No es fácil despedirse físicamente de alguien tan importante como nuestra mamá. Aquí encontrarás frases, versículos bíblicos y dedicatorias que te ayudarán a honrar a una mamá fallecida, mientras recuerdas su amor y el impacto que tuvo en tu vida.
Hoy doy gracias a Dios por haberme dado una madre tan maravillosa. Con ella aprendí a amar a Dios y a los demás, a ser una persona honrada, temerosa de Dios y a tener un corazón tierno y agradecido. La dulzura de mami y su compasión impactaron a todos los que la conocieron. ¡Gloria a Dios por la esperanza de la vida eterna y la certeza de que la volveremos a ver!
Perece el justo, y no hay quien piense en ello; y los piadosos mueren, y no hay quien entienda que de delante de la aflicción es quitado el justo. Entrará en la paz; descansarán en sus lechos todos los que andan delante de Dios.
(Isaías 57:1-2)
Nunca olvidaré la sonrisa de mi madre y su vida de amor y servicio a Dios y a los demás. Todos los que la conocían sabían que amaba a Dios y vivía para él. Doy gracias a Dios por todas las vidas que mi mamá tocó con su dulzura y su ejemplo. Ahora ya goza de la recompensa que el Padre Dios le preparó.
Hoy celebro la vida de mi madre con mis ojos llenos de lágrimas y mi corazón lleno de gratitud. Mami fue muy especial, ella nos inspiró a todos a acercarnos a Jesús y a vivir para él. Ella sembró semillas de amor y mostró que Cristo era el Señor de su vida. Doy gracias a Dios por ella y porque ya está disfrutando de la presencia del Padre, Rey de su corazón.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
(Juan 11:25)
Segura en Cristo, mi madre batalló contra los problemas de la vida y la enfermedad. No se dejó vencer por el desánimo, pues sabía que Dios tiene propósito en todo. Hoy reconozco ante todos su valentía y su gran ejemplo de amor a Dios. Mujer obediente al Padre, siempre inspiró a otros con su corazón lleno de esperanza y gratitud.
Hoy mi corazón llora su ausencia, pero también se llena de paz al saber que ya está en la presencia de Dios. ¡Gracias, Señor, por haberme dado una madre tan especial! Nunca la olvidaré.
Mi carne y mi corazón desfallecen;
Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
(Salmo 73:26)
Doy gracias a Dios por la fortaleza que nos da en este día. No decimos adiós, sino hasta luego, gracias a la esperanza que tenemos en Cristo, esperanza que llenaba el corazón de mami. Su fe inquebrantable y su amor incondicional fueron un faro de luz en mi vida. Hoy celebro su vida y la certeza de que ya está en su hogar celestial.
Gracias, Dios, por la vida de mi madre, ejemplo de una vida consagrada a ti. ¡Descansa en los brazos del Señor, madre querida!
Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.
(1 Tesalonicenses 4:13-14)
Cada consejo, cada oración, cada gesto de amor de mi madre me acompañarán siempre. Fue un honor enorme ser su hijo. El ejemplo que me dio mami me inspira a ser más como Jesús. No es fácil despedirse de alguien tan especial, tan lleno de amor y dulzura, pero tenemos la certeza de que nos volveremos a ver. Descansa en la paz eterna del Señor, mami.
Doy gracias a Dios por cada momento compartido con mi madre aquí en la tierra. Hoy, ella ya está en su verdadero hogar, disfrutando de la paz y la alegría eterna en el Señor.
El amor de mi madre reflejó siempre el amor de Cristo. Hoy, ella descansa en la presencia del Señor, y su legado de fe continúa en mi vida.
Estimada es a los ojos de Jehová
La muerte de sus santos.
(Salmo 116:15)
Aunque mis lágrimas caen, mi espíritu se levanta al saber que ahora estás en el cielo, donde no hay dolor ni tristeza. ¡Gracias a Dios por tu vida, mamá!
Hoy celebro la vida de una madre que vivió cada día de su vida con fe y amor. Ahora está en la presencia de Dios, donde no hay más llanto, dolor o enfermedad. ¡Ya disfruta del gozo eterno en el Señor!
Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.
(Romanos 14:8)
Mi madre fue un regalo de Dios, y aunque la extraño y la extrañaré profundamente, sé que un día nos reuniremos en la gloria del Señor.
Él sana a los quebrantados de corazón,
Y venda sus heridas.
(Salmo 147:3)
Mi madre fue un reflejo del amor de Dios en la tierra. Hoy, ella disfruta de la gloria eterna junto a nuestro Salvador. ¡Hasta que nos volvamos a encontrar!
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