33 versículos de santidad para vivir una vida para Dios


Ser santo significa ser «puro, consagrado, separado para Dios». Dios llama a sus hijos a vivir una vida de santidad la cual es posible gracias a la obra de Jesucristo. Él entregó su vida por nosotros para purificarnos y hacernos santos (Efesios 5:25-27). Pidamos a Dios que nos ayude a vivir en santidad.

Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.
(1 Pedro 2:9)

Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.
(Romanos 12:1-2)

Escoger vivir en santidad es parte de nuestra adoración a Dios. Agradamos a Dios y alegramos su corazón cuando todo lo que hacemos, decimos o pensamos le glorifica a él. Nos sometemos a Dios y nos apartamos del pecado por amor y porque ese es el deseo de Dios para nosotros.

Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: «Sean santos, porque yo soy santo».
(1 Pedro 1:15-16)

Como tenemos estas promesas, queridos hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación.
(2 Corintios 7:1)

Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. (Hebreos 12:14)

Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
(Hebreos 12:14)

... así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable.
(Efesios 5:25b-27)

Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad.
(Juan 17:17)

En la Palabra de Dios encontramos guía y dirección para vivir la vida de santidad. Mientras más nos acercamos a Dios, más crecerá nuestro deseo de agradarle y de vivir conforme a su voluntad. Llenándonos de él y de su Palabra, nos será más fácil rechazar las cosas que no le agradan.

Dios no nos llamó a la impureza, sino a la santidad.
(1 Tesalonicenses 4:7)

La voluntad de Dios es que sean santificados; que se aparten de la inmoralidad sexual; que cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo de una manera santa y honrosa.
(1 Tesalonicenses 4:3-4)

Que el Señor los haga crecer para que se amen más y más unos a otros, y a todos, tal como nosotros los amamos a ustedes. Que los fortalezca interiormente para que, cuando nuestro Señor Jesús venga con todos sus santos, la santidad de ustedes sea intachable delante de nuestro Dios y Padre.
(1 Tesalonicenses 3:12-13)

Entre ustedes ni siquiera debe mencionarse la inmoralidad sexual, ni ninguna clase de impureza o de avaricia, porque eso no es propio del pueblo santo de Dios.
(Efesios 5:3)

Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad.
(Efesios 4:22-24)

Nadie es santo como el Señor;
no hay roca como nuestro Dios.
¡No hay nadie como él!
(1 Samuel 2:2)

Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón;
ponme a prueba y sondea mis pensamientos.
Fíjate si voy por mal camino,
y guíame por el camino eterno.
(Salmo 139:23-24)

Pues Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestras propias obras, sino por su propia determinación y gracia. Nos concedió este favor en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo. (2 Timoteo 1:9)

Pues Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestras propias obras, sino por su propia determinación y gracia. Nos concedió este favor en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo.
(2 Timoteo 1:9)

¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?
(1 Corintios 3:16)

Si alguno destruye el templo de Dios, él mismo será destruido por Dios; porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo.
(1 Corintios 3:17)

Hablo en términos humanos, por las limitaciones de su naturaleza humana. Antes ofrecían ustedes los miembros de su cuerpo para servir a la impureza, que lleva más y más a la maldad; ofrézcanlos ahora para servir a la justicia que lleva a la santidad.
(Romanos 6:19)

Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna.
(Romanos 6:22)

Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto.
(Mateo 5:48)

Háganlo todo sin quejas ni contiendas, para que sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento, manteniendo en alto la palabra de vida. Así en el día de Cristo me sentiré satisfecho de no haber corrido ni trabajado en vano.
(Filipenses 2:14-16)

Habrá allí una calzada que será llamada Camino de santidad. No viajarán por ella los impuros, ni transitarán por ella los necios; será solo para los que siguen el camino.
(Isaías 35:8)

«Salgan de en medio de ellos y apártense. No toquen nada impuro, y yo los recibiré». «Yo seré un padre para ustedes, y ustedes serán mis hijos y mis hijas, dice el Señor Todopoderoso».
(2 Corintios 6:17-18)

Todo el que tiene esta esperanza en Cristo se purifica a sí mismo, así como él es puro.
(1 Juan 3:3)

Deja que el malo siga haciendo el mal y que el vil siga envileciéndose; deja que el justo siga practicando la justicia y que el santo siga santificándose.
(Apocalipsis 22:11)

Así lo juró a Abraham nuestro padre: nos concedió que fuéramos libres del temor, al rescatarnos del poder de nuestros enemigos, para que le sirviéramos con santidad y justicia, viviendo en su presencia todos nuestros días.
(Lucas 1:73-75)

En efecto, nuestros padres nos disciplinaban por un breve tiempo, como mejor les parecía; pero Dios lo hace para nuestro bien, a fin de que participemos de su santidad.
(Hebreos 12:10)

Yo soy el Señor su Dios, así que santifíquense y manténganse santos, porque yo soy santo. No se hagan impuros por causa de los animales que se arrastran.
(Levítico 11:44)

Sean ustedes santos, porque yo, el Señor, soy santo, y los he distinguido entre las demás naciones, para que sean míos.
(Levítico 20:26)

Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.
(Éxodo 19:5-6)

El Señor le ordenó a Moisés que hablara con toda la asamblea de los israelitas y les dijera: «Sean santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo.
(Levítico 19:1-2)

¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.
(Salmo 119:9)

Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso. Vive en mi presencia y sé intachable.
(Génesis 17:1)

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