Lo que siembras, cosechas: lo que dice la Biblia


Equipo de Bibliaon
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La ley de la siembra es un principio general que enseña que cada uno cosecha lo que siembra. La Biblia no utiliza esta expresión, pero enseña esta verdad en varios versículos y en diferentes analogías.

No se engañen. Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará.
(Gálatas 6:7)

Lo que sí he llegado a ver es lo siguiente:
los que siembran maldad, cosechan lo que siembran.
(Job 4:8)

Pero el que hace lo malo, recibirá el pago del mal que haya hecho, porque ante Dios no hay favoritismos.
(Colosenses 3:25)

Las obras del malvado no tienen sustento;
sembrar la justicia tiene un premio seguro.
(Proverbios 11:18)

A través de estos y otros textos, la Biblia enseña que nuestras acciones tienen consecuencias y que Dios es el Juez soberano sobre todo. Un día todos tendremos que rendir cuentas a Dios por lo que hemos hecho:

Así que cada uno de nosotros tendrá que rendir cuentas a Dios de sí mismo.
(Romanos 14:12)

Sin embargo, no podemos confundir la relación entre la siembra y la cosecha con la idea del karma. La siembra tampoco es una regla que garantiza la prosperidad material.

Recogemos lo que plantamos

Esta es una regla general, tanto en la vida como en la agricultura: si sembramos frijoles no cosecharemos trigo, y viceversa. Si sembramos odio, resentimiento y falta de perdón, no cosecharemos amor, satisfacción ni perdón.

En las diversas áreas de nuestra vida, tenemos la capacidad de sembrar cosas buenas, guiados por el Espíritu de Dios. O sembrar semillas malas, llevados por la naturaleza humana (carnal) que continúa siendo pecadora. Así, nuestras motivaciones, acciones y omisiones producirán frutos abundantes de la misma naturaleza que la semilla.

En todos los casos, Dios dará a cada uno el pago por sus acciones. Y cada una de nuestras acciones tiene consecuencias. Por otra parte, Dios también perdona y transforma a quienes se arrepienten con fe.

Siembra perjudicada

¿Se cosecha lo que se siembra? La regla general es que sí, pero no siempre... Esta es una respuesta difícil. Pero, si pensamos en la realidad de la vida, tal como en la metáfora del sembrador en el campo, a veces lo que se planta puede fallar.

No siempre el agricultor cosecha lo que siembra. A veces, la tierra no está preparada, la semilla no fue regada adecuadamente o no se sembró en un buen terreno. Jesús enseñó esto en la parábola del sembrador. A veces, solo años después, otros disfrutarán de lo que fue sembrado antes.

Lo mismo ocurre en nuestras vidas. A veces, parece que los justos sufren injusticias y que los malos salen beneficiados. En realidad, la relación entre causa y consecuencia no siempre parece muy clara en el mundo. Debido al pecado y sus consecuencias en el mundo, el sufrimiento y las cosas malas les ocurren a todos, indistintamente.

Otras veces, el plan de Dios considera incluso estas injusticias para un beneficio mayor. Por ejemplo, José sufrió amargamente, pero luego pudo ser instrumento de bendición para su familia y para todo Egipto. Jesús tampoco "sembró" nada como para merecer la muerte que sufrió. Pero todo esto ocurrió para que hoy, todos los que creen en él puedan obtener la salvación.

La ley de la siembra en Gálatas

El versículo que mejor ejemplifica la enseñanza sobre la siembra y la cosecha está en el libro de Gálatas:

No se engañen. Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará. El que siembra para sí mismo, de sí mismo cosechará corrupción; pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.
(Gálatas 6:7-8)

El texto enseña que NO podemos engañar a Dios, intentando ocultar lo que hacemos. Si realmente llevamos una vida inmoral, practicando el mal constantemente, sufriremos las consecuencias tarde o temprano.

En el versículo 8, vemos la idea de la contraposición entre sembrar en el Espíritu (actuar según las orientaciones de Dios) y sembrar en la carne (según la inclinación al mal). Son dos tipos de semillas bien definidas para elegir. Este contraste es aún más claro si observamos el contexto del capítulo anterior, que muestra los resultados de los deseos carnales y del fruto del Espíritu:

Las obras de la carne se manifiestan en adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas. Acerca de ellas les advierto, como ya antes les he dicho, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
(Gálatas 5:19-21)

Lo opuesto a esto es el fruto que el Espíritu de Dios produce en nosotros, si sembramos guiados por él:

Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley.
(Gálatas 5:22-23)

Dios hace que una semilla de trigo produzca trigo, naturalmente. De la misma manera, quien siembra para el Espíritu, cosechará bienes espirituales, así como quien siembra en la carne cosechará carnalidad. Esta es la esencia de la ley de la siembra en la Biblia.

La ley de la siembra y los predicadores de la prosperidad

Dios está más interesado en tu corazón que en tu dinero. Pero, lamentablemente, muchos enseñan lo contrario hoy en día. Engañosamente, recurren a porciones de la Biblia para enfatizar enseñanzas que no son bíblicas.

La promesa de prosperidad supuestamente garantizada por la ley de la siembra es uno de estos engaños. No te dejes engañar: la Biblia no enseña que necesitas dar bienes materiales para recibir prosperidad material. Analiza bien las Escrituras y huye de falsas enseñanzas.

Éstos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con mucha atención, y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era cierto lo que se les anunciaba.
(Hechos 17:11)

De la misma manera, no busques ofrendar o donar esperando recibir algo a cambio. Eso sería mezquino. El principio bíblico para las contribuciones es la gracia de Dios, que implica generosidad, alegría y amor. Recuerda: Dios no hace tratos, intercambios ni negocios turbios con nadie.

La ley de la siembra no es un tratado de prosperidad material

Muchos predicadores de la teología de la prosperidad utilizan algunos textos bíblicos, como 2 Corintios 8 y 9, para animar a sus oyentes a ofrecer grandes cantidades. Sin embargo, ese no es el propósito ni la enseñanza de estos textos.

Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra.
(2 Corintios 9:7-8)

En esa ocasión, el apóstol Pablo recogía ofrendas de las iglesias para ayudar a los cristianos de Judea, que tenían gran necesidad debido al hambre y la persecución. Así, él enseñó a los creyentes utilizando la metáfora de sembrar, no en el sentido de “inversión financiera” (dar para recibir más a cambio), sino más bien, en el sentido espiritual (dar para manifestar la gracia de Dios).

Es decir: cuando damos para las cosas correctas:

  • Se satisfacen las necesidades reales, no el enriquecimiento mediante instituciones y falsos maestros.
  • La gratitud se dirige a Dios por su generosidad y amor.
  • Los que reciben oran por los que dan.
  • El amor y la generosidad de Dios son imitados modestamente por su pueblo.

Téngase en cuenta que esto no tiene nada que ver con el enriquecimiento de ninguna de las partes. La Biblia habla mucho del dinero, precisamente para enfrentar nuestra codicia (apego excesivo a los bienes materiales). Enseña la generosidad y la donación voluntaria, por la gracia de Dios (2 Corintios 8:1-4), y sin fines mezquinos o codiciosos (2 Corintios 9:5).

Insistentemente nos rogaron que les concediéramos el privilegio de participar en este servicio para los santos.
(2 Corintios 8:4)

La liberalidad y la generosidad con los recursos que Dios nos da, son dones de la gracia. Este fruto de bondad pertenece a quienes comprenden que todo lo han recibido del Señor y, por tanto, también pueden dar de lo que tienen en beneficio de los necesitados.

Por eso, se nos anima a contribuir al mantenimiento de la obra de Dios y a ayudar a otros que carecen de recursos espirituales y materiales, pero sin tener motivos ulteriores.

Versículos sobre sembrar y cosechar

El que siembra maldad, maldad cosechará;
¡el Señor destruirá su insolente violencia!
(Proverbios 22:8)

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado.
(Eclesiastés 3:1-2)

Lo que sí he llegado a ver es lo siguiente:
los que siembran maldad, cosechan lo que siembran.
(Job 4:8)

Ustedes abrieron surcos para la impiedad, y lo que cosecharon fue la iniquidad. Por eso comerán el fruto de la mentira, pues confiaron en sus propias ideas y en la multitud de sus guerreros.
(Oseas 10:13)

Porque sembraron viento, y torbellino segarán; no tendrán mies, ni su espiga hará harina; y si la hiciere, extraños la comerán.
(Oseas 8:7)

Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán.
Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla;
Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.
(Salmo 126:5-6)

El que sólo mira el viento, no siembra; el que sólo contempla las nubes, no cosecha.
(Eclesiastés 11:4)

El hombre perverso levanta contienda,
Y el chismoso aparta a los mejores amigos.
(Proverbios 16:28)

Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno.
(Eclesiastés 11:6)

El sembrador es el que siembra la palabra. Y estos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones. Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan. Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra, pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Y estos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.
(Marcos 4:14-20)

Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.
(2 Corintios 9:6-7)

Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo espiritual.
(1 Corintios 15:42-44)

Porque te olvidaste del Dios de tu salvación, y no te acordaste de la roca de tu refugio; por tanto, sembrarás plantas hermosas, y plantarás sarmiento extraño. El día que las plantes, las harás crecer, y harás que su simiente brote de mañana; pero la cosecha será arrebatada en el día de la angustia, y del dolor desesperado.
(Isaías 17:10-11)

Así que, todo lo que quieran que la gente haga con ustedes, eso mismo hagan ustedes con ellos, porque en esto se resumen la ley y los profetas.
(Mateo 7:12)

Siembra siempre en el Espíritu de Dios, así cosecharás frutos ahora y hasta la eternidad con él.

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