El Salmo 125 es como un abrazo que imparte confianza en el cuidado y la fidelidad de nuestro Dios. En él encontramos una promesa preciosa del Señor que llena de esperanza a todo aquel que confía en él: Dios protege a los que son suyos.
En algunas versiones este salmo tiene como título «Cántico de los peregrinos» o «Cántico de ascenso gradual». El pueblo de Israel lo usaba en su peregrinaje anual a Jerusalén de camino a la celebración de alguna de sus fiestas. Junto con el salmista, afirmaban con júbilo la realidad del cuidado y la protección de Dios sobre ellos.
Medita hoy en el mensaje de paz, confianza y seguridad que transmite este hermoso poema.
Salmo 125
1 Los que confían en el Señor son como el monte Sión, que jamás será conmovido, que permanecerá para siempre. 2 Como rodean las colinas a Jerusalén, así rodea el Señor a su pueblo, desde ahora y para siempre. 3 No prevalecerá el cetro de los impíos sobre la heredad asignada a los justos, para que nunca los justos extiendan sus manos hacia la maldad. 4 Haz bien, Señor, a los que son buenos, a los de recto corazón. 5 Pero a los que van por caminos torcidos deséchalos, Señor, junto con los malhechores. ¡Que haya paz en Israel!
Explicación del Salmo 125 versículo por versículo
La seguridad de los que confían en el Señor
Los que confían en el Señor
son como el monte Sión,
que jamás será conmovido,
que permanecerá para siempre.
Como rodean las colinas a Jerusalén,
así rodea el Señor a su pueblo,
desde ahora y para siempre.
(Salmo 125:1-2)
Son muchas las situaciones en la vida que pueden sacudirnos, pero cuando tenemos nuestra confianza puesta en Dios, nuestro fundamento es fuerte y no se debilita. Puede desmoronarse todo lo demás, pero la fe en Dios nos afirma y nos guarda de la destrucción.
Tal como las colinas rodean a Jerusalén y sirven como barrera protectora ante los ataques enemigos, así Dios rodea a su pueblo y lo protege. Solo llegará a nuestras vidas aquello que Dios permita pasar. Por eso, los hijos de Dios no debemos vivir en temor, sino confiar en nuestro Padre celestial que cuida de nosotros y sabe lo que es mejor.
Dios es la roca que nos protege. En la hora de la dificultad o el peligro él está con nosotros, luchando por nosotros. A veces no logramos ver la mano de Dios, pero al final, él siempre trae justicia y salvación para los que son fieles a él. Todo el que confía en Dios y le obedece tiene una seguridad que los demás no tienen.
Dios protege a los justos
No prevalecerá el cetro de los impíos
sobre la heredad asignada a los justos,
para que nunca los justos extiendan
sus manos hacia la maldad.
(Salmo 125:3)
El mal y la impiedad no prevalecen sobre los justos. Llegarán momentos difíciles a nuestra vida, pero no permanecerán para siempre. Dios sabe hasta dónde podemos soportar y no permitirá nada que dañe nuestra alma (Salmo 121:7). El deseo de su corazón es que pasemos la eternidad con él. Nada ni nadie nos arrebatará lo que Dios ya ha preparado para nosotros.
Nuestras decisiones tienen consecuencias
Haz bien, Señor, a los que son buenos,
a los de recto corazón.
Pero a los que van por caminos torcidos
deséchalos, Señor, junto con los malhechores.
(Salmo 125:4-5a)
Aquí el salmista pide que Dios derrame su bondad sobre los que tienen un corazón recto. También ora porque se manifieste la justicia de Dios sobre los que van por caminos torcidos, aquellos que disfrutan haciendo el mal. Escoger el bien o el mal es decisión propia, pero sea cual sea nuestra elección traerá consecuencias.
Dios es justo y bueno. Él ve todo lo que acontece y nada pasa desapercibido. Los que amamos a Dios y buscamos hacer el bien tenemos la promesa de que Dios nos tratará con bondad. Pasaremos por sufrimientos como todos los demás, pero no estaremos solos en la lucha. Dios nos acompañará, nos ayudará a superar las dificultades y recompensará nuestra fidelidad.
Dios también ve a los que hacen el mal. Él castiga la injusticia para que las personas aprendan a hacer el bien. Puede que a veces parezca que la injusticia vale la pena, pero al final, trae destrucción.
Oración por la paz de Israel
¡Que haya paz en Israel!
(Salmo 125:5b)
El salmista termina orando por la paz de Israel. Su anhelo era ver a su pueblo prosperando y viviendo en paz. De la misma forma, nosotros debemos anhelar ver la paz de Dios cubriendo al pueblo de Israel y a todas las naciones del mundo. Según el salmista intercedía ante Dios para que su pueblo viviera en paz y estabilidad, así debemos interceder cada uno de nosotros por el pueblo de Dios y por todas las naciones. ¡Que la paz de nuestro Señor llene este mundo!
Confía en Dios, haz el bien y él será tu seguridad.
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