Tener envidia es resentir las cosas buenas que le suceden a otras personas. Quien envidia, no se alegra del bien de los demás, sino que ve como injusto el hecho de no tener lo que ellos sí tienen. A Dios no le agrada la envidia. La Biblia identifica la envidia como obra de la carne y, como tal, va contra el Espíritu Santo y la obra de Dios en nosotros.
Para vencer la envidia, debemos mantenernos llenos del Espíritu Santo y del amor de Dios. Mantengámonos alertas, prestando atención a nuestros sentimientos y a las trampas del enemigo. En lugar de enfocarnos en lo que otros tienen y nos falta, fijemos nuestra mirada en el Señor y en todas las bendiciones que nos concede cada día.
5 claves para vencer la envidia con la ayuda del Señor
La envidia no tiene que reinar en nuestros corazones. La Biblia nos da algunas claves importantes para que vivamos en victoria, venciendo la envidia para la gloria de Dios. Veamos algunas de ellas y aprendamos a vencer con el Señor.
1. Llénate del Espíritu y no satisfagas los deseos de la carne
En Gálatas 5:16-24, encontramos dos listas: una habla de los deseos de la carne y la otra nos muestra cuál es el fruto del Espíritu Santo. Ya que el deseo de la carne va en contra del Espíritu, el texto nos dice claramente lo que debemos hacer: ¡andar en el Espíritu!
Mientras más nos llenemos del Espíritu Santo, menos poder tendrán sobre nosotros los deseos de la carne. Una vida dedicada a agradar a Dios y guiada por su Espíritu, no permitirá que cosas como el adulterio, la fornicación o la envidia reinen.
Por lo tanto, si deseas vencer la envidia, busca a Dios cada día y llénate de su Espíritu Santo. Cuando llegue la tentación y te sientas inclinado a envidiar, ruega a Dios que se lleve ese sentimiento y que te dé más de su Espíritu.
2. Reconoce tu lucha y confiesa
Una de las tácticas del diablo es el engaño. Él desea convencernos de que no pasa nada malo, que es normal tener esos sentimientos de envidia, porque es cierto que merecemos más. Pero la realidad es que la envidia expresa insatisfacción frente a la provisión de Dios y puede llegar a ser muy peligrosa.
Santiago 3:14 dice, "Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad". Vemos que la envidia sin control nos llena de amargura y nos lleva a mentir, a justificarnos. Debemos reconocer y confesar la envidia ante Dios. Una vez exponemos nuestra lucha ante él, abrimos la puerta para que obre en nosotros y nos ayude a vencer ese sentimiento tan destructivo.
En algunas ocasiones, Dios nos llevará a confesar nuestra lucha ante los demás para que oren por nosotros y nos ayuden a mantenernos alerta. Lo importante es no ignorar la presencia de la envidia. Reconocer que tenemos esa lucha es un buen paso para comenzar a vencer.
3. Llena tu corazón con el amor de Dios
Una de las características del amor que vemos en 1 Corintios 13:4 es que no tiene envidia. Cuando amamos, nos alegramos genuinamente al ver los triunfos de los demás y cómo Dios los bendice. Por lo tanto, decide amar en lugar de envidiar. Llena tu corazón cada día con el amor puro que viene de Dios.
Muestra tu amor orando por los demás. Pide la bendición de Dios sobre ellos y verás cómo la envidia se aleja de tu corazón. Cuando oramos por alguien, Dios hace su obra no solo en la otra persona, sino que también obra en nosotros mismos, llevándonos a entender y a amar más a esa persona.
4. Elige alegrarte con lo que tienes
La envidia refleja cierta insatisfacción, pues cuando envidiamos, deseamos tener algo que pertenece a otra persona. Hebreos 13:5-6 nos habla sobre la importancia de estar contentos con lo que tenemos. Son muchas las cosas que Dios nos ha dado y él sabe lo que es mejor para nosotros.
Un corazón agradecido y satisfecho reconoce que lo que Dios nos ha provisto es bueno y suficiente. ¡Llena tu corazón de gratitud! Mira a tu alrededor, recuerda cómo Dios te ha provisto y ayudado en momentos de necesidad. Elige estar feliz con lo que él ha provisto en tu vida y darás un paso adelante en la batalla contra la envidia.
5. Pon tu vista en el Señor. Confía en su sabiduría, su justicia y su amor por ti
Dios es justo y él sabe lo que es mejor para cada persona. Quien confía en su justicia, sabe que lo mejor que jamás podrá tener, es lo que Dios ha preparado para la eternidad con sus hijos.
Confía en Jehová, y haz el bien;
Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad.
(Salmo 37:3)
Cuando elegimos confiar plenamente en Dios, en su justicia, su amor y sabiduría, nuestro enfoque cambia. Damos más importancia a sus bondades eternas, a la salvación que él nos ha concedido y la vida eterna que gozaremos con él. Todo lo terrenal pasa a un segundo plano.
Pon a Dios en el primer lugar de tu corazón, deja que él reine plenamente en tu vida y no quedará lugar para la envidia.
Ejemplos de envidia en la Biblia
La envidia sin control trae angustia y dolor. En la Biblia encontramos varios ejemplos que nos ayudan a entender el poder destructivo de la envidia.
1. Adán y Eva
Adán y Eva vivían en un lugar perfecto, un paraíso real. Dios los había puesto allí, les había dado dominio sobre los animales y les había provisto todo lo que necesitaban. Sin embargo, la serpiente se acercó a ellos y les mencionó algo que no tenían: ¡no eran como Dios! Comiendo del fruto prohibido, les dijo la serpiente, "serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal." (Génesis 3:5).
Aunque tenían todo lo demás, en ese momento se enfocaron en lo que no tenían. En lugar de alegrarse por todo lo que Dios les había dado y por todo lo que Dios era, se entristecieron porque no podían comer del fruto prohibido ni ser como Dios. ¿El resultado? Eligieron desobedecer a Dios y abrieron la puerta al pecado, algo que nos afecta a todos hasta el día de hoy.
2. Caín
Caín y Abel eran hermanos. Un día, fueron a llevar sus ofrendas ante Dios. Caín era labrador de la tierra y trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Abel era pastor de ovejas y llevó ante Dios de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas (Génesis 4:2-5).
Dios miró con agrado la ofrenda de Abel, pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya, algo que le causó gran enojo. Caín, aunque no había llevado lo mejor al Señor, deseaba recibir el reconocimiento de Dios.
Al no recibirlo, su corazón se llenó de ira y terminó asesinando a su propio hermano. Lo que comenzó con una raíz de envidia, porque no había sido debidamente reconocido, abrió la puerta para que se llevara a cabo el primer asesinato de la historia de la humanidad.
3. Saúl
Saúl fue el primer rey de Israel. Él tenía un físico impresionante, era alto y valiente y ganó muchas batallas frente a los enemigos de Dios y de Israel. Sin embargo, su corazón se llenó de envidia y celos contra David, luego que David mató a Goliat.
El pueblo danzaba y cantaba, "Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles", algo que enojó a Saúl en gran manera (1 Samuel 18:7). Desde ese momento, Saúl vivió con gran angustia, oprimido por la envidia y los celos. Él deseaba recibir más reconocimiento que David, deseaba que el pueblo lo viera como el mejor guerrero.
Pero el pueblo continuaba aclamando a David. Saúl, en su angustia, abrió la puerta de su corazón a un espíritu maligno y nunca volvió a disfrutar de verdadera paz.
Jamás permitas que la envidia reine en tu corazón. Aférrate a Dios y llénate de su Espíritu. ¡Así lograrás vencer!
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