El amor al prójimo no es opcional para los que aman a Jesús y desean vivir conforme a su voluntad. Amar al prójimo es un mandamiento, el segundo más importante de la ley de Dios. Por lo tanto, si deseamos vivir en obediencia a Dios, no nos basta con solo amarlo a él. También debemos amar a los que están a nuestro alrededor.
Varias veces le preguntaron a Jesús cuál era el mandamiento más importante. ¿Cuál era su respuesta? Primero, amen a Dios de todo corazón, y segundo, amen al prójimo como a ustedes mismos (ver, por ejemplo, Marcos 12:28-34 y Lucas 10:25-37).
Jesús le respondió:
—El primero es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos dos.
(Marcos 12:29-31)
Teniendo esto en cuenta, podemos pensar que a medida que nuestro amor por Dios crece, también crecerá nuestro amor por los demás. Si nuestro amor por Dios es fuerte, desearemos obedecerlo en todo y hacer su voluntad, incluso en el área de amar a los demás como a nosotros mismos.
¿Qué significa amar a otros como a nosotros mismos?
De forma sencilla, podemos decir que es tratar a los demás como nos gusta que nos traten: con respeto, con cariño, con dignidad. Si no te gusta que te hagan algo, no lo harás a los demás.
Sin embargo, hay algo más profundo en ese mandamiento. El amor viene de Dios, él es la fuente de donde fluye el verdadero amor y, si somos sus hijos, hemos recibido su amor. Ese amor que fluye de Dios trajo perdón a nuestras vidas, trajo gozo, trajo aceptación. Al recibir el amor de Dios, comenzamos a vernos como él nos ve: criaturas imperfectas, pero perdonadas, salvadas, redimidas.
La compasión y el amor inmerecido e infinito que recibimos de Dios nos conmueven. Él nos ha hecho nuevos, hijos aceptados y preciosos ante él. Nuestro amor por Dios crece y también debe crecer nuestro amor propio, dejando atrás los complejos y todas las ataduras que tenía nuestra vida llena de pecado antes de recibir al Señor.
Esa libertad para amarnos, a pesar de conocer muy bien nuestras propias imperfecciones, nos capacita para amar a los demás, aun conociendo sus fallos e imperfecciones. Al crecer en amor, crecemos en perdón, en amabilidad, en gozo, en paciencia... el fruto del Espíritu Santo se manifiesta en nosotros.
Por lo tanto, vemos que el ciclo que nos capacita para amar a los demás como a nosotros mismos, es el siguiente:
1. Recibimos el amor de Dios
Aceptamos a Cristo en nuestros corazones y recibimos su amor, su perdón, su gracia, su compasión. El Espíritu Santo viene a morar en nosotros y comienza nuestra transformación, llevándonos a ser cada día más como Jesús.
2. Nos amamos a nosotros mismos
Aceptamos que somos nueva criatura en Cristo, dejando atrás todas las acusaciones del enemigo y todo lo que nos ataba y nos impedía vernos como Dios nos ve. Comenzamos a vivir dentro del propósito de Dios para nosotros, dejándonos guiar por él.
3. Amamos a los demás
Nos damos cuenta de que Dios quiere mostrar su amor a través de nosotros. Dejamos que su amor nos guíe y nos ayude a amar a los demás tal como él nos ha amado. Tratamos a los demás con respeto, paciencia y dignidad, sabiendo que, como nosotros, son personas imperfectas, necesitadas del amor de Dios.
Formas prácticas de amar al prójimo
¿Quieres practicar amar al prójimo como a ti mismo? Primero, ora. No vayas por tus propias fuerzas, llénate del Señor y de su amor. Luego, intenta poner en práctica lo siguiente.
- Trata a los demás con bondad. Usa palabras bondadosas, no pierdas la paciencia fácilmente, intenta entender la razón que hay detrás de sus palabras o acciones ásperas.
- Extiende una mano de ayuda cuando veas una necesidad. Por lo general, la gente responde bien cuando intentamos ayudarles de forma desinteresada.
- Ten empatía. No juzgues de forma automática, ponte en el lugar de la otra persona e intenta entender su situación, tristeza o frustración.
- Da segundas oportunidades. Recuerda que Dios es perdonador y da oportunidades a las personas para arrepentirse. De la misma forma, no des a los demás por perdidos, dales una segunda oportunidad.
- Llénate cada día del amor de Dios, no intentes dar amor por tus propias fuerzas. Renuévate espiritualmente cada día y recibe una dosis nueva del amor de Dios. Él te capacitará y te mostrará formas nuevas e ingeniosas de expresar su amor a los demás.
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