Tres mujeres que ungieron a Jesús con perfume (con versículos y explicación)


Equipo de Bibliaon
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En los evangelios encontramos tres ocasiones en las que Jesús fue ungido con aceite o perfume caro. ¿Quiénes ungieron a Jesús? La Biblia habla sobre una mujer pecadora que ungió los pies de Jesús con un perfume caro y con sus lágrimas. También sabemos sobre María de Betania. Ella derramó nardo puro sobre los pies de Jesús. Finalmente, cuando Jesús se encontraba en casa de Simón, el leproso, una mujer no identificada se acercó a él con un vaso de alabastro con perfume de gran precio que derramó su cabeza.

1. Jesús ungido por una mujer pecadora (Lucas 7:36-50)

En una ocasión, una mujer pecadora ungió los pies de Jesús con sus propias lágrimas y con perfume. Esto sucedió en casa de un fariseo llamado Simón. Él había invitado a Jesús a comer, pero no lo trató con la debida distinción. La mujer pecadora, sin embargo, fue humilde ante Jesús.

Jesús aprovechó la ocasión para hablar sobre el arrepentimiento, el perdón de Dios y la importancia de reconocer nuestra necesidad de Dios. Este relato destaca la compasión de Jesús por los pecadores arrepentidos y la importancia que tienen la fe y la humildad para alcanzar la gracia divina.

Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume. Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora. Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas esta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste beso; mas esta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite; mas esta ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es este, que también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
(Lucas 7:36-50)

2. Jesús es ungido por María de Betania (Juan 11:1-2, 12:1-8)

En Betania, María, hermana de Marta y Lázaro, ungió los pies de Jesús con un perfume caro de nardo puro. Luego, secó los pies del Señor con sus cabellos. Esta fue la misma María que se sentó a escuchar las enseñanzas de Jesús mientras su hermana hacía las tareas del hogar y la que vio el milagro de la resurrección de su hermano, Lázaro.

Jesús aprovechó la ocasión para anunciar su muerte, recordándoles que no estaría con ellos físicamente para siempre.

Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.)
(Juan 11:1-2)

Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar: ¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres? Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.
(Juan 12:1-8)

3. Jesús es ungido en casa de Simón el leproso (Mateo 26:6-13, Marcos 14:3-9)

Antes de la Pascua, una mujer no identificada ungió la cabeza de Jesús con un vaso de alabastro lleno con un perfume caro. Este hecho ocurrió poco antes de la crucifixión y Jesús elogió la acción de la mujer, indicando que ella lo había ungido para su entierro. Al igual que el episodio de la unción en Betania, este también se interpreta como una preparación simbólica para la muerte inminente de Jesús.

Jesús elogió a la mujer y dijo que dondequiera que se predicara el evangelio, también se sabría lo que ella había hecho.

Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa. Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella.
(Mateo 26:6-13)

Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella. Pero Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella.
(Marcos 14:3-9)

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