Textos bíblicos poderosos tomados del libro de los Salmos. Aquí encontrarás pasajes que pueden servirte de inspiración para exaltar, alabar y adorar a Dios por su amor, su grandeza y su poder, o para pasar un tiempo de oración delante del Señor.
1. El Altísimo es nuestro refugio, Salmo 91
El que habita al abrigo del Altísimo
se acoge a la sombra del Todopoderoso.
Yo le digo al Señor: «Tú eres mi refugio,
mi fortaleza, el Dios en quien confío».
Solo él puede librarte de las trampas del cazador
y de mortíferas plagas,
pues te cubrirá con sus plumas
y bajo sus alas hallarás refugio.
¡Su verdad será tu escudo y tu baluarte!
(Salmo 91:1-4)
¡Dios es poderoso para protegernos! Leer el Salmo 91, nos llena de seguridad y confianza sobre el cuidado de Dios. Podemos refugiarnos en Dios en todo momento y en medio de cualquier situación, porque él nos escucha siempre y nos protege.
2. Oración de confesión y renovación espiritual, Salmo 51
Ten compasión de mí, oh Dios,
conforme a tu gran amor;
conforme a tu inmensa bondad,
borra mis transgresiones.
Lávame de toda mi maldad
y límpiame de mi pecado.
Yo reconozco mis transgresiones;
siempre tengo presente mi pecado.
Contra ti he pecado, solo contra ti,
y he hecho lo que es malo ante tus ojos;
por eso, tu sentencia es justa,
y tu juicio, irreprochable.
Yo sé que soy malo de nacimiento;
pecador me concibió mi madre.
Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo;
en lo secreto me has enseñado sabiduría.
Purifícame con hisopo, y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Anúnciame gozo y alegría;
infunde gozo en estos huesos que has quebrantado.
Aparta tu rostro de mis pecados
y borra toda mi maldad.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me alejes de tu presencia
ni me quites tu santo Espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación;
que un espíritu obediente me sostenga.
(Salmo 51:1-12)
El Salmo 51 fortalece nuestro espíritu y nos ayuda a confesar nuestros pecados ante Dios. No solo esto, también nos enseña a recibir el perdón y el gozo de Dios y nos inspira a llenarnos más de su Espíritu.
3. El Señor guarda a los suyos, Salmo 121
A las montañas levanto mis ojos;
¿de dónde ha de venir mi ayuda?
Mi ayuda proviene del Señor,
creador del cielo y de la tierra.
No permitirá que tu pie resbale;
jamás duerme el que te cuida.
Jamás duerme ni se adormece
el que cuida de Israel.
El Señor es quien te cuida,
el Señor es tu sombra protectora.
De día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te protegerá;
de todo mal protegerá tu vida.
El Señor te cuidará en el hogar y en el camino,
desde ahora y para siempre.
(Salmo 121)
El Salmo 121 fortalece nuestra confianza en el cuidado que Dios tiene para cada uno de sus hijos. Sea cual sea la situación que estemos pasando y sin importar la hora del día o la noche, Dios está pendiente y presto para ayudarnos.
4. Oración pidiendo ser librado de los enemigos, Salmo 59
Dios mío,
¡líbrame de mis enemigos!
¡Ponme a salvo de los que me atacan!
¡Líbrame de los que cometen iniquidad!
¡Sálvame de esa gente sanguinaria!
Gente poderosa se ha juntado contra mí,
y me acecha para quitarme la vida.
Y no es, Señor, por faltas o pecados míos;
presurosos, se disponen a atacarme
sin que yo haya cometido ningún delito.
¡Míralos! ¡Despierta y ven a mi encuentro!
(Salmo 59:1-4)
El Salmo 59 nos recuerda que Dios es más poderoso que cualquier ser humano. Él puede librarnos de las garras de la gente malvada. No importa cuántos vengan en contra de sus hijos, Dios es más fuerte y tiene el control sobre la situación. Él está siempre cerca para darnos ánimo y fortalecernos.
5. Confianza plena en Dios, Salmo 27
El Señor es mi luz y mi salvación;
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida;
¿quién podrá amedrentarme?
Cuando los malvados avanzan contra mí
para devorar mis carnes,
cuando mis enemigos y adversarios me atacan,
son ellos los que tropiezan y caen.
(Salmo 27:1-2)Porque en el día de la aflicción
él me resguardará en su morada;
al amparo de su tabernáculo me protegerá,
y me pondrá en alto, sobre una roca.
Me hará prevalecer
frente a los enemigos que me rodean;
en su templo ofreceré sacrificios de alabanza
y cantaré salmos al Señor.
(Salmo 27:5-6)
Este es un salmo poderoso para reafirmarnos en la seguridad de que Dios nos protege en todo momento y en medio de cualquier situación. No hay ningún lugar o circunstancia en el que Dios no nos pueda alcanzar o proteger. Esa es la confianza de los que le sirven y le aman. Esa certeza nos lleva a alabarle con todo nuestro ser.
6. Petición de amparo, guía y protección, Salmo 25
A ti, Señor, elevo mi alma;
mi Dios, en ti confío;
no permitas que sea yo humillado,
no dejes que mis enemigos se burlen de mí.
Quien en ti pone su esperanza
jamás será avergonzado;
pero quedarán en vergüenza
los que traicionan sin razón.
(Salmo 25:1-3)Señor, hazme conocer tus caminos;
muéstrame tus sendas.
Encamíname en tu verdad, ¡enséñame!
Tú eres mi Dios y Salvador;
¡en ti pongo mi esperanza todo el día!
Acuérdate, Señor, de tu ternura y gran amor,
que siempre me has mostrado;
olvida los pecados y transgresiones
que cometí en mi juventud.
Acuérdate de mí según tu gran amor,
porque tú, Señor, eres bueno.
(Salmo 25:4-7)Crecen las angustias de mi corazón;
líbrame de mis tribulaciones.
Fíjate en mi aflicción y en mis penurias,
y borra todos mis pecados.
(Salmo 25:17-18)Protege mi vida, rescátame;
no permitas que sea avergonzado,
porque en ti busco refugio.
Sean mi protección la integridad y la rectitud,
porque en ti he puesto mi esperanza.
(Salmo 25:20-21)
El Salmo 25 nos recuerda que los que confían en Dios y ponen su esperanza en él, no serán avergonzados. En medio de las luchas y tribulaciones, podemos acudir a Dios y refugiarnos tranquilamente en él. ¿Por qué? Porque cuando andamos en su camino y bajo su dirección, descansamos en la esperanza y la paz que vienen de él.
7. Clamor a Dios y búsqueda de protección, Salmo 31
En ti, Señor, busco refugio;
jamás permitas que me avergüencen;
en tu justicia, líbrame.
Inclina a mí tu oído,
y acude pronto a socorrerme.
Sé tú mi roca protectora,
la fortaleza de mi salvación.
Guíame, pues eres mi roca y mi fortaleza,
dirígeme por amor a tu nombre.
Líbrame de la trampa que me han tendido,
porque tú eres mi refugio.
En tus manos encomiendo mi espíritu;
líbrame, Señor, Dios de la verdad.
(Salmo 31:1-5)
En el Salmo 31, el salmista clama por la protección de Dios, que lo libere de sus enemigos y lo proteja de las trampas que le han tendido. El salmo nos muestra que podemos confiar en la justicia de Dios y en su salvación. El oído de Dios está atento a nuestro clamor en los momentos de necesidad. Él es la roca en la cual nos podemos apoyar.
8. El Señor Todopoderoso está con nosotros, Salmo 46
Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza,
nuestra ayuda segura en momentos de angustia.
Por eso, no temeremos
aunque se desmorone la tierra
y las montañas se hundan en el fondo del mar.
(Salmo 46:1-2)Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios,
la santa habitación del Altísimo.
Dios está en ella, la ciudad no caerá;
al rayar el alba Dios le brindará su ayuda.
Se agitan las naciones, se tambalean los reinos;
Dios deja oír su voz, y la tierra se derrumba.
El Señor Todopoderoso está con nosotros;
nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah
(Salmo 46:4-7)Vengan y vean los portentos del Señor;
él ha traído desolación sobre la tierra.
Ha puesto fin a las guerras
en todos los confines de la tierra;
ha quebrado los arcos, ha destrozado las lanzas,
ha arrojado los carros al fuego.
«Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios.
¡Yo seré exaltado entre las naciones!
¡Yo seré enaltecido en la tierra!»
El Señor Todopoderoso está con nosotros;
nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah
(Salmo 46:8-11)
Dios es nuestro amparo y fortaleza en todo momento, su poder es capaz de controlar todas las cosas en la tierra y en el cielo. Por eso, podemos confiar en Dios siempre aún en medio de situaciones difíciles o confusas, porque él es grande, poderoso, y no nos deja solos.
9. Podemos confiar en Dios y en su compasión, Salmo 56
Ten compasión de mí, oh Dios,
pues hay gente que me persigue.
Todo el día me atacan mis opresores,
todo el día me persiguen mis adversarios;
son muchos los arrogantes que me atacan.
Cuando siento miedo,
pongo en ti mi confianza.
Confío en Dios y alabo su palabra;
confío en Dios y no siento miedo.
¿Qué puede hacerme un simple mortal?
(Salmo 56:1-4)
Dios nos ve en medio de nuestras luchas y actúa a nuestro favor. Él es todopoderoso, podemos confiar en su cuidado amoroso y constante. Confiar en Dios sabiendo que él cuida de nosotros, nos ayuda a vencer el miedo y nos da valor frente a nuestros enemigos.
10. Dios nos sostiene y nos ayuda, Salmo 37
Confía en el Señor y haz el bien;
establécete en la tierra y mantente fiel.
Deléitate en el Señor,
y él te concederá los deseos de tu corazón.
Encomienda al Señor tu camino;
confía en él, y él actuará.
Hará que tu justicia resplandezca como el alba;
tu justa causa, como el sol de mediodía.
Guarda silencio ante el Señor,
y espera en él con paciencia;
no te irrites ante el éxito de otros,
de los que maquinan planes malvados.
(Salmo 37:3-7)El Señor afirma los pasos del hombre
cuando le agrada su modo de vivir;
podrá tropezar, pero no caerá,
porque el Señor lo sostiene de la mano.
He sido joven y ahora soy viejo,
pero nunca he visto justos en la miseria,
ni que sus hijos mendiguen pan.
Prestan siempre con generosidad;
sus hijos son una bendición.
Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás dónde vivir.
Porque el Señor ama la justicia
y no abandona a quienes le son fieles.
El Señor los protegerá para siempre,
pero acabará con la descendencia de los malvados.
(Salmo 37:23-28)
En Dios estamos firmes y protegidos. Cuando le entregamos nuestros planes, nuestros problemas y todo lo que nos sucede, recibimos la certeza de su cuidado y su protección porque él nos ama, está obrando y obrará.
Renueva tu fe con estos otros Salmos de protección
10 Salmos más conocidos
1. Salmo 1
Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.
4 No así los malos,
Que son como el tamo que arrebata el viento.
5 Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,
Ni los pecadores en la congregación de los justos.
6 Porque Jehová conoce el camino de los justos;
Mas la senda de los malos perecerá.
(Salmo 1)
2. Salmo 8
¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!
Has puesto tu gloria sobre los cielos;
2 De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza,
A causa de tus enemigos,
Para hacer callar al enemigo y al vengativo.
3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
La luna y las estrellas que tú formaste,
4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,
Y el hijo del hombre, para que lo visites?
5 Le has hecho poco menor que los ángeles,
Y lo coronaste de gloria y de honra.
6 Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;
Todo lo pusiste debajo de sus pies:
7 Ovejas y bueyes, todo ello,
Y asimismo las bestias del campo,
8 Las aves de los cielos y los peces del mar;
Todo cuanto pasa por los senderos del mar.
9 ¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!
(Salmo 8)
3. Salmo 16
Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado.
2 Oh alma mía, dijiste a Jehová:
Tú eres mi Señor;
No hay para mí bien fuera de ti.
3 Para los santos que están en la tierra,
Y para los íntegros, es toda mi complacencia.
4 Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro dios.
No ofreceré yo sus libaciones de sangre,
Ni en mis labios tomaré sus nombres.
5 Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa;
Tú sustentas mi suerte.
6 Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos,
Y es hermosa la heredad que me ha tocado.
7 Bendeciré a Jehová que me aconseja;
Aun en las noches me enseña mi conciencia.
8 A Jehová he puesto siempre delante de mí;
Porque está a mi diestra, no seré conmovido.
9 Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma;
Mi carne también reposará confiadamente;
10 Porque no dejarás mi alma en el Seol,
Ni permitirás que tu santo vea corrupción.
11 Me mostrarás la senda de la vida;
En tu presencia hay plenitud de gozo;
Delicias a tu diestra para siempre.
(Salmo 16)
4. Salmo 19
Los cielos cuentan la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
2 Un día emite palabra a otro día,
Y una noche a otra noche declara sabiduría.
3 No hay lenguaje, ni palabras,
Ni es oída su voz.
4 Por toda la tierra salió su voz,
Y hasta el extremo del mundo sus palabras.
En ellos puso tabernáculo para el sol;
5 Y este, como esposo que sale de su tálamo,
Se alegra cual gigante para correr el camino.
6 De un extremo de los cielos es su salida,
Y su curso hasta el término de ellos;
Y nada hay que se esconda de su calor.
7 La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma;
El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.
8 Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón;
El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.
9 El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre;
Los juicios de Jehová son verdad, todos justos.
10 Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado;
Y dulces más que miel, y que la que destila del panal.
11 Tu siervo es además amonestado con ellos;
En guardarlos hay grande galardón.
12 ¿Quién podrá entender sus propios errores?
Líbrame de los que me son ocultos.
13 Preserva también a tu siervo de las soberbias;
Que no se enseñoreen de mí.
Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.
14 Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti,
Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.
(Salmo 19)
5. Salmo 22
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por qué estás tan lejos, y no vienes a salvarme?
¿Por qué no atiendes mi clamor?
2 Dios mío, te llamo de día, y no me respondes;
te llamo de noche, y no hallo reposo.
3 Tú eres santo, tú eres rey;
tú eres alabado por Israel.
4 Nuestros padres confiaron en ti;
en ti confiaron, y tú los libraste.
5 A ti clamaron, y fueron librados;
en ti confiaron, y no quedaron en vergüenza.
6 Pero yo soy más gusano que hombre;
¡un ser despreciable del que todos se burlan!
7 Los que me ven, se burlan de mí;
me hacen muecas, sacuden la cabeza, y dicen:
8 «Éste puso su confianza en el Señor,
¡pues que el Señor lo salve!
¡Que venga el Señor a librarlo,
ya que en él se complacía!»
9 Pero eres tú quien me dio la vida,
eres tú quien me infundió confianza
desde que era un niño de pecho.
10 Antes de nacer fui puesto a tu cuidado;
aun estaba yo en el vientre de mi madre,
y tú eras ya mi Dios.
11 No te apartes de mí, que me cerca la angustia
y nadie viene en mi ayuda.
12 Mucha gente poderosa me rodea;
son fuertes como toros de Basán.
13 Como leones feroces y rugientes,
abren sus fauces, dispuestos a atacarme.
14 Me voy diluyendo, como el agua;
tengo todos los huesos dislocados.
El corazón, dentro del pecho,
se me derrite como la cera.
15 Tengo seca, muy seca, la garganta;
la lengua se me pega al paladar;
¡me has lanzado al polvo de la muerte!
16 Me ha cercado una banda de malvados;
¡me tienen rodeado, como perros!
¡Han taladrado mis manos y mis pies!
17 Puedo contarme todos los huesos,
mientras ellos se regodean al verme.
18 Echan a la suerte mis vestidos
y se los reparten por sorteo.
19 Pero tú, Señor, ¡no te alejes!
Tú eres mi fuerza, ¡ven pronto en mi ayuda!
20 ¡Rescata de la espada y de esos perros
la única vida que tengo!
21 ¡Sálvame de las fauces de esos leones!
¡Líbrame de los cuernos de esos búfalos!
22 Anunciaré tu nombre a mis hermanos;
te alabaré en medio de la comunidad.
23 Ustedes, los que temen al Señor, ¡alábenlo!
Descendientes de Jacob, ¡denle gloria!
Hijos todos de Israel, ¡adórenlo!
24 El Señor no rechaza al afligido,
no desprecia a los que sufren,
ni esconde de ellos su rostro;
cuando a él claman, les responde.
25 Yo lo alabaré en medio de la comunidad,
y ante los que le temen cumpliré mis promesas.
26 Los pobres comerán, y quedarán satisfechos;
los que buscan al Señor lo alabarán,
y tendrán una larga vida.
27 Todos los rincones de la tierra
invocarán al Señor, y a él se volverán;
¡ante él se inclinarán todas las naciones!
28 El reinado es del Señor,
y él gobierna a todas las naciones.
29 Todos los poderosos de la tierra lo adorarán;
todos los mortales le rendirán pleitesía,
todos los que no tienen vida propia.
30 Las generaciones futuras le servirán,
y hablarán del Señor a la generación venidera.
31 Se dirá a los que aún no han nacido
que el Señor es justo en todo lo que hace.
(Salmo 22)
6. Salmo 23
El Señor es mi pastor; nada me falta.
2 En campos de verdes pastos me hace descansar;
me lleva a arroyos de aguas tranquilas.
3 Me infunde nuevas fuerzas
y me guía por el camino correcto,
para hacer honor a su nombre.
4 Aunque deba yo pasar por el valle más sombrío,
no temo sufrir daño alguno, porque tú estás conmigo;
con tu vara de pastor me infundes nuevo aliento.
5 Me preparas un banquete
a la vista de mis adversarios;
derramas perfume sobre mi cabeza
y me colmas de bendiciones.
6 Sé que tu bondad y tu misericordia
me acompañarán todos los días de mi vida,
y que en tu casa, oh Señor, viviré por largos días.
(Salmo 23)
7. Salmo 27
El Señor es mi luz y mi salvación;
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida;
¿quién podrá amedrentarme?
2 Cuando los malvados avanzan contra mí
para devorar mis carnes,
cuando mis enemigos y adversarios me atacan,
son ellos los que tropiezan y caen.
3 Aun cuando un ejército me asedie,
no temerá mi corazón;
aun cuando una guerra estalle contra mí,
yo mantendré la confianza.
4 Una sola cosa le pido al Señor,
y es lo único que persigo:
habitar en la casa del Señor
todos los días de mi vida,
para contemplar la hermosura del Señor
y recrearme en su templo.
5 Porque en el día de la aflicción
él me resguardará en su morada;
al amparo de su tabernáculo me protegerá,
y me pondrá en alto, sobre una roca.
6 Me hará prevalecer
frente a los enemigos que me rodean;
en su templo ofreceré sacrificios de alabanza
y cantaré salmos al Señor.
7 Oye, Señor, mi voz cuando a ti clamo;
compadécete de mí y respóndeme.
8 El corazón me dice: «¡Busca su rostro!»[a]
Y yo, Señor, tu rostro busco.
9 No te escondas de mí;
no rechaces, en tu enojo, a este siervo tuyo,
porque tú has sido mi ayuda.
No me desampares ni me abandones,
Dios de mi salvación.
10 Aunque mi padre y mi madre me abandonen,
el Señor me recibirá en sus brazos.
11 Guíame, Señor, por tu camino;
dirígeme por la senda de rectitud,
por causa de los que me acechan.
12 No me entregues al capricho de mis adversarios,
pues contra mí se levantan falsos testigos
que respiran violencia.
13 Pero de una cosa estoy seguro:
he de ver la bondad del Señor
en esta tierra de los vivientes.
14 Pon tu esperanza en el Señor;
ten valor, cobra ánimo;
¡pon tu esperanza en el Señor!
(Salmo 27)
8. Salmo 34
Bendeciré al Señor en todo tiempo;
su alabanza estará siempre en mi boca.
2 Alabaré al Señor con toda el alma.
¡Escuchen, gente humilde, y alégrense también!
3 ¡Únanse a mí, y reconozcan su grandeza!
¡Exaltemos a una voz su nombre!
4 Busqué al Señor, y él me escuchó,
y me libró de todos mis temores.
5 Los que a él acuden irradian alegría;
no tienen por qué esconder su rostro.
6 Este pobre clamó, y el Señor lo oyó
y lo libró de todas sus angustias.
7 Para defender a los que temen al Señor,
su ángel acampa alrededor de ellos.
8 ¡Prueben ustedes mismos la bondad del Señor!
¡Dichoso aquél que en él confía!
9 Ustedes, sus fieles, teman al Señor,
pues a quienes le temen nunca les falta nada.
10 Los cachorros del león chillan de hambre,
pero los que buscan al Señor lo tienen todo.
11 Hijos míos, acérquense y escúchenme;
voy a enseñarles a honrar al Señor.
12 ¿Quién de ustedes anhela vivir mucho tiempo?
¿Quién quiere vivir y llegar a ver el bien?
13 Eviten entonces que su lengua hable mal;
eviten que sus labios profieran mentiras.
14 Apártense del mal y practiquen el bien;
busquen la paz, y no la abandonen.
15 El Señor no aparta sus ojos de los justos;
sus oídos están siempre atentos a su clamor.
16 El Señor vigila a los que hacen el mal
Para borrar de la tierra su memoria.
17 Los justos gimen, y el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.
18 Cercano está el Señor para salvar
a los que tienen roto el corazón y el espíritu.
19 El justo pasa por muchas aflicciones,
pero el Señor lo libra de todas ellas.
20 El Señor le cuida cada uno de sus huesos,
y ni uno solo de ellos se le quebrará.
21 Al malvado lo destruye su propia maldad;
y los que odian al justo recibirán condenación.
22 El Señor rescata el alma de sus siervos;
no serán condenados los que en él confían.
(Salmo 34)
9. Salmo 51
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
2 Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.
3 Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
4 Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
5 He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
6 He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
7 Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.
8 Hazme oír gozo y alegría,
Y se recrearán los huesos que has abatido.
9 Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
11 No me eches de delante de ti,
Y no quites de mí tu santo Espíritu.
12 Vuélveme el gozo de tu salvación,
Y espíritu noble me sustente.
13 Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos,
Y los pecadores se convertirán a ti.
14 Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación;
Cantará mi lengua tu justicia.
15 Señor, abre mis labios,
Y publicará mi boca tu alabanza.
16 Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría;
No quieres holocausto.
17 Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
18 Haz bien con tu benevolencia a Sion;
Edifica los muros de Jerusalén.
19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,
El holocausto u ofrenda del todo quemada;
Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.
(Salmo 51)
10. Salmo 100
Aclamen alegres al Señor, habitantes de toda la tierra;
2 adoren al Señor con regocijo.
Preséntense ante él
con cánticos de júbilo.
3 Reconozcan que el Señor es Dios;
él nos hizo, y somos suyos.
Somos su pueblo, ovejas de su prado.
4 Entren por sus puertas con acción de gracias;
vengan a sus atrios con himnos de alabanza;
denle gracias, alaben su nombre.
5 Porque el Señor es bueno y su gran amor es eterno;
su fidelidad permanece para siempre.
(Salmo 100)
24 versículos populares de los Salmos
En paz me acuesto y me duermo,
porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado.
(Salmo 4:8)
Solo en Dios halla descanso mi alma;
de él viene mi salvación.
(Salmo 62:1)
Si el Señor no edifica la casa,
en vano se esfuerzan los albañiles.
Si el Señor no cuida la ciudad,
en vano hacen guardia los vigilantes.
En vano madrugan ustedes,
y se acuestan muy tarde,
para comer un pan de fatigas,
porque Dios concede el sueño a sus amados.
(Salmo 127:1-2)
Yo amo al Señor
porque él escucha mi voz suplicante.
Por cuanto él inclina a mí su oído,
lo invocaré toda mi vida.
Los lazos de la muerte me enredaron;
me sorprendió la angustia del sepulcro,
y caí en la ansiedad y la aflicción.
Entonces clamé al Señor:
«¡Te ruego, Señor, que me salves la vida!»
El Señor es compasivo y justo;
nuestro Dios es todo ternura.
El Señor protege a la gente sencilla;
estaba yo muy débil, y él me salvó.
(Salmo 116:1-6)
Atiende, Señor, a mis palabras;
toma en cuenta mis gemidos.
Escucha mis súplicas, rey mío y Dios mío,
porque a ti elevo mi plegaria.
Por la mañana, Señor, escuchas mi clamor;
por la mañana te presento mis ruegos,
y quedo a la espera de tu respuesta.
(Salmo 5:1-3)
En mi angustia invoqué al Señor;
clamé a mi Dios,
y él me escuchó desde su templo;
¡mi clamor llegó a sus oídos!
(Salmo 18:6)
Responde a mi clamor,
Dios mío y defensor mío.
Dame alivio cuando esté angustiado,
apiádate de mí y escucha mi oración.
(Salmo 4:1)
Señor, tú has sido nuestro refugio
generación tras generación.
Desde antes que nacieran los montes
y que crearas la tierra y el mundo,
desde los tiempos antiguos
y hasta los tiempos postreros,
tú eres Dios.
(Salmo 90:1-2)
Enséñanos a contar bien nuestros días,
para que nuestro corazón adquiera sabiduría.
¿Cuándo, Señor, te volverás hacia nosotros?
¡Compadécete ya de tus siervos!
Sácianos de tu amor por la mañana,
y toda nuestra vida cantaremos de alegría.
(Salmo 90:12-14)
Que el favor del Señor nuestro Dios
esté sobre nosotros.
Confirma en nosotros la obra de nuestras manos;
sí, confirma la obra de nuestras manos.
(Salmo 90:17)
Desde mi angustia clamé al Señor,
y él respondió dándome libertad.
El Señor está conmigo, y no tengo miedo;
¿qué me puede hacer un simple mortal?
El Señor está conmigo, él es mi ayuda;
¡ya veré por los suelos a los que me odian!
Es mejor refugiarse en el Señor
que confiar en el hombre.
Es mejor refugiarse en el Señor
que fiarse de los poderosos.
(Salmo 118:5-9)
Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón;
ponme a prueba y sondea mis pensamientos.
Fíjate si voy por mal camino,
y guíame por el camino eterno.
(Salmo 139:23-24)
Oh Señor, líbrame de los impíos;
protégeme de los violentos,
de los que urden en su corazón planes malvados
y todos los días fomentan la guerra.
(Salmo 140:1-2)
Bendeciré al Señor, que me aconseja;
aun de noche me reprende mi conciencia.
Siempre tengo presente al Señor;
con él a mi derecha, nada me hará caer.
(Salmo 16:7-8)
Esta es la oración al Dios de mi vida:
que de día el Señor mande su amor,
y de noche su canto me acompañe.
(Salmo 42:8)
Vengan, cantemos con júbilo al Señor; aclamemos a la roca de nuestra salvación.
Lleguemos ante él con acción de gracias, aclamémoslo con cánticos.
Porque el Señor es el gran Dios, el gran Rey sobre todos los dioses.
En sus manos están los abismos de la tierra; suyas son las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo; con sus manos formó la tierra firme.
Vengan, postrémonos reverentes, doblemos la rodilla
ante el Señor nuestro Hacedor.
Porque él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo de su prado;
¡somos un rebaño bajo su cuidado!
(Salmo 95:1-7)
Cual ciervo jadeante en busca del agua,
así te busca, oh Dios, todo mi ser.
Tengo sed de Dios, del Dios de la vida.
¿Cuándo podré presentarme ante Dios?
(Salmo 42:1-2)
¡Alaben al Señor, naciones todas!
¡Pueblos todos, cántenle alabanzas!
¡Grande es su amor por nosotros!
¡La fidelidad del Señor es eterna!
¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
(Salmo 117)
Te exaltaré, mi Dios y Rey;
por siempre bendeciré tu nombre.
Todos los días te bendeciré;
por siempre alabaré tu nombre.
Grande es el Señor, y digno de toda alabanza;
su grandeza es insondable.
Cada generación celebrará tus obras
y proclamará tus proezas.
Se hablará del esplendor de tu gloria y majestad,
y yo meditaré en tus obras maravillosas.
Se hablará del poder de tus portentos,
y yo anunciaré la grandeza de tus obras.
Se proclamará la memoria de tu inmensa bondad,
y se cantará con júbilo tu victoria.
El Señor es clemente y compasivo,
lento para la ira y grande en amor.
El Señor es bueno con todos;
él se compadece de toda su creación.
Que te alaben, Señor, todas tus obras;
que te bendigan tus fieles.
(Salmo 145:1-10)
Oh Dios, tú eres mi Dios;
yo te busco intensamente.
Mi alma tiene sed de ti;
todo mi ser te anhela,
cual tierra seca, extenuada y sedienta.
Te he visto en el santuario
y he contemplado tu poder y tu gloria.
Tu amor es mejor que la vida;
por eso mis labios te alabarán.
Te bendeciré mientras viva,
y alzando mis manos te invocaré.
Mi alma quedará satisfecha
como de un suculento banquete,
y con labios jubilosos
te alabará mi boca.
(Salmo 63:1-5)
No hay, Señor, entre los dioses otro como tú,
ni hay obras semejantes a las tuyas.
Todas las naciones que has creado
vendrán, Señor, y ante ti se postrarán
y glorificarán tu nombre.
Porque tú eres grande y haces maravillas;
¡solo tú eres Dios!
(Salmo 86:8-10)
Convertiste mi lamento en danza;
me quitaste la ropa de luto
y me vestiste de fiesta,
para que te cante y te glorifique,
y no me quede callado.
¡Señor mi Dios, siempre te daré gracias!
(Salmo 30:11-12)
Alaba, alma mía, al Señor;
alabe todo mi ser su santo nombre.
Alaba, alma mía, al Señor,
y no olvides ninguno de sus beneficios.
Él perdona todos tus pecados
y sana todas tus dolencias;
él rescata tu vida del sepulcro
y te cubre de amor y compasión;
él colma de bienes tu vida
y te rejuvenece como a las águilas.
(Salmo 103:1-5)
Busqué al Señor, y él me respondió;
me libró de todos mis temores.
Radiantes están los que a él acuden;
jamás su rostro se cubre de vergüenza.
Este pobre clamó, y el Señor le oyó
y lo libró de todas sus angustias.
El ángel del Señor acampa en torno a los que le temen;
a su lado está para librarlos.
Prueben y vean que el Señor es bueno;
dichosos los que en él se refugian.
(Salmo 34:4-8)