Adorar a Dios en espíritu y en verdad es una actitud que surge de un corazón transformado por el amor de Dios. Es adorarle desde lo más profundo del corazón, con sinceridad, con devoción y con la guía del Espíritu Santo. Esa adoración reverente no tiene que ver con una postura física o un lugar específico.
Se puede adorar a Dios en espíritu y en verdad desde cualquier lugar, con reverencia, recordando que adoramos al Dios todopoderoso. Podemos adorar con palabras, con canciones o en silencio. Estando de pie, sentados, de rodillas o postrados. Podemos hacerlo desde el hogar, estando en el templo con los hermanos o mientras damos un paseo por el bosque. Lo que importa realmente, es nuestra actitud.
Encontramos la exhortación a adorar a Dios en espíritu y en verdad en Juan 4, mientras Jesús conversaba con una mujer samaritana. La mujer tenía una duda sobre el lugar donde se debía adorar a Dios, ¿en Jerusalén o en Samaria? Jesús le contestó:
Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. 22 Ahora ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación proviene de los judíos. 23 Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. 24 Dios es espíritu y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.
(Juan 4:21-24)
Jesús básicamente le contestó que, cuando él terminara la obra de redención que había venido a hacer, la adoración no estaría confinada a ningún lugar en específico. Lo importante no sería el lugar, sino la actitud de los adoradores.
Hasta entonces, los judíos adoraban a Dios en el templo de Jerusalén y los samaritanos, en el Monte Guerizín. Pero con Jesús, su muerte y resurrección, todo cambió. En él, toda la humanidad fue reconciliada con Dios y tiene acceso directo a la presencia del Padre. Por eso, podemos adorar a Dios desde cualquier lugar del mundo donde estemos, sin barreras. Pero debemos hacerlo con la actitud correcta.
En espíritu: es adorar conectando nuestro ser interior con el Espíritu Santo. Todo lo demás pasa a un segundo plano y nuestra prioridad es disfrutar de la presencia de Dios. Nuestro espíritu se llena de su Espíritu y nuestra adoración brota desde esa conexión con él.
En verdad: el Espíritu Santo de Dios, con su presencia y a través de la Palabra, nos habla la verdad sobre quiénes somos nosotros y quién es Dios. Desde esa verdad, nuestros corazones se llenan de gratitud, gozo y adoración a Dios por todo lo que ha hecho por nosotros.
Fortalece tu adoración a Dios: adórale en espíritu y verdad: