Solo con su palabra, Dios creó la luz. Él mismo es la fuente de luz y no hay oscuridad en él. Jesús descendió a nosotros para traer luz a un mundo que estaba dominado por la oscuridad. Con él, los hijos de Dios somos la luz de este mundo y agentes de restauración para aquellos que están perdidos y sin esperanza.
Una vez más Jesús se dirigió a la gente y dijo: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.
(Juan 8:12)
Lámpara es a mis pies tu palabra,
Y lumbrera a mi camino.
(Salmo 119:105)
Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.
(2 Corintios 4:6)
La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
(Juan 1:5)
Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Tampoco se enciende una lámpara y se pone debajo de un cajón, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en casa. De la misma manera, que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos.
(Mateo 5:14-16)
Tú encenderás mi lámpara;
Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas.
(Salmo 18:28)
El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz;
a los que vivían en región de sombra de muerte,
les resplandeció la luz.
(Mateo 4:16)
La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas.
(Lucas 11:34)
pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
(1 Juan 1:7)
Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
(Santiago 1:17)
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;
(1 Pedro 2:9)
La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.
(Apocalipsis 21:23)
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