Todo el mundo necesita conocer a Jesús. Es por eso que, el último mandato de Jesús a sus discípulos antes de ascender al cielo, fue el de ir y predicar el evangelio a todas las personas del mundo. Este es el llamado y la misión que Dios ha encargado a todo cristiano hasta que Jesús regrese.
Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
(Marcos 16:15)
Explicación del llamado a ir y predicar
La salvación no es solo para ti y para mí. Jesús vino a salvar a personas de todas las naciones, culturas, grupos étnicos y clases sociales. Él escogió a sus discípulos para que fueran los mensajeros de esta noticia, pero no los envió desprovistos. Él les aseguró que estaría con ellos siempre.
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
(Mateo 28:19-20)
Ese mandato de ir y hacer discípulos de todas las naciones no es solo para pastores, evangelistas, misioneros u otros líderes consagrados. Todo cristiano está llamado a predicar el evangelio con su forma de vivir, hablar y actuar, dando buen testimonio de Jesús. Tú mismo puedes, y debes, participar en el plan de Dios para la salvación del mundo.
Algunos son llamados a predicar el evangelio en otras naciones, mientras que otros son llamados a predicar en su tierra natal. La misión debe cumplirse en todos los lugares donde hay gente que no conoce a Jesús. Así que mantente en sintonía para saber a quién Dios quiere que le hables. Incluso si es solo una pequeña semilla, Dios puede usarla para transformar una vida por toda la eternidad. ¡No dejes de sembrar!
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.
(Marcos 16:16)
Incluso con toda la buena voluntad del mundo, nadie puede obligar a otra persona a aceptar verdaderamente a Jesús. Esta es una elección personal que uno debe hacer por sí mismo. Nuestra función es la de presentar la verdad de la salvación y mostrar el amor de Jesús. El resto es entre la persona y Dios (Juan 16:8).
Esta comprensión nos hace más humildes y nos da más seguridad. Aunque seas el mejor predicador del mundo, solo Dios puede convencer y cambiar el corazón de otra persona. Pero si eres terrible para hablar y te equivocas a veces, Dios aún puede usarte. Sé valiente y lleva su amor dondequiera que vas.
El Evangelio nos desafía a hacer una elección: aceptar o rechazar a Jesús. El que cree, recibe la salvación y la vida eterna, quedando libre de culpa y pudiendo acercarse a Dios. Pero también existe la posibilidad de rechazar el mensaje. Aunque muchos deciden no creer, todos necesitan tener la oportunidad de elegir a Jesús. Por eso es tan importante compartir el evangelio.
Los que van y predican, ven el poder de Dios
Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.
(Marcos 16:17-18)
Dios no nos envía a predicar el evangelio con las manos vacías: su presencia y su poder nos acompañan. Él capacita a sus hijos para que lleven el mensaje a otros. Los primeros discípulos vieron todas las señales y prodigios que Jesús enumeró en Marcos 16:17-18 y mucho más. Estas señales confirmaron el mensaje y mostraron algo del poder de Dios a los nuevos creyentes.
Dios obra milagros en la vida de los que creen. Donde se predica y se cree el evangelio, suceden cosas maravillosas. Algunas personas verán milagros, otras echarán fuera demonios y aún otras verán su liberación en medio de situaciones que parecen imposibles. Pero estos son solo milagros secundarios. El mayor milagro de todos es una vida transformada por Jesús, la salvación eterna.
¡No tengas miedo de predicar el evangelio! Cuando se presente la oportunidad, simplemente hazlo. Dios está contigo con todo su poder.
¡Prepárate para llevar el evangelio!