Sodoma y Gomorra fueron dos ciudades que Dios destruyó con una lluvia de fuego y azufre, por causa de su pecado. Según la Biblia, sus habitantes eran malvados y cometían pecados muy graves contra el Señor. Algunos de sus pecados que describe la Biblia eran la soberbia, la gula, la apatía, la indiferencia hacia los pobres e indigentes y la inmoralidad sexual. Como si fuera poco, se jactaban de su maldad.
Dios sabía que había llegado la hora de destruir a Sodoma y Gomorra, pero quiso asegurarse primero de darles una última oportunidad. Por eso, envió a tres hombres - que en realidad eran tres ángeles - a la carpa donde vivían Abraham y su familia. Ellos conversaron con Abraham, a quien Dios le reveló su decisión de destruir esas dos ciudades.
El sobrino de Abraham, Lot, vivía en Sodoma con su familia. Lot había acompañado a Abraham cuando Dios lo llamó a dejar su tierra e ir al lugar que él le mostraría. Sin embargo, como los dos tenían mucho ganado y posesiones, la tierra no podía sostenerlos a todos. Esto creó malestar entre sus trabajadores y tuvieron que separarse.
Lot eligió establecerse en Sodoma, pues era una tierra fértil, agradable a la vista y tierra de regadío. Sin embargo, sus habitantes eran malvados y cometían pecados graves contra Dios. Con el pasar del tiempo, Dios decidió destruir la ciudad.
En Génesis 18:20-21, vemos que Dios quería asegurarse antes del sentir de los habitantes de Sodoma. ¿De verdad estaban tan inclinados hacia el mal que ya no había solución? Por eso, Dios envió a dos ángeles en forma de hombres a la ciudad, pues anhelaba encontrar una razón para no destruirlos.
Dios conocía el cariño de Abraham por Lot y su familia y sabía que intentaría interceder a favor de ellos y de la ciudad. Así fue. Abraham le dijo a Dios: «¿De veras vas a exterminar al justo junto con el malvado? Quizá haya cincuenta justos en la ciudad. ¿Exterminarás a todos, y no perdonarás a ese lugar por amor a los cincuenta justos que allí hay?» (Génesis 18:23-24).
Luego de un rato de negociación, Dios le aseguró a Abraham que no destruiría la ciudad si lograba encontrar diez justos allí. La triste realidad es que no encontró ni siquiera diez justos en la ciudad.
Los dos ángeles en forma de hombres llegaron a Sodoma, y allí se encontraron con Lot. Querían pasar la noche en la plaza, pero Lot no se los permitió y los invitó a ir a su casa.
El resto del pueblo se enteró y se formó un tumulto frente a la casa de Lot. ¡Los hombres del pueblo intentaron sacar a los dos visitantes (ángeles) para acostarse con ellos! Los ángeles dejaron ciegos a todos los que intentaron derribar la puerta y le indicaron a Lot que debía salir de la ciudad junto a su familia. La ciudad sería destruida inmediatamente, pues habían comprobado la gran perversidad de sus habitantes.
Lot, su esposa y sus dos hijas salieron junto a los ángeles antes de que Sodoma y Gomorra fueran destruidas. Dios envió una lluvia de fuego y azufre como castigo. El Señor había comprobado que Lot era el único justo que quedaba en toda la ciudad y guio a los dos ángeles para que lo pusieran a salvo.
¿Por qué Dios destruyó las ciudades?
El castigo a Sodoma y Gomorra no fue una idea repentina de Dios. A través de la Biblia encontramos pasajes que muestran la gran decadencia moral en la que estaban sumergidos sus habitantes desde hacía tiempo.
La Biblia dice que Sodoma era una tierra fértil y un lugar hermoso «como el jardín del Señor». Tristemente, la maldad de sus habitantes era inmensa y sus pecados muy graves. La fama de la maldad en Sodoma y Gomorra era tal, que había gente pidiéndole a Dios que actuara contra los que vivían allí.
En Isaías 3:8-9 se menciona que los habitantes de Sodoma ni disimulaban ni se avergonzaban de sus pecados. Más bien se jactaban y eran descarados. El nivel de inmoralidad era tal que no reconocían como pecado sus acciones contra Dios. Otros pasajes bíblicos hablan de la soberbia de sus habitantes, la gula, la apatía y la indiferencia hacia los pobres e indigentes.
Los habitantes de Sodoma y Gomorra vivían para sus propios placeres y se desentendían de las necesidades de los que estaban a su alrededor. Eran orgullosos, se creían superiores a otros, y practicaban actos que eran repugnantes al Señor. Como no se rindieron ante Dios ni dieron muestras de arrepentimiento, el castigo que recibieron fue la destrucción.
La Biblia dice que Dios redujo las dos ciudades a cenizas como escarmiento para los impíos. Si ellos se hubieran arrepentido, Dios los habría perdonado. Pero prefirieron aferrarse a su vida inmoral y a su depravación y por eso, fueron destruidos.
¿Había perdón para Sodoma y Gomorra?
¡Sí! Dios está siempre con sus brazos abiertos, dispuesto a perdonar a los que vienen ante él arrepentidos. Los habitantes de Sodoma y Gomorra solo necesitaban reconocer su pecado ante Dios y pedir su perdón. En 1 Juan 1:9 dice: «Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.»
Los únicos que no serán perdonados son los que se deleitan en su pecado y no reconocen que necesitan perdón. Cuando pedimos perdón a Dios, sea cual sea el pecado, él nos perdona y nos ayuda a vivir una vida conforme a su voluntad.
El perdón de Dios es completo, él nos lava y nos limpia de todos nuestros pecados. A través del sacrificio de Jesús somos hechos santos, el pasado se borra y pasamos a ser nuevas criaturas en él.
Sodoma, Gomorra y el fin de los tiempos
La Biblia menciona que en el fin de los tiempos la humanidad experimentará una gran decadencia moral y el aumento en la inclinación al pecado. Pone como ejemplo a Sodoma y Gomorra y enfatiza el castigo que vendrá sobre los que no se arrepientan de su maldad ante Dios.
Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y edificaban. Pero, el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y acabó con todos.
(Lucas 17:28-29)
Dios es justo y castiga el pecado. Pero Dios también es un Dios de amor y nos da oportunidades para que nos demos cuenta de las cosas que hacemos, que no están de acuerdo con su voluntad, y le pidamos perdón. Su mayor deseo es que todos nos arrepintamos del mal que hemos hecho y le aceptemos como nuestro Señor.
Llegará el día en que todo lo que hoy tenemos y vemos, terminará. Aunque la maldad crezca a nuestro alrededor, debemos mantener nuestros corazones alertas a la voz de Dios. Siempre podemos venir ante él en arrepentimiento y recibir su perdón. Él anhela recibirnos y quiere que estemos con él por la eternidad.
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