La historia de Jeremías (el profeta llorón)


Equipo de Bibliaon
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Jeremías fue un profeta del reino de Judá entre los siglos VII y VI antes de Cristo. Se le conoce como el profeta llorón debido a su sufrimiento y lamento por la rebeldía de Israel contra Dios. Su mensaje era bastante impopular en su tiempo. Jeremías vivió durante los últimos días de Judá, antes de la caída de Jerusalén y del cautiverio en Babilonia.

El "profeta de las lágrimas", como se le llama, comenzó a profetizar siendo muy joven. Era hijo de Hilcías, el sacerdote de Anatot, una ciudad en el territorio de Benjamín ubicada a pocos kilómetros de Jerusalén. Su llamado fue relevante principalmente para anunciar el juicio de Dios ante la idolatría y la injusticia del pueblo.

Representación del profeta Jeremías, imagen generada por IA

Jeremías transmitía un mensaje severo de parte de Dios, lo que lo llevó a la cárcel, a recibir golpes y amenazas repetidamente por los líderes religiosos y políticos de la época. Ejerció su ministerio durante los reinados de Josías, Joacim, Joaquín y Sedequías, reyes de Judá.

Jeremías tuvo una vida solitaria, ya que su mensaje no agradaba al público. Dios le prohibió casarse, como una forma de mostrar con su propia vida que las cosas triviales cesarían brevemente debido al exilio en Babilonia.

Jeremías profetizó durante los últimos 40 años de Judá, hasta la invasión de Jerusalén y la deportación de los judíos a Babilonia. Sin embargo, el rey babilónico, Nabucodonosor, liberó a Jeremías, permitiéndole quedarse en Judá junto al gobernador Gedalías.

Pero cuando el rey fue asesinado, los judíos que aún quedaban en Judá huyeron a Egipto y llevaron a Jeremías a la fuerza, contrariando la voluntad de Dios. En Egipto, Jeremías profetizó contra los judíos que buscaban protección junto a los egipcios y también contra varias naciones desobedientes.

Además de predecir la invasión de Babilonia y el cautiverio, Jeremías también anticipó la destrucción de este imperio al final de 70 años de dominio y el regreso de los judíos a su tierra. Probablemente, Jeremías pasó sus últimos días exiliado en Egipto.

Visión general de la vida del profeta Jeremías

Aspecto Detalles
Origen Nacido en Anatot, cerca de Jerusalén.
Familia Hijo de Hilcías, sacerdote. Vivió durante los últimos años del reino de Judá, período de crisis y declive moral.
Llamado profético Llamado por Dios desde su juventud, con cierta resistencia inicial, pero recibió ánimo por parte de Dios a profetizar sus palabras.
Mensaje profético Predicó sobre el arrepentimiento y el juicio inminente debido a la idolatría y corrupción. Anunció la destrucción de Jerusalén y el cautiverio babilónico. También profetizó la restauración y el fin del cautiverio, después de 70 años.
Persecución y sufrimiento Al sufrir el rechazo de su pueblo y de los líderes, Jeremías lloraba y oraba constantemente. Sufrió acusaciones, prisión, agresiones, intentos de ejecución y exilio en Egipto.
Ministerio post-caída Permaneció en Judá y aconsejó a los que quedaron, pero no le escucharon, así que lo llevaron a la fuerza a Egipto.
Contribuciones y legado Autor del libro de Jeremías y probablemente del libro de Lamentaciones de Jeremías.
Muerte Exiliado en Egipto, Jeremías continuó profetizando hasta su muerte.

Estudio bíblico sobre el profeta Jeremías

Origen y familia de Jeremías

Jeremías era un sacerdote de Anatot, una tierra benjaminita, ubicada en las cercanías de Jerusalén. Su padre se llamaba Hilcías. Este fue el sumo sacerdote que encontró el libro de la Ley del Señor, en los días del reinado de Josías (2 Crónicas 34:14-18). Jeremías creció en una familia temerosa de Dios que lo instruyó para seguir los principios y ordenanzas del Señor.

Dios le prohibió casarse

Jeremías tenía una vida bastante solitaria, no solo por su personalidad o por su mensaje impopular sobre el castigo divino. En cierto modo, fue así también por orden divina. Debido al juicio inminente, Dios le ordenó a Jeremías que no se casara ni tuviera hijos, como una forma de ejemplificar lo que sucedería a las personas de Judá (Jeremías 16).

El llamado de Jeremías

Dios eligió a Jeremías incluso antes de nacer (Jeremías 1:4-19). Dios llamó a Jeremías al ministerio profético, es decir, a anunciar los mensajes divinos, cuando aún era bastante joven: quizás con 19 o 20 años. Por ello, sentía temor de aceptar el llamado, ya que tendría que dirigirse a los ancianos y líderes de la tierra. Jeremías no se sentía lo suficientemente maduro y sabía que las personas no le darían credibilidad.

Pero Dios animó a Jeremías, diciéndole que estaría con él y lo protegería. Tocó los labios de Jeremías, dándole su palabra y autoridad para anunciarla dondequiera que fuera.

En aquel tiempo, el pueblo vivía apartado de Dios, por lo que la palabra de juicio divino sobre Judá debía ser proclamada debido a la idolatría y desobediencia. Jeremías también fue llamado al celibato y a dedicarse únicamente al oficio de profeta.

El mensaje del profeta Jeremías

En primer lugar, Jeremías llamaba al pueblo a volver a Dios. Pero el pueblo y sus líderes se negaban. El mensaje de Jeremías era un llamado al arrepentimiento de Judá para evitar el juicio divino que estaba por venir, tal como había sucedido con el reino de Israel. Ya habían experimentado un cautiverio a manos de los asirios y, aun así, persistieron en su pecado, sin volverse a Dios.

El pueblo, los líderes e incluso los religiosos, detestaban escuchar los mensajes de Dios a través de Jeremías. Por eso conspiraban contra su vida, siendo encarcelado muchas veces e incluso exiliado en Egipto. El ministerio de Jeremías era solitario y su mensaje disgustaba a quienes lo oían.

Como el pueblo no se arrepentía, viviendo una religión hipócrita, recibiría juicio por sus pecados. Ya no habría más oportunidades, Judá sería invadido y no escaparía de Babilonia.

Los lamentos y oraciones del "profeta llorón"

Jeremías predicaba para personas hostiles, que ya habían cerrado sus oídos a Dios. Era un hombre introspectivo y subestimado, y por transmitir las palabras de Dios se sentía triste y solo. Jeremías era un hombre sensible y fiel en medio de una sociedad agresiva y corrupta. Desilusionado con las personas, lamentaba y buscaba a Dios constantemente en oración.

¡Quién me diera que mi cabeza fuera agua y mis ojos manantial de lágrimas, para que llorara día y noche por los muertos de la hija de mi pueblo! 2 ¡Quién me diera una posada de caminantes en medio del desierto, para abandonar a mi pueblo e irme de ellos! Porque todos ellos son unos adúlteros, una asamblea de traidores.
(Jeremías 9:1-2)

A pesar de que Jeremías se lamentaba a menudo del oficio que ejercía entre el pueblo, nunca dejó de profetizar y permaneció fiel a Dios. Dios cuidó del "profeta llorón" y lo animó en todo momento. La obediencia de Jeremías lo llevó a recibir golpes, a ser ridiculizado, encarcelado, despreciado, oprimido y exiliado, pero nunca dejó de confiar en el Señor.

"Oh SEÑOR, fuerza mía y fortaleza mía, mi refugio en el tiempo de la aflicción."
(Jeremías 16:19a)

Representación del profeta Jeremías orando - Imagen generada por IA

El mensaje de esperanza para los exiliados

Jeremías profetizó que el exilio del pueblo no duraría para siempre. Después de 70 años, el pueblo de Judá regresaría nuevamente a su tierra. Con alegría, el pueblo de Dios volvería para vivir una nueva alianza con él, debido a su infinito amor por ellos (Jeremías 31:3).

Jeremías escribió una carta para quienes vivían en el cautiverio y en ella se encuentra uno de los versículos más conocidos del libro de Jeremías:

Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. 12 Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; 13 y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. 14 Y seré hallado por vosotros, dice Jehová, y haré volver vuestra cautividad, y os reuniré de todas las naciones y de todos los lugares adonde os arrojé, dice Jehová; y os haré volver al lugar de donde os hice llevar.
(Jeremías 29:11-14)

Principales lecciones de la historia de Jeremías

  1. Dios usa a quien él quiere para cumplir su voluntad: Dios elige y utiliza a personas poco probables, como Jeremías, para tareas difíciles y asombrosas.
  2. Nadie se burla de Dios: para los que ignoran a Dios, las consecuencias graves son inevitables.
  3. Fidelidad a Dios: Jeremías siguió el llamado de Dios, incluso frente a la oposición y el sufrimiento.
  4. Valentía para decir la verdad: Jeremías proclamó mensajes impopulares de arrepentimiento y juicio sin temor a las consecuencias.
  5. Persistencia en la misión: aunque fue rechazado, Jeremías no abandonó su papel profético.
  6. Compromiso con Dios: Jeremías mantenía siempre el diálogo abierto con Dios, incluso cuando estaba triste y angustiado. Oraba y se lamentaba en su presencia. También intercedía por el pueblo, incluso cuando este rechazaba a Dios.
  7. Esperanza en la renovación: Jeremías profetizó sobre la nueva alianza de Dios, demostrando que el juicio no es el final, sino una invitación a la renovación.
  8. La recompensa no siempre se ve en esta vida: la bendición eterna de Dios está sobre aquellos que, como Jeremías, permanecen fieles a pesar de las pruebas, los sufrimientos y los finales tristes.

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