La sangre de Cristo es poderosa. Es más que suficiente para limpiarnos de todo pecado y librarnos de la muerte espiritual eterna. Gracias a su obra, podemos tener la certeza de que somos perdonados y de que estaremos con él por toda la eternidad.
Luego de que Adán y Eva pecaron, se estableció un sistema de sacrificio de animales que ofrecía perdón temporal por los pecados cometidos. El pueblo debía ofrecer una ofrenda de sangre (un cordero sin mancha) para poder recibir el perdón por los pecados cometidos. Era un sacrificio anual, pues su efectividad era limitada.
Sin embargo, el sacrificio de Jesús en la cruz, la sangre que él derramó allí, no tiene fecha de caducidad. Su poder no tiene límite, puede lavar los pecados de toda la humanidad. Él se entregó a sí mismo de forma voluntaria para que, por medio de él, nos podamos presentar limpios y sin mancha ante el Padre.
El poder de la sangre de Cristo
Desde que Adán y Eva eligieron desobedecer a Dios, el pecado entró al mundo. Era necesario un sistema que proveyera la limpieza del pecado, pues el pecado crea una barrera entre el hombre y Dios. En el libro de Levítico, capítulo 16, leemos sobre el día de la expiación, una celebración anual en la que el pueblo ofrecía el sacrificio de animales para borrar las culpas de sus pecados.
Todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios, separados de él (Romanos 3:23). Pero Dios ofreció el camino de la reconciliación con él por medio de Jesucristo. Era necesario un sacrificio perfecto y Jesús fue ese sacrificio. Él, que no había conocido pecado, se hizo pecado por nosotros, para que fuésemos hechos justicia de Dios en él (2 Corintios 5:21).
Jesús, Dios encarnado, nunca pecó. Pero voluntariamente, asumió el pecado de toda la humanidad en la cruz, para darnos la oportunidad de recibir el perdón eterno. Es gracias a Jesús y su sacrificio en la cruz que, cuando nos acercamos al Padre en oración, él nos ve justos, perdonados, redimidos.
El sacrificio de Jesús en la cruz nos libró de la esclavitud del pecado, nos limpió y nos purificó. Su sangre fue el rescate pagado para que nosotros podamos ser salvos y tengamos vida eterna.
Ahora, todos los que reciben a Jesús como Señor y Salvador, pasan a ser hijos de Dios por toda la eternidad. Gracias a Jesucristo, podemos vivir y disfrutar de la presencia de Dios para siempre. Solo tenemos que aceptar ese regalo por medio de Jesús.
La sangre derramada por Cristo, declara también la victoria sobre Satanás. El diablo pensó que el pecado separaría a toda la humanidad de Dios por siempre, pero en Cristo hay perdón y redención. El diablo es un enemigo derrotado, sabe que tiene los días contados, porque la sangre que Jesús declara la vida eterna que hay en Dios, vida que va mucho más allá de lo físico.
Lo que hace la sangre de Cristo
- Reemplaza el antiguo pacto- Hebreos 9:9-22
- Nos limpia de nuestros pecados, nos purifica - Hebreos 9:13-14, 1 Juan 1:7, Apocalipsis 7:14
- Fue el rescate pagado por nosotros para que podamos ser salvos y tengamos vida eterna - 1 Pedro 1:18-21, Romanos 5:8-11
- Es el fundamento del nuevo pacto - Lucas 22:20
- Nos abrió paso para que podamos ir ante la presencia de Dios, nos reconcilió - Hebreos 10:19-22, Efesios 2:13, Colosenses 1:20
- Por la sangre de Cristo, tenemos paz con Dios - Colosenses 1:18-20
- Victoria sobre Satanás - Apocalipsis 12:11
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