Sansón podía haber tenido una vida recta y exitosa como líder del pueblo de Dios. Antes de nacer, Dios lo había escogido para una misión especial. Sin embargo, Sansón prefirió dejar que sus impulsos y emociones reinaran. Quitó a Dios del trono de su corazón y escogió servir a sus pasiones, lo cual tuvo consecuencias devastadoras en su vida y en la de otras personas.
Los padres de Sansón - Manoa y su esposa - no habían podido tener hijos porque la mujer era estéril. Un día, el ángel del Señor se le apareció a ella para darle una noticia y unas instrucciones muy importantes...
Eres estéril y no tienes hijos, pero vas a concebir y tendrás un hijo. Cuídate de no beber vino ni ninguna otra bebida fuerte, ni tampoco comas nada impuro, porque concebirás y darás a luz un hijo. No pasará la navaja sobre su cabeza, porque el niño va a ser nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer. Él comenzará a librar a Israel del poder de los filisteos.
(Jueces 13:3b-5)
¡Qué emoción! No solo iban a tener un hijo, sino que este cumpliría una misión especial. El pueblo de Israel estaba bajo los filisteos en ese momento y el pequeño Sansón tendría la encomienda de comenzar la liberación del pueblo. Sus padres eran temerosos de Dios e hicieron todo tal y como el ángel del Señor les dijo. Finalmente, el niño nació.
Sin embargo, con el paso de los años Sansón pareció olvidar sus deberes como nazareo y que el Espíritu del Señor debía ser su guía en todo. Se dejó llevar por sus pasiones y tomó decisiones que chocaban con el propósito de Dios para su vida.
En realidad sorprende ver que Dios, en su gran soberanía, obró aún a través de los errores de Sansón para cumplir su propósito de confrontar y castigar a los filisteos. Veamos algunas de las malas elecciones de Sansón a lo largo de los años, junto con las consecuencias de estas.
Reflexión sobre la historia de Sansón y Dalila
1. Escoger una esposa pagana
Aquí vemos una muestra del carácter impulsivo de Sansón. Él no esperó a que, como era la costumbre, sus padres buscaran una buena mujer para él entre el pueblo de Israel. Él vio una mujer filistea que le gustó y exigió a sus padres que la tomaran para él. Las consecuencias no tardaron en llegar.
De camino al pueblo de la chica para la petición de matrimonio, un león joven se acercó a Sansón rugiendo. Leemos en Jueces 14:6 que «el Espíritu del Señor vino con poder sobre Sansón, quien a mano limpia despedazó al león, como quien despedaza a un cabrito. Pero no les contó a sus padres lo que había hecho».
Esa es la primera, pero no la última vez en que Sansón ocultó algo a sus padres. Luego de un tiempo, de camino a la celebración del matrimonio, Sansón se apartó de sus padres. Quería ver qué había sucedido con el cadáver del león (como nazareo no debía tener contacto con cadáveres). Vio que había un enjambre de abejas y miel dentro del cadáver y comió de la miel. No solo eso, también le llevó miel a sus padres, aunque no les dijo de dónde la había sacado.
En la fiesta de la boda, que solía durar 7 días, Sansón retó con una adivinanza a 30 jóvenes filisteos que le acompañaban. El perdedor debía dar treinta vestidos de lino y treinta mudas de ropa al ganador. Esta idea trajo grandes problemas y complicó aún más la relación de Sansón con los filisteos.
La esposa lloró durante días delante de Sansón, presionándolo para que le diera la contestación. Finalmente, el séptimo día de la fiesta, Sansón cedió ante su presión y le dio la respuesta. Ella entonces la pasó a los jóvenes. Ellos declararon la respuesta y Sansón supo que su esposa se las había dicho, así que se enfadó.
Como perdedor, él debía darles las ropas prometidas. Sansón estaba muy enojado porque habían hecho trampa. La Biblia dice que «el Espíritu del Señor vino sobre Sansón con poder, y este descendió a Ascalón y derrotó a treinta de sus hombres, les quitó sus pertenencias y les dio sus ropas a los que habían resuelto la adivinanza» (Jueces 14:19).
Luego, en lugar de regresar con su esposa, Sansón se fue a la casa de su padre. Como él no regresaba y el tiempo pasaba, dieron su mujer como esposa a uno de los amigos de Sansón.
2. Dar rienda suelta a su enojo
Pasó el tiempo y Sansón decidió ir a visitar a su esposa. Cuando llegó allá, el padre de la mujer le informó que ahora ella era esposa de otro hombre. Sansón se enfureció y le dijo: «¡Esta vez sí que no respondo por el daño que les cause a los filisteos!» (Jueces 15:3).
En su enojo, Sansón fue y capturó trescientas zorras. Las ató cola con cola en parejas, y a cada pareja le amarró una antorcha; luego les prendió fuego a las antorchas, y soltó a las zorras por los sembrados de los filisteos (Jueces 15:4-5a).
Los filisteos, por su parte, al ver sus sembrados destruidos, decidieron vengarse. Se enteraron de que la destrucción era obra de Sansón, así que fueron y quemaron a la esposa de Sansón y al padre de ella.
Pero Sansón les dijo: «Puesto que actuaron de esa manera, ¡no pararé hasta que me haya vengado de ustedes!»
(Jueces 15:7)
Sansón fue y causó una tremenda masacre entre los filisteos. Luego, se fue a vivir a una cueva, pero los filisteos no habían terminado: ellos también querían vengarse. Fueron hasta Judá a buscar a Sansón. Los israelitas se asustaron, pues no querían una guerra con los filisteos. Tres mil israelitas fueron a la cueva donde estaba Sansón para prenderle. Lo ataron y lo entregaron a los filisteos.
Después de esta victoria sobre los filisteos, Sansón tuvo una gran sed. Oró a Dios y él le proveyó agua de forma milagrosa, abriendo una hondonada. Un buen recordatorio de la humanidad de Sansón y de su dependencia de Dios. ¡Por la gracia de Dios seguía vivo!
3. La visita a una prostituta
Sansón tenía una debilidad por las mujeres, sobre todo las paganas. Como líder y juez del pueblo de Israel necesitaba ser prudente y sabio en sus decisiones, pero infelizmente, no era así. Vez tras vez vemos cómo se dejaba llevar por los deseos de la carne y la pasión de los ojos, lo cual no proviene de Dios (1 Juan 2:16). Aun así, Dios le daba fuerzas para vencer a los enemigos del pueblo de Israel, los filisteos.
En una visita al pueblo de Gaza, Sansón vio una prostituta que le agradó y decidió pasar la noche con ella. La noticia se esparció por el pueblo, así que rodearon la casa donde él estaba. Pensaban atraparlo para matarlo al amanecer. ¡Por fin lograrían acabar con Sansón!
Las puertas de la ciudad quedaban cerradas por la noche, el pueblo confiaba que Sansón no lograría escapar. Pero él no esperó hasta el amanecer. Se levantó a medianoche, arrancó las puertas de la ciudad (que debían pesar muchísimo) junto con sus postes y su cerrojo y llevó todo hasta la cima de un monte. Sansón convirtió este asedio en un espectáculo para enfatizar su gran fuerza.
4. Enamorarse de Dalila
De nuevo Sansón se enamoró de una mujer pagana: Dalila. Los filisteos sabían de su debilidad por las mujeres y los jefes del pueblo fueron donde ella con una propuesta: «Sedúcelo, para que te revele el secreto de su tremenda fuerza y cómo podemos vencerlo (...) Cada uno de nosotros te dará mil cien monedas de plata» (Jueces 16:5b). ¡La trampa estaba tendida!
Dalila se puso manos a la obra. Por varios días presionó a Sansón preguntándole cuál era el secreto de su fuerza y cómo lo podían atar. Él le dio tres respuestas distintas. Las tres veces ella avisó a los filisteos, quienes vinieron a la habitación y ataron a Sansón de acuerdo a lo que él había dicho. Pero él logró desatarse las tres veces.
Habría sido lógico que Sansón regresara a su casa y dejara a Dalila al darse cuenta de que ella estaba compinchada con los filisteos. Pero no, permanecía con ella. Así de fuerte era el poder del deseo carnal que sentía por ella.
Puede que Sansón pensara que podía seguir desobedeciendo a Dios y luego salir del lío, pero esta vez fue diferente. Por cuarta vez, Dalila le rogó: «¿Cómo puedes decir que me amas, si no confías en mí? Ya van tres veces que te burlas de mí, y aún no me has dicho el secreto de tu tremenda fuerza» (Jueces 16:15).
Sansón estaba tan harto de la insistencia de Dalila que le reveló la verdad: nunca le habían cortado el cabello porque era nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer. Si le afeitaban la cabeza, perdería su fuerza (Jueces 16:17). Ella supo que esta vez él sí le había contado la verdad.
Dalila avisó a los filisteos. ¡Por fin sabía el secreto de la fuerza de Sansón! Ella hizo dormir a Sansón sobre sus rodillas y llamó a un hombre para que afeitara la cabeza de Sansón. Cuando le avisó que venían los filisteos a atacarlo, Sansón pensó que lograría librarse como antes...
Luego ella gritó: «¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!» Sansón despertó de su sueño y pensó: «Me escaparé como las otras veces, y me los quitaré de encima». Pero no sabía que el Señor lo había abandonado.
(Jueces 16:20)
¡Qué tristeza más grande! Sansón se había acostumbrado tanto a vivir como le placía, ignorando la voz de Dios, que ni siquiera se dio cuenta de que el Señor lo había abandonado.
Muerte de Sansón
Los filisteos capturaron a Sansón, le sacaron los ojos y lo pusieron a moler en la cárcel. Ahora él era su esclavo. ¡Lo habían logrado! Sansón no volvería a humillarlos. Pero el cabello de Sansón comenzó a crecer tan pronto se lo cortaron (Jueces 16:22).
Los príncipes de los filisteos decidieron dar una gran fiesta en gratitud a su dios por haberles entregado a Sansón. Había miles de personas, así que sacaron a Sansón como diversión para burlarse de él. Sansón pidió que lo colocaran en medio de las columnas que sostenían el edificio y rogó a Dios que le permitiera vengarse de los filisteos.
Dios le escuchó. Sansón se apoyó contra las dos columnas centrales y gritó:
«¡Muera yo junto con los filisteos!» Luego empujó con toda su fuerza, y el templo se vino abajo sobre los jefes y sobre toda la gente que estaba allí. Fueron muchos más los que Sansón mató al morir que los que había matado mientras vivía.
(Jueces 16:30)
En sus últimos minutos de vida, Sansón recibió una vez más la fuerza sobrenatural de parte de Dios. Por fin, pudo cumplir con el propósito para el cual Dios lo había escogido, tal como el ángel del Señor anunció a su mamá antes de él nacer. Comenzó a librar a Israel del poder de los filisteos. Una pena que no enfocó su vida en vivir de acuerdo a los mandatos de Dios.
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