21 versículos sobre el sufrimiento: lleva tu dolor a Dios


El sufrimiento es parte de la vida, pero no tenemos que sufrir solos. En la Biblia hay ejemplos de personas que expresaron a Dios su frustración frente a las injusticias y el sufrimiento. Sabemos, pues, que podemos llevar nuestro dolor a Dios sin temor.

Veamos unos versículos de los Salmos que nos muestran que podemos acercarnos a Dios con confianza para expresarle nuestros sentimientos y pedir su ayuda.

Atiéndeme, Señor; respóndeme, pues pobre soy y estoy necesitado. Presérvame la vida, pues te soy fiel. Tú eres mi Dios, y en ti confío; ¡salva a tu siervo!
(Salmo 86:1-2)

Compadécete, Señor, de mí, porque a ti clamo todo el día. Reconforta el espíritu de tu siervo, porque a ti, Señor, elevo mi alma.
(Salmo 86:3-4)

¿Hasta cuándo, Señor, me seguirás olvidando? ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro? ¿Hasta cuándo he de estar angustiado y he de sufrir cada día en mi corazón? ¿Hasta cuándo el enemigo me seguirá dominando?
(Salmo 13:1-2)

Mis lágrimas son mi pan de día y de noche, mientras me echan en cara a todas horas: «¿Dónde está tu Dios?»
(Salmo 42:3)

Me has echado en el foso más profundo, en el más tenebroso de los abismos.
(Salmo 88:6)

Demos gracias a Dios por la seguridad de que un día el sufrimiento terminará. Pero, hasta entonces, ¿cómo enfrentamos el sufrimiento? Llevándolo al Señor y escuchando sus palabras de consuelo y sanidad. Dios es un Padre amoroso que no abandona a sus hijos en medio del sufrimiento. Veamos otros versículos de ánimo para momentos de dolor y sufrimiento.

Oí una potente voz que provenía del trono y decía: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir».
(Apocalipsis 21:3-4)

Y, si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues, si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria. De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros.
(Romanos 8:17-18)

Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.
(2 Corintios 4:17-18)

Este es mi consuelo en medio del dolor: que tu promesa me da vida.
(Salmo 119:50)

Y, después de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables.
(1 Pedro 5:10)

Pues, así como participamos abundantemente en los sufrimientos de Cristo, así también por medio de él tenemos abundante consuelo. Si sufrimos, es para que ustedes tengan consuelo y salvación; y, si somos consolados, es para que ustedes tengan el consuelo que los ayude a soportar con paciencia los mismos sufrimientos que nosotros padecemos.
(2 Corintios 1:5-6)

Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren.
(2 Corintios 1:3-4)

Me hizo bien haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos. Para mí es más valiosa tu enseñanza que millares de monedas de oro y plata.
(Salmo 119:71-72)

Vuelve a mí tu rostro y tenme compasión, pues me encuentro solo y afligido. Crecen las angustias de mi corazón; líbrame de mis tribulaciones. Fíjate en mi aflicción y en mis penurias, y borra todos mis pecados.
(Salmo 25:16-18)

Ten compasión de mí, Señor; mira cómo me afligen los que me odian. Sácame de las puertas de la muerte, para que en las puertas de Jerusalén proclame tus alabanzas y me regocije en tu salvación.
(Salmo 9:13-14)

¡Alaben al Señor los que le temen! ¡Hónrenlo, descendientes de Jacob! ¡Venérenlo, descendientes de Israel! Porque él no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama.
(Salmo 22:23-24)

Y no solo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza.
(Romanos 5:3-4)

Ustedes se hicieron imitadores nuestros y del Señor cuando, a pesar de mucho sufrimiento, recibieron el mensaje con la alegría que infunde el Espíritu Santo.
(1 Tesalonicenses 1:6)

Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también sea inmensa su alegría cuando se revele la gloria de Cristo. Dichosos ustedes si los insultan por causa del nombre de Cristo, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre ustedes. Que ninguno tenga que sufrir por asesino, ladrón o delincuente, ni siquiera por entrometido. Pero, si alguien sufre por ser cristiano, que no se avergüence, sino que alabe a Dios por llevar el nombre de Cristo.
(1 Pedro 4:13-16)

Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos.
(2 Corintios 4:8-9)

Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas.
(Salmo 34:19)

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