Salmo del Día
Un Salmo bíblico diario para inspirar y mejorar tu día.
Salmo de Hoy
Te exaltaré, mi Dios y Rey; por siempre bendeciré tu nombre.
Todos los días te bendeciré; por siempre alabaré tu nombre.
Grande es el Señor , y digno de toda alabanza; su grandeza es insondable.
Cada generación celebrará tus obras y proclamará tus proezas.
Se hablará del esplendor de tu gloria y majestad, y yo meditaré en tus obras maravillosas.
Se hablará del poder de tus portentos, y yo anunciaré la grandeza de tus obras.
Se proclamará la memoria de tu inmensa bondad, y se cantará con júbilo tu victoria.
El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor.
El Señor es bueno con todos; él se compadece de toda su creación.
Que te alaben, Señor , todas tus obras; que te bendigan tus fieles.
Que hablen de la gloria de tu reino; que proclamen tus proezas,
para que todo el mundo conozca tus proezas y la gloria y esplendor de tu reino.
Tu reino es un reino eterno; tu dominio permanece por todas las edades. Fiel es el Señor a su palabra y bondadoso en todas sus obras.
El Señor levanta a los caídos y sostiene a los agobiados.
Los ojos de todos se posan en ti, y a su tiempo les das su alimento.
Abres la mano y sacias con tus favores a todo ser viviente.
El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus obras.
El Señor está cerca de quienes lo invocan, de quienes lo invocan en verdad.
Cumple los deseos de quienes le temen; atiende a su clamor y los salva.
El Señor cuida a todos los que lo aman, pero aniquilará a todos los impíos.
¡Prorrumpa mi boca en alabanzas al Señor ! ¡Alabe todo el mundo su santo nombre, por siempre y para siempre!
Salmo de Ayer
Escucha, Señor , mi oración; llegue a ti mi clamor.
No escondas de mí tu rostro cuando me encuentro angustiado. Inclina a mí tu oído; respóndeme pronto cuando te llame.
Pues mis días se desvanecen como el humo, los huesos me arden como brasas.
Mi corazón decae y se marchita como la hierba; ¡hasta he perdido el apetito!
Por causa de mis fuertes gemidos se me pueden contar los huesos.
Parezco una lechuza del desierto; soy como un búho entre las ruinas.
No logro conciliar el sueño; parezco ave solitaria sobre el tejado.
A todas horas me ofenden mis enemigos, y hasta usan mi nombre para maldecir.
Las cenizas son todo mi alimento; mis lágrimas se mezclan con mi bebida.
¡Por tu enojo, por tu indignación, me levantaste para luego arrojarme!
Mis días son como sombras nocturnas; me voy marchitando como la hierba.
Pero tú, Señor , reinas eternamente; tu nombre perdura por todas las generaciones.
Te levantarás y tendrás piedad de Sión, pues ya es tiempo de que la compadezcas. ¡Ha llegado el momento señalado!
Tus siervos sienten cariño por sus ruinas; los mueven a compasión sus escombros.
Las naciones temerán el nombre del Señor ; todos los reyes de la tierra reconocerán su majestad.
Porque el Señor reconstruirá a Sión, y se manifestará en su esplendor.
Atenderá a la oración de los desamparados, y no desdeñará sus ruegos.
Que se escriba esto para las generaciones futuras, y que el pueblo que será creado alabe al Señor.
Miró el Señor desde su altísimo santuario; contempló la tierra desde el cielo,
para oír los lamentos de los cautivos y liberar a los condenados a muerte;
para proclamar en Sión el nombre del Señor y anunciar en Jerusalén su alabanza,
cuando todos los pueblos y los reinos se reúnan para adorar al Señor.
En el curso de mi vida acabó Dios con mis fuerzas; me redujo los días.
Por eso dije: «No me lleves, Dios mío, a la mitad de mi vida; tú permaneces por todas las generaciones.
En el principio tú afirmaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos.
Ellos perecerán, pero tú permaneces. Todos ellos se desgastarán como un vestido. Y como ropa los cambiarás, y los dejarás de lado.
Pero tú eres siempre el mismo, y tus años no tienen fin.
Los hijos de tus siervos se establecerán, y sus descendientes habitarán en tu presencia».
Salmo de Anteayer
A Dios elevo mi voz suplicante; a Dios elevo mi voz para que me escuche.
Cuando estoy angustiado, recurro al Señor; sin cesar elevo mis manos por las noches, pero me niego a recibir consuelo.
Me acuerdo de Dios, y me lamento; medito en él, y desfallezco. Selah
No me dejas conciliar el sueño; tan turbado estoy que ni hablar puedo.
Me pongo a pensar en los tiempos de antaño; de los años ya idos me acuerdo.
Mi corazón reflexiona por las noches; mi espíritu medita e inquiere:
«¿Nos rechazará el Señor para siempre? ¿No volverá a mostrarnos su buena voluntad?
¿Se habrá agotado su gran amor eterno, y sus promesas por todas las generaciones?
¿Se habrá olvidado Dios de sus bondades, y en su enojo ya no quiere tenernos compasión?» Selah
Y me pongo a pensar: «Esto es lo que me duele: que haya cambiado la diestra del Altísimo».
Prefiero recordar las hazañas del Señor , traer a la memoria sus milagros de antaño.
Meditaré en todas tus proezas; evocaré tus obras poderosas.
Santos, oh Dios, son tus caminos; ¿qué dios hay tan excelso como nuestro Dios?
Tú eres el Dios que realiza maravillas; el que despliega su poder entre los pueblos.
Con tu brazo poderoso redimiste a tu pueblo, a los descendientes de Jacob y de José. Selah
Las aguas te vieron, oh Dios, las aguas te vieron y se agitaron; el propio abismo se estremeció con violencia.
Derramaron su lluvia las nubes; retumbaron con estruendo los cielos; rasgaron el espacio tus centellas.
Tu estruendo retumbó en el torbellino y tus relámpagos iluminaron el mundo; la tierra se estremeció con temblores.
Te abriste camino en el mar; te hiciste paso entre las muchas aguas, y no se hallaron tus huellas.
Por medio de Moisés y de Aarón guiaste como un rebaño a tu pueblo.