Cuando pecamos, desobedecemos a Dios y nos rebelamos contra lo que él desea que hagamos. Quien vive en pecado vive lejos de Dios y de su voluntad. Sin embargo, Dios envió a Jesús para liberarnos del poder del pecado. Quien recibe a Cristo como su Señor, es perdonado, pasando a ser hijo de Dios.
El que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, comete pecado.
(Santiago 4:17)
Al contrario, cada uno es tentado cuando se deja llevar y seducir por sus propios malos deseos. El fruto de estos malos deseos, una vez concebidos, es el pecado; y el fruto del pecado, una vez cometido, es la muerte.
(Santiago 1:14-15)
Quien cede a la tentación, peca, y el pecado nos aleja de Dios. Por eso, debemos ir ante Dios cada día para pedirle fuerzas, rogándole que nos ayude a permanecer siempre firmes en él. Si Dios reina en nuestros corazones, no habrá cabida para que el pecado domine.
Todo aquel que comete pecado, quebranta también la ley, pues el pecado es quebrantamiento de la ley.
(1 Juan 3:4)
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.
(1 Juan 1:8-9)
Todos pecamos, pero Dios, en su infinita misericordia, está con sus brazos abiertos, dispuesto a perdonar. Vayamos ante él, confesemos nuestros pecados al Señor y recibamos su perdón. Con él siempre podemos tener un nuevo comienzo.
Sabemos que la ley es espiritual. Pero yo soy un simple ser carnal, que ha sido vendido como esclavo al pecado. No entiendo qué me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Y si hago lo que no quiero hacer, compruebo entonces que la ley es buena. De modo que no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que habita en mí.
(Romanos 7:14-17)
Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me verán más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ya ha sido juzgado.
(Juan 16:8-11)
El que encubre sus pecados no prospera;
el que los confiesa y se aparta de ellos
alcanza la misericordia divina.
(Proverbios 28:13)
Dios todo lo sabe, pero es importante que le confesemos nuestros pecados. El hecho de ir ante él con humildad, reconociendo nuestras faltas y nuestra necesidad de él, abre la puerta a la restauración y a la manifestación de su misericordia.
Te confesé mi pecado; no oculté mi maldad.
Me dije: «Confesaré al Señor mi rebeldía»,
y tú perdonaste la maldad de mi pecado.
(Salmo 32:5)
Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.
Hazme oír gozo y alegría,
Y se recrearán los huesos que has abatido.
Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.
(Salmo 51:4-9)
Todos nosotros estamos llenos de impureza; todos nuestros actos de justicia son como un trapo lleno de inmundicia. Todos nosotros somos como hojas caídas; ¡nuestras maldades nos arrastran como el viento!
(Isaías 64:6)
Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.
(Romanos 3:23-24)
En Cristo tenemos redención, él nos libera del poder del pecado. Gracias a él, cuando Dios mira a sus hijos, ve a Jesús, pues todos los que han recibido a Jesús como Señor y Salvador, han sido justificados por gracia. Dios ve la justicia de Cristo manifestada en cada uno de ellos.
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
(Romanos 6:23)
Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.
(1 Juan 5:18)
Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.
(Juan 8:34)
El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto se ha manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo.
(1 Juan 3:8)
Señor, muy grande es mi pecado,
pero haz honor a tu nombre, y perdóname.
(Salmo 25:11)
Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
(Salmo 32:1)
Entonces el Señor le dijo a Caín: ¿Por qué estás enojado? ¿Por qué ha decaído tu semblante? Si haces lo bueno, ¿acaso no serás enaltecido? Pero, si no lo haces, el pecado está listo para dominarte. Sin embargo, su deseo lo llevará a ti, y tú lo dominarás.
(Génesis 4:6-7)
Bien pueden ver que la mano del Señor no está impedida para salvar, ni sus oídos se han agravado para no oír. Son las iniquidades de ustedes las que han creado una división entre ustedes y su Dios. Son sus pecados los que le han llevado a volverles la espalda para no escucharlos.
(Isaías 59:1-2)
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
(Romanos 8:1-2)
María tendrá un hijo, a quien pondrás por nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.
(Mateo 1:21)
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
(2 Corintios 5:21)
Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo.
(Efesios 4:26)
Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.
(Mateo 18:15)
Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni lo obedezcan en sus malos deseos. Tampoco presenten sus miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino preséntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y presenten sus miembros a Dios como instrumentos de justicia. El pecado ya no tendrá poder sobre ustedes, pues ya no están bajo la ley sino bajo la gracia.
¿Entonces, qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera! ¿Acaso no saben ustedes que, si se someten a alguien para obedecerlo como esclavos, se hacen esclavos de aquel a quien obedecen, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia? Pero gracias a Dios que, aunque ustedes eran esclavos del pecado, han obedecido de corazón al modelo de enseñanza que han recibido, y una vez liberados del pecado llegaron a ser siervos de la justicia.
(Romanos 6:12-18)
Confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es muy poderosa y efectiva.
(Santiago 5:16)
Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, ustedes, que son espirituales, restáurenlo con espíritu de mansedumbre. Piensa en ti mismo, no sea que también tú seas tentado. Sobrelleven los unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de Cristo.
(Gálatas 6:1-2)
Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.
(Mateo 18:6)
A quienes ustedes perdonen los pecados, les serán perdonados; y a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados.
(Juan 20:23)
... pero como ya han sido liberados del pecado y hechos siervos de Dios, el provecho que obtienen es la santificación, cuya meta final es la vida eterna.
(Romanos 6:22)
¿Acaso no saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se equivoquen: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se acuestan con hombres, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los malhablados, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.
(1 Corintios 6:9-10)
¿Cuántas iniquidades y pecados tengo yo?
Hazme entender mi transgresión y mi pecado.
(Job 13:23)
Por lo tanto, hagan morir en ustedes todo lo que sea terrenal: inmoralidad sexual, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia. Eso es idolatría.
(Colosenses 3:5)
Si decimos que tenemos comunión con él, y vivimos en tinieblas, estamos mintiendo y no practicamos la verdad.
(1 Juan 1:6)
Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado.
(Salmo 1:1)
Tú, Señor, eres todo bondad.
Por tu misericordia, acuérdate de mí;
pero olvídate de que en mi juventud
pequé y fui rebelde contra ti.
El Señor es bueno y recto;
por eso enseña a los pecadores el camino.
(Salmo 25:7-8)
¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás.
(Isaías 1:4)
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