A Dios no le agradan el orgullo y la soberbia. Una persona orgullosa, piensa que es mejor que los demás y que no necesita a nadie, ni siquiera a Dios. Dios nos llama a ser humildes ante él y ante los demás, a ser conocidos por nuestro amor, humildad y bondad. Llenándonos del Señor, logramos vencer el orgullo.
La soberbia del hombre lo abate, pero al humilde de espíritu le sustenta la honra.
(Proverbios 29:23)
Antes del quebrantamiento es la soberbia,
Y antes de la caída la altivez de espíritu.
(Proverbios 16:18)
El orgullo, arrogancia o soberbia son el primer paso antes de la caída. Quien piensa que no necesita a Dios o a los demás, que es invencible y que nunca fallará, sufrirá una gran caída tarde o temprano. Todos cometemos errores, ninguno de nosotros es perfecto. Debemos admitir eso y tener humildad para pedirle a Dios que nos ayude en nuestras luchas y debilidades.
El temor del SEÑOR es aborrecer el mal. Aborrezco la soberbia, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa.
(Proverbios 8:13)
Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
(Santiago 4:6)
Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
(Mateo 23:12)
Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra;
Mas con los humildes está la sabiduría.
(Proverbios 11:2)
Es mucho más sabio el humilde que el orgulloso o soberbio. El humilde reconoce que no puede hacer todo por sí solo, que tiene ciertas limitaciones. Aprende a depender de Dios para recibir las fuerzas y sabiduría que necesita para enfrentar los retos de la vida.
Asimismo ustedes, jóvenes, estén sujetos a los ancianos y revístanse todos de humildad unos para con otros porque: Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes.
Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que él los exalte al debido tiempo.
(1 Pedro 5:5-6)
Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
(Marcos 7:21-23)
Si es preciso gloriarse, yo me gloriaré de mi debilidad.
(2 Corintios 11:30)
Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.
(Romanos 12:16)
Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse solo respecto de sí mismo, y no en otro; porque cada uno llevará su propia carga.
(Gálatas 6:3-5)
Debemos vernos tal como somos: seres humanos con virtudes y defectos. Comete un gran error, aquel que se piensa sin defectos. Sus propias acciones mostrarán no solo sus fortalezas, sino también sus debilidades e imperfecciones. Reconozcamos nuestra imperfección ante Dios y nuestra necesidad de él.
Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.
(Jeremías 9:23-24)
No multipliquen palabras altaneras; cesen en su boca las palabras insolentes. Porque el SEÑOR es un Dios de todo saber; por él son examinadas las acciones.
(1 Samuel 2:3)
Ciertamente la soberbia producirá contienda,
pero con los que admiten consejo está la sabiduría.
(Proverbios 13:10)
Aprende más sobre el orgullo, por qué Dios lo detesta y cuál es su antídoto: