Para Dios es importante la actitud con la que damos. En 2 Corintios 9:7 leemos que Dios ama a los que dan con alegría. Esto significa que todo lo que le damos a él o a las personas - nuestro dinero, nuestro tiempo o el uso de nuestros talentos - debemos hacerlo con un corazón alegre o lleno de júbilo.
Dar por obligación, para llamar la atención, para evitar las críticas de otras personas o para quedar bien, es dar con una actitud errónea ante Dios. Debemos analizar nuestra motivación al hacer una donación, preparar la comida o ayudar a otra persona. ¿Qué nos mueve a hacerlo? Tampoco debemos dar esperando recibir algo a cambio. Es bueno dar con manos abiertas, con generosidad y como un acto de amor hacia Dios y hacia nuestro prójimo.
Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por obligación porque Dios ama al dador alegre.
(2 Corintios 9:7, versión RVA 2015)
Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría.
(2 Corintios 9:7, versión NVI)
Dar con alegría es una decisión que nace en el corazón. Si nos enfocamos en lo que no tenemos o en cuán merecido es disfrutar lo que sí tenemos, nuestro corazón está lejos del deseo de Dios. Vamos por el camino correcto cuando reconocemos que Dios es el gran dador y que todo le pertenece a él. El Salmo 24 comienza con las siguientes palabras:
Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan.
(Salmo 24:1)
Para nosotros esto implica que somos administradores de lo que Dios nos permite disfrutar cada día. Nada de eso nos pertenece, así que no debemos aferrarnos o considerarlo exclusivamente nuestro. Dios es el dueño y debemos ser sabios para usar las cosas como él quiere, compartiendo con otros según él nos mueva a hacerlo. Nuestro dar debe reflejar la generosidad del Padre y su amor por los demás.
Cuando damos, sembramos
Pablo no solo habló a la iglesia en Corinto sobre dar con alegría y con la actitud correcta. Él aprovechó para introducir algunos conceptos muy interesantes sobre la manera en la que a Dios le agrada que demos. Para esto, él comparó la generosidad con la agricultura o la siembra. Cuando damos, sembramos, y tarde o temprano veremos el fruto de lo que fue sembrado.
Tal y como pasa en la agricultura, se cosecha lo que se siembra. Por eso debemos prestar atención a lo que sembramos. Si sembramos amor, bondad, alegría o generosidad recibiremos amor, bondad, alegría y generosidad. Por el contrario, si nuestra siembra consiste en enojo, gritos, desconfianza y tacañería, es exactamente eso lo que cosecharemos.
Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará. Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría. Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia, tengan todo lo necesario, y toda buena obra abunde en ustedes.
(2 Corintios 9:6-8)
Siembra abundantemente y recibirás más
El agricultor que siembra poco sabe que recibirá menos frutos que el agricultor que siembra mucho. Es lógico. Por otro lado, si alguien que tiene muchas semillas y mucho terreno decide sembrar pocas semillas y guardar las otras para sí mismo en un cajón, la cosecha que obtendrá será poca. Tiene muchas semillas a su disposición, sin embargo, no las usó como debía: no las sembró. Por eso, tendrá una cosecha menor de la que podía haber tenido.
Eso mismo sucede con los que aun teniendo muchos recursos deciden guardarlos para sí mismos. No comparten, no ayudan, no piensan en las necesidades de los demás y pierden el gozo de aprender a compartir. Cuando ayudamos al prójimo, irrumpimos en la historia de su vida mostrando el amor y el cuidado de Dios. Dar nos hace partícipes del mover de Dios en su vida y en su familia. ¡Es un privilegio y una gran bendición!
Las matemáticas del Señor son únicas y sorprendentes. Normalmente, el ser humano cree que mientras más guarda, más tiene. La perspectiva de Dios es algo diferente. Al que más da, se le añade más. Dios ama al que es generoso con aquello que él le provee y por esa razón le concede tener todavía más.
Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.
(Lucas 6:38)
Honra al Señor con tus riquezas
y con los primeros frutos de tus cosechas.
Así tus graneros se llenarán a reventar
y tus bodegas rebosarán de vino nuevo.
(Proverbios 3:9-10)
Unos dan a manos llenas, y reciben más de lo que dan;
otros ni sus deudas pagan, y acaban en la miseria.
El que es generoso prospera;
el que reanima será reanimado.
La gente maldice al que acapara el trigo,
pero colma de bendiciones al que gustoso lo vende.
(Proverbios 11:24-26)
Dios nos da para que demos
En 2 Corintios 9:8 leemos que Dios provee para nuestras necesidades con el deseo de que demos con abundancia. No tenemos que temer quedarnos sin nada si compartimos con los demás. De hecho, el temor a quedarnos sin nada no viene de Dios. En Dios tenemos la certeza de que él cuida de los suyos y seguirá proveyendo a todas nuestras necesidades si manejamos todo lo que él nos da conforme a su voluntad.
Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús.
(Filipenses 4:19)
Los leoncillos se debilitan y tienen hambre,
pero a los que buscan al Señor nada les falta.
(Salmo 34:10)
Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho más que ellas?
(Mateo 6:26)
Puede que pienses que no tienes mucho para dar, pero el simple hecho de sonreír a una persona o darle una palabra de ánimo puede marcar una gran diferencia en su vida. Sé generoso con lo que tienes y da con alegría.
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