Dios ha designado un tiempo apropiado para todo. Ese es el sentido del pasaje bíblico que encontramos en Eclesiastés 3:1-11.
Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo.
(Eclesiastés 3:1)
¡El tiempo! Algo tan abstracto, pero tan importante. Gracias a la medida del tiempo podemos hablar de la historia de las naciones, de nuestros antepasados, de nuestro presente y de nuestros planes futuros. En ocasiones hasta se podría decir que nos pensamos dueños y señores de nuestro tiempo. Planificamos lo que deseamos hacer en un año, en 5, en 25...
Sin embargo, en el Salmo 103:15-16 leemos lo siguiente: «El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más». La vida es efímera. Solo Dios sabe con certeza cuántos serán los días, los meses o los años de vida de cada persona.
Hazme saber, Señor, el límite de mis días, y el tiempo que me queda por vivir; hazme saber lo efímero que soy. Muy breve es la vida que me has dado; ante ti, mis años no son nada. ¡Un soplo nada más es el mortal! Selah
(Salmo 39:4-5)
Pero nuestra vida, sea larga o sea corta, nos ofrece una gran variedad de experiencias que estimulan nuestras emociones. ¡Son muchos los altibajos! Hay situaciones que nos hacen danzar de felicidad. Otras nos hacen sollozar de dolor y frustración. En los versículos 2-8 de Eclesiastés 3 encontramos una lista con 14 pares de opuestos que son solo una muestra de las muchas situaciones que nos toca afrontar en las distintas etapas de nuestra vida.
... un tiempo para nacer, y un tiempo para morir;
un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar;
un tiempo para matar, y un tiempo para sanar;
un tiempo para destruir, y un tiempo para construir;
un tiempo para llorar, y un tiempo para reír;
un tiempo para estar de luto, y un tiempo para saltar de gusto;
un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas;
un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse;
un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir;
un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar;
un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser;
un tiempo para callar, y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar, y un tiempo para odiar;
un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz.
(Eclesiastés 3:2-8)
Nacer, morir. Llorar, reír. Abrazar, despedir. Momentos de gozo y momentos de tristeza. Cuando un bebé nace, todos los de su entorno se regocijan. Compran regalos, preparan comida para la familia, celebran con ellos. Cuando alguien muere llega el dolor y la tristeza a todos los que le amaban y apreciaban. Comparten el mismo duelo.
Pero la realidad es que no somos dueños de nuestro tiempo. No escogemos el momento de nacer ni el de morir y muchas de las circunstancias que nos llegan entre esos dos eventos nos toman por sorpresa. Quisiéramos vivir una vida llena de rosas, pero junto con las rosas también recibimos los espinos.
Debemos recordar que Dios tiene todo bajo su control. Él sabe lo que ha sucedido desde siempre y lo que ocurrirá por la eternidad. Él lo sabe todo sobre nosotros, lo que sucederá en los próximos minutos y cuántos años estaremos sobre la Tierra. Él tiene un propósito para cada uno de nosotros y coloca las piezas del rompecabezas de nuestra vida de acuerdo con ese propósito.
¿Y sabes qué? En el momento de Dios todo es hermoso. En su momento adecuado y desde la perspectiva correcta aun los momentos más difíciles de la vida tienen un designio especial, pensado por Dios, y podemos estar seguros de que serán para nuestro bienestar espiritual (Romanos 8:28).
Romanos 8:28, el significado de todo ayuda para el bien
Dios hizo todo hermoso en su momento, y puso en la mente humana el sentido del tiempo, aun cuando el hombre no alcanza a comprender la obra que Dios realiza de principio a fin.
(Eclesiastés 3:11)
¿Estamos siendo prudentes en el uso de nuestro tiempo? ¿Lo estamos aprovechando al máximo siendo de bendición para otros?
Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios, sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. Por tanto, no sean insensatos, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor.
(Efesios 5:15-17)
¡Aprovechemos el tiempo que Dios nos concede cada día! Que nuestras prioridades estén de acuerdo con las de Dios, que vivamos siempre dentro de su voluntad. Usemos bien el tiempo.