Dios llama a su iglesia a vivir en unidad y trabajar en unión mientras cumple con la misión de llevar el Evangelio a toda criatura. La Biblia da importancia a la unidad y nos da ejemplos claros sobre el buen resultado que trae el trabajar juntos. Veamos 5 ejemplos bíblicos y comprometámonos a contribuir a la unidad de la iglesia.
La reconstrucción de los muros de Jerusalén
El pueblo judío había estado cautivo en el exilio, en Babilonia. Al regresar a su tierra, encontraron todo destrozado y los muros de Jerusalén derribados. Era un verdadero desastre, todo estaba destruido.
Nehemías, que era el copero del rey Artajerjes, se enteró de la situación. Él oró a Dios para que le permitiera ir a Jerusalén a organizar la reconstrucción, pues amaba a su pueblo y deseaba ayudar. Al llegar a Jerusalén, Nehemías encontró al pueblo desanimado y dividido, no sabían qué hacer.
Nehemías los animó y les dijo «El Dios de los cielos, él nos prosperará, y nosotros sus siervos nos levantaremos y edificaremos». Se puso manos a la obra y organizó al pueblo repartiendo las tareas. Parecía ser una obra imposible de realizar, ¡todo estaba en ruinas! Pero trabajando unidos, lo lograron.
Cada uno se encargó, junto con su familia, de restaurar una sección o hacer una tarea específica. El capítulo 3 del libro de Nehemías detalla todas las labores realizadas. El pueblo no solo tuvo que enfrentarse al arduo trabajo, sino que también se enfrentó a enemigos.
Pero se mantuvieron firmes y unidos hasta lograr la reconstrucción del muro y de la ciudad. Obedecieron a Dios, quien les dio unidad de propósito, y de esa forma, recuperaron su identidad como pueblo de Dios. Vemos, pues, que trabajando unidos, podemos lograr tareas que, a simple vista, pueden parecer imposibles de realizar.
El pueblo unido frente a los muros de Jericó
Dios le había prometido a Israel la ciudad de Jericó y la región de Canaán como herencia. Pero Jericó estaba bien cerrada y protegida por un gran muro, no tenía entrada o salida libre. Necesitaban conquistarla para poder tomar posesión de Canaán y no sabían bien cómo hacerlo, pues el muro era impenetrable.
Para Dios eso no presentaba ningún problema, pues tenía el plan perfecto. El pueblo solo debía obedecer sus instrucciones y actuar en unidad.
Las instrucciones de Dios eran claras para la conquista. Durante 6 días, el pueblo de Israel marcharía alrededor de Jericó una vez al día. Lo harían en completo silencio, con el arca de la alianza llevada por los sacerdotes y siete sacerdotes tocando trompetas de cuernos de carnero (Josué 6:3-4).
Pero el séptimo día sería diferente. Ese día marcharían alrededor de la ciudad siete veces. Después de la séptima vuelta, los sacerdotes debían tocar las trompetas y todo el pueblo debía gritar con fuerza.
El pueblo, dirigido por Josué, hizo tal como Dios le mandó y presenció algo totalmente increíble: ¡los muros de Jericó se derrumbaron! El pueblo trabajó unido en obediencia a Dios, aun sin entender la lógica de las instrucciones, y conquistó a Jericó. Dios hace grandes cosas cuando, unidos, obedecemos sus mandatos.
Los discípulos y Jesús: unidos en una misión
Jesús, al comienzo de su ministerio, llamó a 12 hombres para ser sus discípulos. Compartió su vida con ellos, los enseñó y guio con paciencia y amor. Ellos vieron sus milagros, vivieron día tras día experimentando el poder de Dios en la vida y en las acciones de Jesús. Con él, ellos aprendieron a orar al Padre, a ministrar a los pobres y necesitados, a vivir cada día dependiendo del cuidado y la provisión de Dios.
Los discípulos no eran hombres perfectos, eran humanos y cometían errores. Pero entendían que Jesús tenía una relación especial con Dios, y ellos mismos anhelaban conocer mejor al Padre y vivir dentro de su voluntad. Ese día a día con Jesús, les mostró que Jesús era Dios y que, en su nombre, ellos mismos podían hacer milagros y bendecir vidas. ¡El reino de Dios se había acercado!
Vivir con Jesús por tres años los preparó para enfrentar la persecución que sufrieron luego de que él murió crucificado. El encuentro que tuvieron con el Cristo resucitado les mostró claramente que el poder de Dios va más allá de lo que podemos imaginar. Llenos del Espíritu Santo y en unidad con los demás creyentes, comenzaron a llevar el Evangelio a su entorno.
Sigamos el ejemplo de los discípulos quienes, unidos, siguieron adelante proclamando el mensaje de Jesús. Debido a la perseverancia de ellos, el mensaje de salvación llegó a nosotros y todavía hoy, sigue avanzando y transformando vidas.
La iglesia primitiva, llevando el mensaje del reino
La primera iglesia, los seguidores de Jesús, no se dispersaron luego de su crucifixión. Ellos habían sido transformados por el poder de Dios manifestado a través de Jesús y nada los haría volver atrás. Reunidos en un aposento alto, esperaron la manifestación del Espíritu Santo y recibieron poder para seguir testificando sobre Jesús donde quiera que fueran.
El inicio de la expansión de la iglesia se dio de inmediato. Estando reunidos, el Espíritu Santo los capacitó para hablar el mensaje de salvación en diversos idiomas y, en un solo día, se añadieron como tres mil personas a la iglesia. La Biblia dice en Hechos 2 que, a pesar de ser un grupo tan grande y nuevo, se mantenían unidos y lo compartían todo.
Se ayudaban los unos a los otros, oraban los unos por los otros, compartían el pan cada día y se apoyaban mutuamente. «Comían juntos con alegría y sencillez de corazón, mientras alababan a Dios y brindaban ayuda a todo el pueblo. Y cada día el Señor añadía a la iglesia a los que habían de ser salvos» (Hechos 2:46-47).
El crecimiento de la iglesia primitiva se dio en unidad, y unidos contribuyeron todos a la extensión del mensaje del reino. Sigamos el ejemplo que nos dejaron y continuemos la tarea hasta la venida del Señor.
La Trinidad: unidos desde siempre y para siempre
El ejemplo perfecto de la unidad lo encontramos en la Trinidad. Padre, Hijo y Espíritu Santo han actuado unidos desde siempre y lo harán por toda la eternidad. Aunque son tres manifestaciones o personas distintas, en realidad son un solo Dios y siempre han obrado en unidad.
La Trinidad trabaja en unidad en su deseo de salvar a la humanidad. Juntos, crearon el universo y al ser humano, y juntos diseñaron el plan de salvación a través del cual ofrecen al ser humano la oportunidad de reconciliarse con Dios. Dios Padre envió a Dios Hijo, Jesucristo, al mundo, para que por medio de su muerte y resurrección, todos los que creen en Jesús puedan ser salvos y recibir la vida eterna.
Cuando el hombre recibe a Cristo en su corazón y se reconcilia con Dios, el Espíritu Santo viene a morar en él, dándole la garantía de que es salvo y pertenece a la familia de Dios. Un solo Dios, un solo redentor, en el cual somos salvos por la eternidad.
¿Quieres saber más sobre la Trinidad? Lee: Padre, Hijo y Espíritu Santo (explicación bíblica de la Santísima Trinidad)
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