Dios valora y ama a la mujer. Él la creó para ayudar y corresponder al hombre. La mujer recibió la misma bendición que el hombre para dominar la tierra y son llamados a trabajar juntos, en armonía. Dios no llama a la mujer a competir con el hombre, sino a aportar sus talentos, su fortaleza y su amor para juntos construir un mundo mejor para la gloria de Dios.
El plan de Dios para la mujer es que ella use todo su potencial para ser de bendición para su familia, la iglesia y la comunidad en general. Dios quiere usar la mujer para extender su reino en la tierra y mostrar su amor a la humanidad.
1. La mujer como creación de Dios y su valor
Desde el mismo momento de la creación, Dios otorgó a la mujer un valor especial, diseñándola con propósito y dignidad. Dios la creó a su imagen, al igual que el hombre, y ambos tienen un papel complementario en su plan. La mujer no es inferior, sino parte del diseño divino para la humanidad.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.
(Génesis 1:27-28)
Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios.
(1 Corintios 11:11-12)
Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.
(Génesis 2:18)
Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.
(1 Pedro 3:7)
2. El rol de la mujer como esposa
Dios estableció el matrimonio como una relación de amor y respeto mutuo. En este vínculo, la mujer tiene un papel clave como compañera y ayuda idónea. Se le llama a la sujeción en amor, reflejando la relación entre Cristo y la Iglesia, mientras que el esposo debe honrarla y amarla.
Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.
(Efesios 5:22-24)
Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.
(1 Pedro 3:1-6)
A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.
(Génesis 3:16)
3. El papel de la mujer en la familia y como madre
La mujer juega un rol fundamental en la formación y edificación de su hogar. Su influencia en la crianza y educación de los hijos es invaluable, y su sabiduría contribuye a la estabilidad de la familia. Dios la llama a ser una madre y guía amorosa, a ser de ejemplo y bendición para sus hijos y para toda la familia.
Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre,
Y no desprecies la dirección de tu madre;
(Proverbios 1:8)
La mujer sabia edifica su casa; pero la insensata con sus propias manos la destruye.
(Proverbios 14:1)
Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo.
(1 Timoteo 3:11)
Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su porte y maestras del bien, no calumniadoras ni esclavas del vino; deben enseñar a las mujeres más jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas y sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada.
(Tito 2:3-5)
4. La mujer como trabajadora y ejemplo de virtud
Según el plan de Dios para ella, la mujer debe ser una persona diligente, fuerte y emprendedora. Su esfuerzo no solo bendice a su familia, sino también a la comunidad. Su sabiduría y laboriosidad reflejan el carácter de una mujer virtuosa, cuya influencia es invaluable.
Las telas que hace, las vende,
y provee a los comerciantes con cinturones.
Se reviste de fuerza y de honra,
y no le preocupa lo que pueda venir.
Habla siempre con sabiduría,
y su lengua se rige por la ley del amor.
Siempre atenta a la marcha de su hogar,
nunca come un pan que no se haya ganado.
(Proverbios 31:24-27)
Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?
Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.
El corazón de su marido está en ella confiado,
Y no carecerá de ganancias.
Le da ella bien y no mal
Todos los días de su vida.
(Proverbios 31:10-12)
Busca lana y lino,
Y con voluntad trabaja con sus manos.
Es como nave de mercader;
Trae su pan de lejos.
Se levanta aun de noche
Y da comida a su familia
Y ración a sus criadas.
Considera la heredad, y la compra,
Y planta viña del fruto de sus manos.
Ciñe de fuerza sus lomos,
Y esfuerza sus brazos.
Ve que van bien sus negocios;
Su lámpara no se apaga de noche.
Aplica su mano al huso,
Y sus manos a la rueca.
Alarga su mano al pobre,
Y extiende sus manos al menesteroso.
(Proverbios 31:13-20)
5. La mujer como ejemplo de carácter y conducta cristiana
Más allá de su apariencia externa, Dios valora el corazón y el carácter de la mujer. Ella es llamada a vivir con modestia, sabiduría y amor, reflejando la belleza de un espíritu afable y apacible. Su testimonio es una luz para los demás.
Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.
(1 Timoteo 2:9-10)
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