de la carne dentro de nosotros.
Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca. A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
(1 Pedro 5:7-11)
La oración es nuestra válvula de escape. Cuando oramos, estamos en contacto directo con Dios a través de Jesús. Podemos compartir con Dios todo nuestro sufrimiento y dolor por medio de la oración. Solo él puede soportar todas nuestras angustias. En momentos en los que te parezca que ya no puedes más, cierra los ojos y habla con Dios. Permite que el Señor alivie tu corazón.
Y para que seamos librados de los hombres perversos y malvados; porque no todos tienen fe.
(2 Tesalonicenses 3:2)
Busca la presencia de Dios en todo momento. Solo Dios puede preservar nuestra vida. No te dejes llevar por el miedo, pídele a Dios que te mantenga seguro y en paz.
Culto de alabanza y adoración
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
(Juan 4:23-24)
¡El Padre busca verdaderos adoradores! Pon tu corazón sobre el altar y derrama toda tu alabanza como una suave ofrenda a Dios. Adoremos a nuestro Señor en espíritu y en verdad.
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
(Hebreos 4:16)
La misericordia de Dios es el motivo de nuestra alabanza. Cuando estábamos débiles y abatidos, el Señor nos levantó. Nuestro Dios exhorta, pero también restaura. Alabémosle, porque su misericordia nos ha alcanzado.
¡Adoren al Señor en la hermosura de la santidad!
¡Tiemblen ante él todos en la tierra!
(Salmo 96:9)
¡Que toda la tierra escuche a través de nuestras vidas que Jesucristo es el Señor! ¡Adoremos con todo nuestro ser! Dios es el motivo de nuestro canto y de nuestra alegría.
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