El cielo más mencionado en la Biblia es el cielo espiritual donde Dios está sentado en su trono. El cielo no tiene una ubicación física, sino espiritual.
Con las descripciones que nos da la Biblia vemos que el cielo es un lugar de una belleza y una paz incomparables, difíciles de imaginar. La Biblia nos da algunas descripciones del cielo que podemos resumir de la siguiente forma:
Característica del cielo |
Descripción resumida |
1. Lugar lleno de alegría, vida y gozo | Lugar de gozo eterno. No habrá sufrimiento ni nada que cause pesar o dolor. Tampoco habrá muerte. Es lugar de vida eterna. |
2. Completamente iluminado por la luz del Señor | La luz de Dios llenará todo, será un lugar donde no habrá nada de oscuridad. |
3. Lleno de paz, amor y armonía | Todo estará en perfecta unidad y armonía. Tanto los seres humanos como los celestiales y la naturaleza, vivirán en amor y paz por la eternidad. |
4. Lugar de verdadera justicia | No habrá el menor indicio de injusticia o maltrato. Veremos la justicia de Dios y la gozaremos en toda su plenitud. |
5. Allí está el trono de Dios | El trono de Dios se encuentra allá y él reina sobre todo y todos. Desde su trono él da órdenes a su ejército celestial. |
6. Jesús está sentado a la diestra del Padre | Jesús está allí en su posición de autoridad, sentado a la diestra de Dios Padre. |
7. Jesús nos está preparando allá nuestra morada eterna | Es allí donde moraremos por toda la eternidad. Jesús fue a preparar nuestro hogar donde estaremos con él por siempre. |
8. Es el lugar de nuestra ciudadanía | Nuestra verdadera ciudadanía es celestial. Los hijos de Dios son ciudadanos del cielo donde vivirán en la plenitud de la voluntad de Dios para ellos. |
9. Será un cielo nuevo, una tierra nueva, una ciudad celestial | Todo será nuevo, sin mancha ni pecado. Todo será precioso, una gran ciudad sin ningún tipo de dolor, contaminación o problema. |
1. Es un lugar lleno de alegría, vida y gozo
El cielo será un lugar lleno de gozo y júbilo. Allí no habrá dolor, enfermedad, o incertidumbres. Todo lo que nos causa pesar, lágrimas, tristeza o ansiedad aquí en la tierra será destruido y quedará atrás. Todo será hecho nuevo, tal como Dios deseaba que fuera desde el principio antes de que el pecado entrara al mundo.
Puede que se nos haga difícil imaginar un lugar sin contaminación, sin corrupción, sin muerte, sin maldad. Pero en el cielo no habrá nada de eso ni nada que nos robe el gozo del Señor. Allí estaremos llenos de un gozo perfecto, disfrutando de ese cielo nuevo y esa tierra nueva junto a nuestro Padre celestial por toda la eternidad.
Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar. Vi además la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios, preparada como una novia hermosamente vestida para su prometido.
(Apocalipsis 21:1-2)
Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir. El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas todas las cosas!»
(Apocalipsis 21:4-5a)
Alégrense más bien, y regocíjense por siempre,
por lo que estoy a punto de crear:
Estoy por crear una Jerusalén feliz,
un pueblo lleno de alegría.
Me regocijaré por Jerusalén
y me alegraré en mi pueblo;
no volverán a oírse en ella
voces de llanto ni gritos de clamor.
(Isaías 65:18-19)
2. La luz del Señor ilumina y llena el cielo
¡La luz de Dios lo llenará todo! En el cielo no habrá ningún tipo de oscuridad, sea física, emocional o espiritual. Dios mismo alumbrará nuestras vidas, nuestros corazones y nuestros caminos en todo momento. ¡Viviremos por siempre en su preciosa luz!
Ya no habrá noche; no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios los alumbrará. Y reinarán por los siglos de los siglos.
(Apocalipsis 22:5)
3. Lleno de paz, amor y armonía
El lobo y el cordero pacerán juntos;
el león comerá paja como el buey,
y la serpiente se alimentará de polvo.
En todo mi monte santo
no habrá quien haga daño ni destruya,
dice el Señor.
(Isaías 65:25)
Después de esto miré, y apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de túnicas blancas y con ramas de palma en la mano.
(Apocalipsis 7:9)
¡Qué maravilla! No más guerras ni amenazas, no más riñas ni terror. No más odio ni incomprensión. La paz, la armonía y el amor serán la norma. Hasta los animales vivirán en paz los unos con los otros. Todos los redimidos por el Señor estaremos juntos sin importar la nación, etnia, raza, idioma o cultura. Adoraremos al Señor en unidad y de todo corazón con un gozo constante e inacabable.
4. Un lugar en el que habrá verdadera justicia
¡Hay tanta injusticia en este mundo! Es demasiado el maltrato a los débiles y a los más vulnerables. Todos anhelamos ese gran día en el cual ya no habrá hombres con corazones llenos de maldad humillando a otros, el día en el que se cumplirá la justicia de Dios. Y su justicia permanecerá por toda la eternidad.
Pero, según su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia.
(2 Pedro 3:13)
5. Es el trono de Dios, el lugar de su morada
Dios está en su trono rodeado de su ejército de ángeles. Desde allá, Dios nos observa y ve todo lo que sucede en el mundo. Él nos mira, se interesa por nosotros y obra desde allá enviando a sus ángeles a actuar conforme a su voluntad.
Mira bien desde el cielo;
observa desde tu morada santa y gloriosa.
(Isaías 63:15a)
Micaías prosiguió: Por lo tanto, oigan la palabra del Señor: Vi al Señor sentado en su trono con todo el ejército del cielo alrededor de él, a su derecha y a su izquierda.
(2 Crónicas 18:18)
6. Es donde Jesús está sentado a la diestra del Padre
Después de su resurrección, Jesús ascendió al cielo y se sentó a la diestra de Dios Padre. Allí Jesús está en su posición de autoridad, actuando como sumo sacerdote y ministrando a nuestro favor.
Después de hablar con ellos, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
(Marcos 16:19)
Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, aquel que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo, el que sirve en el santuario, es decir, en el verdadero tabernáculo levantado por el Señor y no por ningún ser humano.
(Hebreos 8:1-2)
7. Es donde Jesús nos está preparando nuestra morada eterna
Jesús está preparando nuestra morada celestial para que moremos con él por toda la eternidad.
En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar.
(Juan 14:2)
Oí una potente voz que provenía del trono y decía: ¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios.
(Apocalipsis 21:3)
8. Es el lugar de nuestra verdadera ciudadanía
En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a sí mismo todas las cosas.
(Filipenses 3:20-21)
No importa cuánto amemos nuestro país terrenal, nuestra verdadera ciudadanía es la celestial. Ese conocimiento nos debe impactar de tal manera que en todo momento nuestro comportamiento y nuestras palabras muestren que somos de Cristo.
9. Un cielo nuevo y una nueva tierra, una gran ciudad
El cielo y la tierra que conocemos hoy dejarán de existir. La Biblia nos dice en varios lugares, por ejemplo en Apocalipsis 21:1-5 e Isaías 65:17-25, que Dios creará un cielo nuevo y una nueva tierra donde sus hijos estarán con él por siempre. Serán un cielo y una tierra mucho mejores que los que conocemos ahora, sin el efecto del maltrato del hombre.
La Biblia habla de la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descenderá del cielo (Apocalipsis 21:2). Esto lleva a pensar que el cielo no será un lugar en el cual estaremos aislados, cada uno a solas con Jesús. Más bien, será una ciudad en la que nos moveremos, viviremos en comunión y en armonía los unos con los otros y con Dios.
La nueva Jerusalén tendrá la vida cotidiana de una ciudad. Pero será una ciudad llena del gozo genuino porque no estará manchada por el pecado. Todo girará en torno a la comunión del pueblo de Dios con él. Su presencia, su luz y el amor que vienen de él, lo llenarán todo.
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