14 versículos bíblicos que hablan sobre sanidad divina


Somos seres humanos y vivimos en cuerpos físicos que fallan y decaen con el paso del tiempo. A lo largo de la vida enfrentamos toda clase de retos a nuestra salud, sea un resfriado, miopía, hipertensión o alguna otra enfermedad más grave.

¿Qué nos dice la Biblia sobre la sanidad? ¿Podemos pedirle a Dios que nos conceda salud? Veamos algunos versículos bíblicos que hablan sobre este tema.

1. Éxodo 15:26

Les dijo: «Yo soy el Señor su Dios. Si escuchan mi voz y hacen lo que yo considero justo, y si cumplen mis leyes y mandamientos, no traeré sobre ustedes ninguna de las enfermedades que traje sobre los egipcios. Yo soy el Señor, que les devuelve la salud».
(Éxodo 15:26)

Dios declaró que daría salud a su pueblo. Él los había librado de la esclavitud en Egipto y ellos conocían bien su poder, su amor y su cuidado. Dios les dijo que los libraría de todas las enfermedades o plagas que habían visto en Egipto, pero ellos, como pueblo de Dios, debían escuchar su voz, obrar en justicia y vivir en obediencia a sus mandatos.

2. Éxodo 23:25

Adora al Señor tu Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. «Yo apartaré de ustedes toda enfermedad» -.Éxodo 23:25

Adora al Señor tu Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. «Yo apartaré de ustedes toda enfermedad»
(Éxodo 23:25)

Dios le recordó a su pueblo que debían adorarlo solo a él. Dios no comparte su trono con nada ni nadie, esto es algo que debemos recordar. Al obedecerle en esto recibimos la bendición de tener todo lo que necesitamos para nuestro bienestar físico (pan y agua) y también la salud que necesitan nuestros cuerpos.

3. Salmo 103:1-3

Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias.
(Salmo 103:1-3)

Nuestra alma se renueva cuando nos enfocamos en las bondades y bendiciones que Dios nos ha concedido. Es bueno recordar todo lo que Dios nos ha dado y todo lo que ha hecho por nosotros, aun en medio de las dificultades. Dios nos dio vida eterna, el perdón de nuestros pecados y la sanidad de nuestras dolencias físicas y espirituales. El poder de Dios no tiene límites.

4. Salmo 107:19-20

En su angustia clamaron al Señor, y él los salvó de su aflicción. Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro. (Salmo 107:19-20)

En su angustia clamaron al Señor, y él los salvó de su aflicción. Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro.
(Salmo 107:19-20)

Debemos clamar a Dios en medio de nuestras enfermedades y dolores; él nos escucha y está presto a obrar. En el Salmo 107:19-20 vemos que el pueblo de Israel recuerda un momento en el que se había sentido angustiado. Cuando clamaron a Dios, él les dio salvación y sanidad. Dios envió su palabra para sanarlos a través de alguien (¿un ángel?) y los rescató de la muerte, pues la situación era grave. Pero no hay nada imposible para Dios cuando está en su corazón la decisión de sanar.

5. Proverbios 4:20-22

Hijo mío, atiende a mis consejos; escucha atentamente lo que digo. No pierdas de vista mis palabras; guárdalas muy dentro de tu corazón. Ellas dan vida a quienes las hallan; son la salud del cuerpo.
(Proverbios 4:20-22)

¡Hay sabiduría y sanidad en la palabra de Dios! Debemos obedecerla y atesorarla en nuestros corazones. Dios quiere lo mejor para nosotros. Cuando vivimos como a él le agrada y obedecemos lo que él nos dice, recibimos vida espiritual y salud física. Muchas veces, solo con decidir descansar en él y entregarle nuestras preocupaciones, nuestro cuerpo se renueva al llenarse de su paz y disfrutar de su compañía.

6. Isaías 53:4

Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado. - Isaías 53:4

Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado.
Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.
(Isaías 53:4-5)

En estos versículos, Isaías profetiza sobre la muerte de Jesús en la cruz. Explica que Jesús llevó sobre sus hombros nuestras enfermedades físicas, emocionales y espirituales. ¿Qué significa eso? Que no estamos solos en nuestros momentos de sufrimiento: Jesús está con nosotros. Él entiende lo que sentimos y sabe lo que necesitan nuestro espíritu, alma y cuerpo.

Jesús cargó con todas nuestras enfermedades y dolores en la cruz. Gracias a él tenemos paz con Dios y paz en medio de las circunstancias difíciles que enfrentamos. Por sus heridas recibimos sanidad espiritual, no moriremos eternamente y esa es la obra más grande de Cristo en la cruz. Dios quiere darnos también sanidad física y emocional, aunque debemos entender que es él quien decide cómo y cuándo nos la da.

7. Mateo 10:7-8

Dondequiera que vayan, prediquen este mensaje: “El reino de los cielos está cerca”. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los que tienen lepra, expulsen a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente.
(Mateo 10:7-8)

Cuando Jesús envió sus doce discípulos a llevar su mensaje al pueblo de Israel, les dio autoridad para liberar a las personas del poder del enemigo y sanar toda enfermedad (Mateo 10:1). Ese era el ministerio que debían llevar a cabo y la sanidad era una parte importante de este.

Cuando el reino de Dios se manifiesta ocurren milagros, sanidades y liberaciones. Dios es todopoderoso y quiere bendecir a los que se acercan a él. Por esto, él capacita a sus hijos para poder realizar su ministerio. En 1 Corintios 12:9 leemos que uno de los dones que Dios da a la iglesia es el don de sanidad, pues todavía hoy él desea bendecir, sanar y restaurar a todos los que le buscan.

8. Salmo 147:3

(El Señor) restaura a los de corazón quebrantado y cubre con vendas sus heridas. (Salmo 147:3)

(El Señor) restaura a los de corazón quebrantado
y cubre con vendas sus heridas.
(Salmo 147:3)

Cuando es nuestro corazón el que está roto, sea por la razón que sea, Dios también puede y desea obrar. Dios, como Padre amoroso que es, se acerca a nosotros con su corazón compasivo, y sana nuestras emociones, renovando nuestro ánimo y llenando nuestro corazón de esperanza.

9. Marcos 10:51-52

¿Qué quieres que haga por ti? —le preguntó.
Rabí, quiero ver —respondió el ciego.
Puedes irte —le dijo Jesús—; tu fe te ha sanado.
Al momento recobró la vista y empezó a seguir a Jesús por el camino.
(Marcos 10:51-52)

En este pasaje de Marcos 10 encontramos uno de los muchos milagros de sanidad que Jesús hizo: la sanidad del ciego Bartimeo. Este ciego mendigaba junto al camino en Jericó. Él había oído sobre los milagros de Jesús y permanecía alerta esperando su oportunidad para pedirle que le sanara.

Los versículos 46 al 50 dicen que tan pronto Bartimeo se enteró de que Jesús estaba cerca, comenzó a gritar diciendo «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». No tuvo vergüenza ni reparos. Él sabía lo que quería, sabía que Jesús lo podía sanar y estaba dispuesto a gritar hasta recibir lo que anhelaba. Jesús lo escuchó y lo llamó, así que Bartimeo dio un salto, se puso de pie, se despojó de su capa y se acercó a Jesús.

¿Por qué Jesús le preguntó qué quería? Era obvio que deseaba ser sanado. Pero hay momentos en los que Dios desea que le digamos exactamente lo que queremos que él haga, y en el caso de Bartimeo, Jesús concedió la sanidad. Le dijo «tu fe te ha sanado» y en ese instante el ciego pudo ver. A veces Dios solo está esperando una muestra de fe de nuestra parte para realizar el milagro que él ya ha decidido hacer.

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10. Salmo 146:8

El Señor da vista a los ciegos, el Señor sostiene a los agobiados, el Señor ama a los justos. (Salmo 146:8)

El Señor da vista a los ciegos,
el Señor sostiene a los agobiados,
el Señor ama a los justos.
(Salmo 146:8)

El poder sanador de Dios puede obrar en medio de cualquier necesidad. Hay ciegos físicos y hay ciegos espirituales: Dios los puede sanar a todos. El Señor también sostiene a los que se sienten agobiados, no necesitan vivir bajo la opresión de sus problemas o dificultades. El amor constante y fiel de Dios sustenta a los que le sirven.

Sea cual sea la circunstancia que estemos viviendo, Dios puede obrar. Su Espíritu Santo, que mora en sus hijos, traerá convicción de la presencia de Dios, la certeza de su mover en nosotros y la seguridad de su infinito amor.

11. Santiago 5:14-15

¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y, si ha pecado, su pecado se le perdonará.
(Santiago 5:14-15)

Los enfermos deben llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por ellos y los unjan en el nombre de Jesús. El aceite era muy usado en ese tiempo para tratar dolencias y enfermedades. Su mención parece indicar que no debemos descartar la medicina, pues puede ser el medio que Dios utilice para darnos la salud.

El aceite es también símbolo del Espíritu Santo. El mover del Espíritu Santo en nosotros puede traer salud física y también un despertar espiritual que nos llevará a reconocer nuestros pecados. Hay enfermedades que vienen por causa del pecado y al confesarlos, abrimos la puerta para que Dios obre.

Es importante vivir en obediencia a Dios. Pero si fallamos, Dios no nos deja sin salida. Podemos ir ante su presencia, confesar nuestros errores, recibir oración, ser ungidos y restaurar nuestra relación con Dios, además de recibir la sanidad de nuestros cuerpos.

12. Jeremías 17:14

Sáname, Señor, y seré sanado; sálvame y seré salvado, porque tú eres mi alabanza. (Jeremías 17:14)

Sáname, Señor, y seré sanado;
sálvame y seré salvado,
porque tú eres mi alabanza.
(Jeremías 17:14)

Los hijos de Dios podemos confiar en que su voluntad es siempre la mejor para nosotros. Si Dios desea sanarnos, lo hará, podemos tener esa confianza. Dios también nos ha salvado de la muerte espiritual, pero además, nos puede salvar de peligros o dificultades que nos pueden agobiar. Cuando vivimos con la seguridad de la presencia de Dios y la certeza de que él obra a nuestro favor, nuestras vidas se llenan de alabanza. ¡Dios merece todo el loor!

13. Juan 14:27

La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.
(Juan 14:27)

Los hijos de Dios podemos disfrutar de su paz en todo momento. La paz que Dios nos da no está condicionada a nuestras circunstancias específicas. Es una paz «que sobrepasa todo entendimiento» (Filipenses 4:7). La paz de Dios nos da fuerzas y valor en medio del dolor o la enfermedad y nos ayuda a ver nuestra situación desde la perspectiva de Dios. Con Dios todo tiene un propósito eterno.

14. 1 Pedro 2:24

Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados. (1 Pedro 2:24)

Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados.
(1 Pedro 2:24)

Aquí el apóstol Pedro hace referencia a Isaías 53:4-5 y la profecía sobre Jesús y su muerte. Jesús llevó todos nuestros pecados y los clavó en la cruz, sufriendo el castigo que cada uno de nosotros debía haber sufrido. Cuando aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador, recibimos la vida eterna que él ya obtuvo para nosotros.

Las heridas que Jesús sufrió en la cruz y la sangre que él derramó nos conceden la sanidad espiritual o salvación. En Cristo podemos recibir también toda la sanidad física que necesitamos. Sin embargo, el anhelo principal de Dios es salvarnos de la muerte eterna. Él desea que dejemos atrás el pecado y vivamos para él.

En Apocalipsis 21:4 leemos:

Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.
(Apocalipsis 21:4)

¡Tenemos la esperanza de la vida eterna! Nuestro cuerpo físico morirá, pero no será el final. Pasaremos a la eternidad con Jesús. No importa cuánto suframos aquí en la Tierra, nuestra eternidad estará llena de salud, de gozo y de todas las cosas buenas que Dios ya ha preparado para nosotros.