¡Un día todos los que sean salvos vivirán en el cielo! El cielo es el lugar espiritual donde habita Dios y donde podremos verlo cara a cara. En el cielo veremos la gloria de Dios y estaremos para siempre con él. Cualquiera que quiera estar con Dios en el cielo para siempre, solo necesita invitar a Jesús a su vida.
Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; él transformará el cuerpo de nuestra humillación, para que sea semejante al cuerpo de su gloria, por el poder con el que puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
(Filipenses 3:20-21)
Pongan la mira en las cosas del cielo, y no en las de la tierra.
(Colosenses 3:2)
Por eso, ustedes deben orar así: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
(Mateo 6:9)
Jesús le dijo: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.»
(Lucas 23:43)
¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
Mi carne y mi corazón desfallecen;
Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
(Salmo 73:25-26)
Como está escrito: Las cosas que ningún ojo vio, ni ningún oído escuchó,
Ni han penetrado en el corazón del hombre,
Son las que Dios ha preparado para los que lo aman.
(1 Corintios 2:9)
Bien sabemos que si se deshace nuestra casa terrenal, es decir, esta tienda que es nuestro cuerpo, en los cielos tenemos de Dios un edificio, una casa eterna, la cual no fue hecha por manos humanas.
(2 Corintios 5:1)
En la casa de mi Padre hay muchos aposentos. Si así no fuera, ya les hubiera dicho. Así que voy a preparar lugar para ustedes.
(Juan 14:2)
El Señor ha afirmado su trono en los cielos,
y su reino domina sobre todos los reinos.
(Salmo 103:19)
Las doce puertas eran doce perlas, es decir, que cada una de las puertas era una perla, y la calle de la ciudad era de oro puro y transparente como el vidrio.
No vi en ella ningún templo, porque su templo son el Señor y Dios Todopoderoso, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de que el sol y la luna brillen en ella, porque la ilumina la gloria de Dios y el Cordero es su lumbrera. Las naciones caminarán a la luz de ella, y los reyes de la tierra traerán a ella sus riquezas y su honra. Sus puertas jamás serán cerradas de día, y en ella no habrá noche. A ella serán llevadas las riquezas y la honra de las naciones, y no entrará en ella nada que sea impuro, o detestable, o falso, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.
(Apocalipsis 21:21-27)
Así ha dicho el Señor: El cielo es mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Qué clase de casa podrían edificarme? ¿Que lugar pueden ofrecerme para mi reposo?
(Isaías 66:1)
Entonces oí que desde el trono salía una potente voz, la cual decía: Aquí está el tabernáculo de Dios con los hombres. Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor; porque las primeras cosas habrán dejado de existir.
(Apocalipsis 21:3-4)
En realidad, nada gano con vanagloriarme. Sin embargo, ahora voy a hablar de las visiones y de las revelaciones del Señor. Sé de un hombre en Cristo, que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo (solo Dios sabe si esto ocurrió físicamente o no), y sé que ese hombre (solo Dios sabe si esto ocurrió físicamente o no), fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que a ningún hombre se le permite pronunciar.
(2 Corintios 12:1-4)
Por el contrario, acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corroen, y donde los ladrones no minan ni hurtan. Pues donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.
(Mateo 6:20-21)
Los cielos cuentan la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
(Salmo 19:1)
Nuestro Dios está en los cielos,
y él hace todo lo que quiere hacer.
(Salmo 115:3)
¿En verdad, Señor, quieres vivir en este mundo? Si ni la gran expansión de los cielos es capaz de contenerte, ¡mucho menos este templo que he edificado en tu honor!
(1 Reyes 8:27)
El Señor está en su santo templo;
el Señor tiene su trono en el cielo;
él ve y examina a todos los seres humanos.
(Salmo 11:4)
Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios.
(Hebreos 9:24)
Les digo que así también será en el cielo: habrá más gozo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
(Lucas 15:7)
Bienaventurados serán ustedes cuando por mi causa los insulten y persigan, y mientan y digan contra ustedes toda clase de mal. Gócense y alégrense, porque en los cielos ya tienen ustedes un gran galardón; pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes.
(Mateo 5:11-12)
En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles de los cielos. Sólo mi Padre lo sabe.
(Mateo 24:36)
Porque cuando los muertos resuciten, no se casarán ni se darán en casamiento, sino que serán como los ángeles que están en los cielos.
(Marcos 12:25)
Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
(Mateo 28:18)
El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que salga vencedor, le permitiré comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.
(Apocalipsis 2:7)
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