En la Biblia encontramos versículos que nos hablan sobre la obediencia a Dios y nos inspiran a obedecerlo. La obediencia genuina surge de un corazón lleno de amor y respeto hacia él. Obedecer a Dios trae bendiciones a nuestra vida y genera un corazón agradecido por todas las bondades recibidas del Padre.
La Biblia también contiene versículos que nos exhortan a obedecer a nuestros padres o a las autoridades. La palabra que usa la Biblia al hablar sobre obedecer está ligada a oír o escuchar. Cuando obedecemos a Dios o a otra persona, oímos su mandato y actuamos conforme a él. Dios nos ayude a vivir vidas de obediencia a él para su gloria.
Samuel respondió: «¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros.
(1 Samuel 15:22)
Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos.
(Juan 14:15)
Le contestó Jesús: El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él.
(Juan 14:23)
No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
(Mateo 7:21)
¿Cómo sabemos si hemos llegado a conocer a Dios? Si obedecemos sus mandamientos. El que afirma: «Lo conozco», pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad. En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él: el que afirma que permanece en él debe vivir como él vivió.
(1 Juan 2:3-6)
El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
(1 Juan 2:17)
Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece.
(Éxodo 19:5)
Si obedeces al Señor tu Dios, todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te acompañarán siempre: Bendito serás en la ciudad, y bendito en el campo. Benditos serán el fruto de tu vientre, tus cosechas, las crías de tu ganado, los terneritos de tus manadas y los corderitos de tus rebaños. Benditas serán tu canasta y tu mesa de amasar. Bendito serás en el hogar, y bendito en el camino.
(Deuteronomio 28:2-6)
Elegir de todo corazón obedecer a Dios, desata bendiciones. Esas bendiciones alcanzan al mundo que nos rodea y a las personas que amamos. En esos versículos de Deuteronomio vemos que Dios le prometió grandes y abundantes bendiciones al pueblo de Israel si ellos le obedecían.
De la misma manera ocurre con nosotros. La obediencia genuina a Dios resulta en bendiciones, porque andar dentro de la voluntad de Dios es, y siempre será, la mejor elección.
No se contenten solo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica.
(Santiago 1:22)
Amen al Señor su Dios y cumplan siempre sus ordenanzas, preceptos, normas y mandamientos.
(Deuteronomio 11:1)
Si ustedes obedecen fielmente los mandamientos que hoy les doy, y si aman al Señor su Dios y le sirven con todo el corazón y con toda el alma, entonces él enviará la lluvia oportuna sobre su tierra, en otoño y en primavera, para que obtengan el trigo, el vino y el aceite. También hará que crezca hierba en los campos para su ganado, y ustedes comerán y quedarán satisfechos.
(Deuteronomio 11:13-15)
Por eso, dispónganse para actuar con inteligencia; tengan dominio propio; pongan su esperanza completamente en la gracia que se les dará cuando se revele Jesucristo. Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: «Sean santos, porque yo soy santo».
(1 Pedro 1:13-16)
Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito.
(Josué 1:8)
Lo que sí les ordené fue lo siguiente: ‘Obedézcanme. Así yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo. Condúzcanse conforme a todo lo que yo les ordene, a fin de que les vaya bien’.
(Jeremías 7:23)
Sigan por el camino que el Señor su Dios les ha trazado, para que vivan, prosperen y disfruten de larga vida en la tierra que van a poseer.
(Deuteronomio 5:33)
Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.
(2 Corintios 10:4-5)
Queridos hermanos, si el corazón no nos condena, tenemos confianza delante de Dios, y recibimos todo lo que le pedimos porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.
(1 Juan 3:21-22)
Vivimos en obediencia cuando permitimos que Dios reine en nuestros corazones. Esa llenura del Señor nos da confianza de que andamos guiados por él, obedeciendo y haciendo siempre lo que le agrada.
Quien obedece a Dios también recibe respuesta a sus oraciones. ¿Por qué? Porque pide conforme a la voluntad de Dios.
¿Por qué me llaman ustedes “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo?
(Lucas 6:46)
¡En esto consiste la perseverancia de los santos, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles a Jesús!
(Apocalipsis 14:12)
Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes.
(Santiago 4:7)
Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.
(Juan 15:14)
¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él.
(Juan 14:21)
Dichosos más bien —contestó Jesús— los que oyen la palabra de Dios y la obedecen.
(Lucas 11:28)
En esto consiste el amor: en que pongamos en práctica sus mandamientos. Y este es el mandamiento: que vivan en este amor, tal como ustedes lo han escuchado desde el principio.
(2 Juan 1:6)
Cumple los mandatos del Señor tu Dios; sigue sus sendas y obedece sus decretos, mandamientos, leyes y preceptos, los cuales están escritos en la ley de Moisés. Así prosperarás en todo lo que hagas y por dondequiera que vayas.
(1 Reyes 2:3)
Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído, sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla.
(Santiago 1:25)
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y, al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
(Filipenses 2:5-11)
Jesús se sometió al Padre en humildad y vivió una vida ejemplar de obediencia. Aun siendo Dios encarnado, él no se aferró a eso, sino que entendió su misión y obedeció hasta su muerte. ¡Debemos seguir el ejemplo de obediencia humilde y sincera de Jesús!
Dichosos todos los que temen al Señor, los que van por sus caminos.
(Salmo 128:1)
Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Que tu buen Espíritu me guíe por un terreno sin obstáculos.
(Salmo 143:10)
Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él.
(Romanos 13:1)
En los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su reverente sumisión. Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer; y, consumada su perfección, llegó a ser autor de salvación eterna para todos los que le obedecen.
(Hebreos 5:7-9)
Me doy prisa, no tardo nada para cumplir tus mandamientos.
(Salmo 119:60)
¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres! —respondieron Pedro y los demás apóstoles—.
(Hechos 5:29)
En esto consiste el amor a Dios: en que obedezcamos sus mandamientos. Y estos no son difíciles de cumplir.
(1 Juan 5:3)
Hijo mío, atiende a mis consejos; escucha atentamente lo que digo. No pierdas de vista mis palabras; guárdalas muy dentro de tu corazón.
(Proverbios 4:20-21)
Vea también: 15 beneficios de la obediencia: versículos que traen bendición.
Escuchen, hijos, la corrección de un padre;
dispónganse a adquirir inteligencia.
(Proverbios 4:1)
Somos llamados a obedecer a nuestros padres terrenales y a escuchar sus consejos y correcciones. Esa obediencia será fruto de una relación de amor y respeto mutuo.
Crecer en una familia bien estructurada que cuida de nuestro bienestar, es una bendición. Cuando nuestros padres nos corrigen y nos orientan con amor, se crea una base que permitirá desarrollar una relación estrecha y de confianza con Dios y con aquellos que nos rodean.
Obedezcan mis mandamientos y pónganlos por obra. Yo soy el Señor.
(Levítico 22:31)
El que atiende a la corrección va camino a la vida; el que la rechaza se pierde.
(Proverbios 10:17)
Nosotros somos testigos de estos acontecimientos, y también lo es el Espíritu Santo que Dios ha dado a quienes le obedecen.
(Hechos 5:32)
Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos, pues cuidan de ustedes como quienes tienen que rendir cuentas. Obedézcanlos a fin de que ellos cumplan su tarea con alegría y sin quejarse, pues el quejarse no les trae ningún provecho.
(Hebreos 13:17)
Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas; más bien, guarda en tu corazón mis mandamientos. Porque prolongarán tu vida muchos años y te traerán prosperidad.
(Proverbios 3:1-2)
No seas sabio en tu propia opinión; más bien, teme al Señor y huye del mal. Esto infundirá salud a tu cuerpo y fortalecerá tu ser.
(Proverbios 3:7-8)
Hijo mío, obedece el mandamiento de tu padre y no abandones la enseñanza de tu madre.
Grábatelos en el corazón; cuélgatelos al cuello.
Cuando camines, te servirán de guía;
cuando duermas, vigilarán tu sueño;
cuando despiertes, hablarán contigo.
El mandamiento es una lámpara,
la enseñanza es una luz
y la disciplina es el camino a la vida.
(Proverbios 6:20-23)
Decía: «Abba, Padre, todo es posible para ti. No me hagas beber este trago amargo, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».
(Marcos 14:36)
En su momento de mayor angustia, Jesús acudió al Padre. Él sabía que se acercaba la hora de su arresto para torturarlo y matarlo. Aun así, él expresó su deseo sincero de obedecer al Padre y hacer su voluntad. ¡Que nosotros también podamos decirle a Dios Padre en todo momento: «no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú»!
Por lo tanto, hermanos, esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios, que fue quien los eligió. Si hacen estas cosas, no caerán jamás, y se les abrirán de par en par las puertas del reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
(2 Pedro 1:10-11)
Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos; pero el que los practique y enseñe será considerado grande en el reino de los cielos.
(Mateo 5:19)
Hijos, obedezcan a sus padres en todo, porque esto agrada al Señor.
(Colosenses 3:20)
El hijo sabio atiende a la corrección de su padre,
pero el insolente no hace caso a la reprensión.
(Proverbios 13:1)
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