El diezmo es una práctica basada en la ley del Antiguo Testamento. Los israelitas tenían la obligación de ofrendar el 10% de sus cosechas y ganancias para contribuir con el sustento del templo. El diezmo se usaba también para sostener a los levitas (sacerdotes) y para ayudar a los necesitados.
El Nuevo Testamento no enfatiza el diezmo, pero sí habla sobre la importancia de ofrendar con regularidad parte de los recursos que Dios nos provee. Por eso, cada cristiano debe decidir delante de Dios la cantidad que ofrendará o si dará el diezmo.
La iglesia debe usar las ofrendas y diezmos conforme a lo que dicen las Escrituras. Esto quiere decir que se usarán para la extensión del reino de Dios, para sostener a los que predican la Palabra y para aliviar las necesidades de los que atraviesan dificultades económicas.
El diezmo en el Antiguo Testamento
El diezmo del Antiguo Testamento surgía de la obediencia a Dios y repercutía en la vida espiritual de la persona. Dar el diezmo era una disciplina a través de la cual el pueblo crecía en su confianza en Dios y en el temor a él.
Sin falta darás el diezmo de todo el producto de tu semilla que el campo rinda año tras año.
(Deuteronomio 14:22)
...a fin de que aprendas a temer al SEÑOR tu Dios, todos los días.
(Deuteronomio 14:23b)
La primera vez que se menciona el diezmo en la Biblia es en Génesis 14. Abraham había luchado contra unos reyes que habían saqueado la región donde vivía su sobrino, Lot. Habían tomado a Lot cautivo, pero Abraham lo rescató junto a sus bienes y a muchas otras personas.
Yendo de regreso a su tierra, Abraham se encontró con el sacerdote Melquisedec, rey de Salem. Ese sacerdote trajo pan y vino y bendijo a Abraham. En señal de gratitud y reconocimiento, Abraham le dio el diezmo de todo a Melquisedec.
También Melquisedec, rey de Salem, quien era sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino, y lo bendijo diciendo: “Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra. Bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos”.
Y Abram le dio a él el diezmo de todo.
(Génesis 14:18-20)
La segunda mención del diezmo en la Biblia, es en Génesis 28:20-22. En esa historia, vemos que Jacob hizo una promesa espontánea de diezmar a Dios, luego de tener un sueño maravilloso en el que vio al Señor.
Jacob también hizo un voto diciendo: Si Dios está conmigo y me guarda en este viaje que realizo, si me da pan para comer y vestido para vestir, y yo vuelvo en paz a la casa de mi padre, el SEÑOR será mi Dios. Esta piedra que he puesto como señal será una casa de Dios, y de todo lo que me des, sin falta apartaré el diezmo para ti.
(Génesis 28:20-22)
Entendemos, pues, que el diezmo era una práctica conocida desde antes de la Ley de Moisés. En Levítico 27:30-33 se describe la práctica de diezmar del pueblo de Israel y el hecho de que el diezmo era algo sagrado, consagrado al Señor. El pueblo debía dar el 10% de todo lo que tenía, cultivaba o recibía como acto de adoración a Dios.
Todos los diezmos de la tierra, tanto de la semilla de la tierra como del fruto de los árboles, pertenecen al SEÑOR. Es cosa sagrada al SEÑOR.
(Levítico 27:30)
Además de ese diezmo general consagrado a Dios, los israelitas tenían un diezmo especial. Ese se recogía cada tres años. Su propósito era el sostenimiento de los sacerdotes o levitas y de segmentos del pueblo con necesidades especiales, tales como los extranjeros, los huérfanos y las viudas.
Al final de cada tres años, sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año y lo guardarás en tus ciudades. Entonces vendrán el levita que no tiene parte ni heredad contigo, el forastero, el huérfano y la viuda que haya en tus ciudades. Ellos comerán y se saciarán, para que el SEÑOR tu Dios te bendiga en toda obra que hagas con tus manos.
(Deuteronomio 14:28-29)
Cuando hayas acabado de entregar todo el diezmo de tus frutos en el año tercero, el año del diezmo, darás al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda, para que ellos coman en tus ciudades y se sacien.
(Deuteronomio 26:12)
Hay pasajes bíblicos que muestran el corazón generoso del pueblo de Israel en relación con el diezmo. Da la impresión de que ellos sentían que era un privilegio poder contribuir y lo hacían de forma abundante.
Cuando fue divulgada esta orden, los hijos de Israel dieron muchas primicias de grano, vino nuevo, aceite, miel y de todos los frutos de la tierra. Asimismo, trajeron en abundancia los diezmos de todas las cosas.
También los hijos de Israel y de Judá que habitaban en las ciudades de Judá trajeron los diezmos de las vacas y de las ovejas, y los diezmos de las cosas consagradas al SEÑOR su Dios, y lo acumularon en montones.
(2 Crónicas 31:5-6)
Sin embargo, parece que el pueblo de Israel pasó por ocasiones en las que muchos de ellos dejaron de diezmar. En Malaquías 3, Dios habla duramente contra eso.
¿Robará el hombre a Dios? ¡Pues ustedes me han robado! Pero dicen: ‘¿En qué te hemos robado?’. ¡En los diezmos y en las ofrendas! Malditos son con maldición porque ustedes, la nación entera, me han robado.
“Traigan todo el diezmo al tesoro y haya alimento en mi casa. Pruébenme en esto, ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, si no les abriré las ventanas de los cielos y vaciaré sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde.
(Malaquías 3:8-10)
No dar el diezmo era robar a Dios y traía consecuencias muy duras. En lugar de recibir bendición, serían malditos. Dios mismo instó al pueblo a volver a diezmar para que pudieran recibir la bendición sobreabundante que él deseaba darles.
Lo que dice el Nuevo Testamento sobre el diezmo
En el Nuevo Testamento vemos que tenemos libertad para usar los recursos que Dios nos da. Aunque en el Nuevo Testamento no se impone el diezmo, sí se enfatiza la importancia de usar los recursos que Dios nos da conforme a su voluntad.
Cuando somos conscientes de todo lo que Dios ha hecho por nosotros y de todo lo que él nos da, nos es más fácil compartir con la iglesia y con otros las bendiciones que Dios nos ha dado. Nuestra gratitud a Dios se expresará a través de nuestra generosidad.
Somos mayordomos de la provisión de Dios. Dios es el dueño, y él nos llama a administrar bien lo que tenemos. ¿Cómo? Dando con generosidad y alegría, compartiendo con los necesitados, colaborando con el sostenimiento de los que predican la Palabra y usando nuestros recursos para la extensión del reino de Dios. Al hacer esto crecemos en amor, compasión y nuestra confianza en Dios se fortalece.
Aunque el Nuevo Testamento no impone el diezmo, vemos que Jesús ni anuló ni enfatizó la práctica del diezmo. A lo que sí dio importancia fue la actitud con la que se da, se ofrenda o se diezma. En una ocasión, Jesús le llamó la atención a los escribas y fariseos porque no tenían un corazón recto al dar.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque entregan el diezmo de la menta, del eneldo y del comino; pero han omitido lo más importante de la ley, a saber: el juicio, la misericordia y la fe. Era necesario hacer estas cosas sin omitir aquellas.
(Mateo 23:23 / Lucas 11:42)
Dios no desea que demos por dar o por mantener la apariencia ante los hombres. Nuestro dar debe surgir de un corazón que desea agradar a Dios, que desea contribuir con la justicia, mostrar misericordia y crecer en la fe.
Nuestras prioridades influyen en nuestra forma de dar. Si deseamos acumular dinero y riquezas terrenales, seremos muy tacaños y no buscaremos oportunidades para compartir los recursos que Dios nos ha dado.
Sin embargo, si nuestra meta es acumular tesoros en el cielo, viviremos una vida de obediencia a Dios usando nuestros recursos para su servicio y para extender su reino en la tierra. El uso que demos a nuestro dinero reflejará el corazón de Dios.
No acumulen para ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y donde los ladrones se meten y roban. Más bien, acumulen para ustedes tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, y donde los ladrones no se meten ni roban. Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón.
(Mateo 6:19-21)
Vendan sus bienes y den ofrendas de misericordia. Háganse bolsas que no se envejecen; un tesoro inagotable en los cielos donde no se acerca el ladrón ni la polilla destruye. Porque donde esté el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón.
(Lucas 12:33-34)
Somos llamados a dar con la actitud correcta
¿Cómo debemos dar?
1. Con generosidad para ayudar a los necesitados, tal como lo hacía la primera iglesia.
No había, pues, ningún necesitado entre ellos, porque todos los que eran propietarios de terrenos o casas los vendían, traían el precio de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles. Y era repartido a cada uno según tenía necesidad.
(Hechos 4:34-35)
2. Conforme a lo que tenemos, para aliviar la carga de los que pasan por un momento de estrechez o necesidad.
Porque si primero se tiene dispuesta la voluntad, se acepta según lo que uno tenga, no según lo que no tenga. Pero no digo esto para que haya para otros alivio y para ustedes estrechez, sino para que haya igualdad. En este tiempo su abundancia supla lo que a ellos les falta, para que también la abundancia de ellos supla lo que a ustedes les falte, a fin de que haya igualdad; como está escrito:
El que recogió mucho no tuvo más,
y el que recogió poco no tuvo menos.
(2 Corintios 8:12-15)
3. De forma periódica, semanalmente.
En cuanto a la ofrenda para los santos, hagan ustedes también de la misma manera que ordené a las iglesias de Galacia. El primer día de la semana, cada uno de ustedes guarde algo en su casa, atesorando en proporción a cómo esté prosperando, para que cuando yo llegue no haya entonces que levantar ofrendas.
(1 Corintios 16:1-2)
4. Con alegría y con convicción de corazón.
Y digo esto: El que siembra escasamente cosechará escasamente, y el que siembra con generosidad también con generosidad cosechará. Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por obligación porque Dios ama al dador alegre.
(2 Corintios 9:6-7)
5. Con confianza en la provisión fiel de Dios y con un corazón agradecido.
El que da semilla al que siembra y pan para comer, proveerá y multiplicará la semilla de ustedes y aumentará los frutos de la justicia de ustedes. Esto, para que sean enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce acciones de gracias a Dios por medio de nosotros.
(2 Corintios 9:10-11)
6. Con propósito, por ejemplo, para contribuir con el sostenimiento de los que llevan el mensaje del evangelio.
Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.
(1 Corintios 9:14)
Examinemos nuestros corazones. ¿Estamos dando como Dios nos ha llamado a dar? Sirvamos a Dios usando nuestros recursos para su gloria.
¿Quieres saber más sobre el diezmo, las ofrendas y la actitud que debemos tener al dar?